El pasado 3 de diciembre de 2015 al abrir el ordenador me encontré con una preciosa panorámica de la Plaza Mayor vista desde el Arco de la Estrella, obra de mi querido amigo Tomás González, Cacereñeador donde los haya.

 

PLAZA MAYOR
La Plaza Mayor vista desde el Arco de la Estrella por el artista fotográfico Tomás González Hernández.

El encabezamiento de la misma era del siguiente tenor: «La foto de hoy. Cacereando, como dice mi amigo Juan de la Cruz«. Entonces parpadeé, emocionalmente, ante la Plaza Mayor, plena de fuerza y de ímpetu, casi galopando hacia el arco iris supremo de la magia y del hechizo. Algo, sencillamente, fascinante.

Leí, de forma acompasada, esas trece palabras, que rezuman la esencia de una amistad histórica, de modo armónico, abrazada a los muros, a los palacios, a los paseos, siempre eternos, por la ciudad. Acaso comulgando conmigo mismo. Me pudo, claro, el pálpito del peso, inmenso, de la ciudad. Diría, mejor, que, mientras veía la fotografía se iban sobreponiendo tantas y tantas y tantas imágenes con la emoción de las estampas y los recuerdos que se amontonan en el baúl de la memoria.

Cáceres brillaba de oro de luz y de amor de sus gentes. Y que, con el paso del tiempo, el arbolado de las enseñanzas de nuestros antepasados, iban corriendo, de generación en generación, hasta lo más recóndito del alma.

Recordé, entonces, nuestras andanzas niñas y adolescentes y juveniles, acompasadas de la amistad que unía a su padre, Francisco González, un luchador por el baloncesto y la juventud en aquel Cáceres de finales de los años sesenta y los setenta y los ochenta, con quien Cáceres está en deuda histórica.

Luego, acaso en unos cortos pero eternos minutos, más allá de la contradicción, parí estos humildes versos, (y que me perdonen los poetas por mi pobre númen), que nacen, precisamente, en el Cacereñeo: Que no es más que el hecho de paladear, de saborear las esencias, todas, de Cáceres en todas sus manifestaciones. ¡Qué hermoso y sugerente, qué fascinante resulta, querido amigo, CACEREÑEAR!.

Unos versos que he querido titular CONFESION ANTE LA PLAZA.

CONFESION ANTE LA PLAZA

( A Tomás Hernández, amigo, de siempre y para siempre, en el altar del cacereñeo)

 

Cacereñeando, mi querido Tomás,

me confieso de corazón ante la Plaza,

hincado de hinojos con toda mi alma,

queriendo vivir más Cáceres, más y más.

 

Te confieso, Cáceres, de mi calma,

que mi pasión a tí siempre se abraza,

saboreando una ciudad que canta

a tantas bellezas que de ella emanan.

 

Por eso, cuando avanzo por la ciudad,

y poco a poco la voy dejando atrás,

vuelan suspiros a la Virgen de la Montaña,

porque mi corazón, ay, se desgarra.

 

Acaso, como bien sabes, amigo Tomás,

es todo un placer y un lujo el Cacereñear

por Cáceres, ciudad siempre señorial,

con miradas plenas de autenticidad.

 

En la senda flores y preces de luz emocional,

con el caminante entre sus piedras al andar

sintiendo un gozo, ay, siempre inmortal,

y viviendo la esencia de la cacereñidad

 

Me confieso, Cáceres, desde la verdad,

mágica y fascinante, ciudad sin par,

que busco el hechizo de tus sueños tras

de los visillos de la misma eternidad.

 

Mi querido Cáceres: No te olvido jamás.

Tu alma lleva a mi alma a la paz,

y confesarme, Ciudad, ante el altar,

que siempre, siempre, te he de amar.

 

¡Qué placentero, pues, mi querido Tomás,

Cacereñear, Cacereñear y Cacereñear…!

(En la mañana del 3 de diciembre de 2015, contemplando la imagen panorámica, cálida, dulce, sugerente, profunda, de la Plaza Mayor de Cáceres, vista desde el Arco de la Estrella, por el objetivo artístico de Tomás González Hernández)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.