CUANDO EL SAN ANTONIO SE LLAMABA COLEGIO-RESIDENCIA SADEL DE AYALA

Hubo un tiempo en que el Colegio Franciscano San Antonio de Padua, una auténtica institución en Cáceres, pasó a denominarse, por mor de la diversidad de aconteceres que transitan en un país, como Colegio Residencial Sadel de Ayala. Tal como se puede apreciar en el anuncio que hemos captado del semanario «Cáceres», correspondiente al 27 de mayo de 1935.

Todo acaeció tras la llegada de la II República, debido a la Ley de Congregación Religiosa por la que se prohibía a los religiosos llevar a cabo las dinámicas de sus pedagogías formativas, impidiéndoles, por tanto, el ejercicio de la enseñanza. Por lo que, entonces, se procedió a implantar la iniciativa de la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre (SADEL) a que se separaran sus campos Colegio y Convento, según leemos en la historia del San Antonio de Padua, de Cáceres, que los enseñantes religiosos procedieran a vestir como seglares y que tanto la documentación como el nombre del Colegio fuera cambiado.

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Otra imagen publicitaria de cuando el Colegio se denominaba Sadel de Ayala.

Si bien a raíz del año 1940 la orden franciscana volvió a implantar su esquema histórico de enseñanzas. Y, claro es, adaptado, al mismo tiempo, a las coordenadas, los planteamientos y las exigencias sociales, formativas y educacionales de los tiempos.

Un Colegio, el San Antonio, que naciera allá por 1921, en el número 5 de la Plazuela de Santo Domingo, orillada a la calle General Margallo, con el rectorado inicial a cargo del padre Santiago Gorostiza, y en el que se formaron y continúan formándose, en su concepción humanista, gracias a la sensibilidad de la orden, a la calidad de sus docentes y al ideario del Colegio, legiones de cacereños, que, de siempre, han ido generando, a la par, y en justa correspondencia a sus enseñantes, un significativo prestigio al Centro. Algo que es muy de agradecer, tal como manifiesta el corazón de la sociedad cacerense y de todas las capas sociales.

Y es que el Colegio San Antonio de Padua se conforma, desde siempre, como una auténtica institución en el panorama de la enseñanza en Cáceres y que, también desde siempre, supo crear un marchamo paralelo a la formación planteada por el Centro y a los esquemas que necesitaban sus alumnos y, a la vez, una gran parte de la juventud estudiantil cacereña.

Un Centro modelo, emblemático e icono de Cáceres y que hoy traemos al recuerdo de la mano de aquellos tiempos y de aquel entonces en el que el mismo no tuvo más remedio que pasar por la denominación, si quiera fuera de carácter temporal, de Colegio Residencial Sadel de Ayala, tal como se puede apreciar en la fotografía que encabeza esta pequeña semblanza.

Y un Centro por el que han pasado religiosos de la talla del Padre Barrios o de Fray Antonio Corredor, que nunca olvidarán los alumnos antonianos de los años sesenta, o José María Saponi, que fuera alcalde de Cáceres, el cineasta Pedro Almodóvar, el cantante cacereño Paco Martín, de relevantes éxtitos por los años setenta y ochenta, el guitarrista Curro Alvarez, que tantas ocasiones acompañaba al anteriormente citado, César García González, Historiador, ex Jefe de la Policía Local de Cáceres y autor de señaladas publicaciones, con preferencia por el tema sugerente y sugestivo de las leyendas medievales, de tanta riqueza en Cáceres y en Extremadura, Santos Benítez Floriano, Cronista Oficial de Cáceres, o, por ejemplo, los baloncestistas Enrique Fernández, Miguel Angel Sánchez, José Antonio García Recuero o Tomás González Hernández, entre otros, además de entrañables profesores cacereños como Ricardo Durán, Matemáticas, Valentín Velasco, Ciencias Naturales, José Massa Solís, Dibujo, una eminencia de la sensibilidad creativa y artística cacereña, que tiene un mural en la UNESCO, Lucas Burgos Capdevielle, Dibujo, el periodista e historiador Paco Mangut, y otros muchos que harían una lista interminable de brillantes cacereños.

 

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