FAJARDO, AQUEL MÍTICO INTERIOR DERECHO DEL C. D. CACEREÑO

Juan Fajardo fue uno de aquellos jugadores del Club Deportivo Cacereño que encarnó el esfuerzo, la deportividad  y la visión del fútbol.

 

Juan Fajardo Patrón (1919-1960) fue otro de aquellos bravos jugadores del Club Deportivo Cacereño que defendió los colores del conjunto local en los tiempos heroicos, ahí es nada, de los años treinta y cuarenta.

Juan Fajardo era hijo de Bartolomé Fajardo, guardia municipal de Cáceres, y de María Juana Patrón, ambos nacidos en la localidad de Malpartida de Cáceres.

La familia Fajardo Patrón, que tenía cinco hijos, vivía en la cacereña Plaza Marrón, en el número 3, al lado del Bar Borrego, y en la que, ante la dificultad de los tiempos para salir adelante, habían puesto en marcha una pensión o casa de huéspedes. Una fonda que, por unos u otros motivos, gestiones en la capital provincial cacereña de todo tipo, administrativos, médicos, comerciales, bancarios, con ocasión de las ferias y otras celebraciones, casi siempre se encontraba repleta de gentes. Muchas de los cuales se llegaban, por cierto, en caballerías, yeguas, burros, mulos, y, fundamentalmente, los procedentes de las poblaciones más cercanas a Cáceres.

Por aquellos tiempos de la infancia Juan Fajardo Patrón era de esos chicos, como tantos otros, que se desvivía por el mundo de la pelota y del fútbol, lo que de siempre llevó muy metido en sus adentros. Una afición a la que dedicaba el tiempo libre que le dejaban los asuntos estudiantiles y la ayuda que tenía que prestar a sus padres porque, por encima de todo, no había más remedio que arrimar el hombro para las atenciones y el sustento de la casa.

Juan Fajardo Patrón, pues, se encontraba ante una variada diversidad de ocupaciones, de tareas y de afanes, por lo que buscaba con ahínco, fuera como fuese, los ratos y huecos, entre sus variadas funciones, para jugar a la pelota. Que, a fin de cuentas, era lo suyo.

No obstante lo anterior cursó con buenas notas el bachillerato en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, mientras se dejaba parte de aquella etapa de la vida correteando y galopando, cuando buena y esforzadamente podía, por aquel primitivo campo de fútbol, de muy irregular trazado y duro suelo de tierra, claro es, que se alzaba en El Rodeo, por las cercanías de la Residencia Sanitaria.

Y allí, con balones de pesado cuero, con aquellas botas de clavos de hierro, con una voluntad notoria, dejando constancia de una fuerza física extraordinaria, como la de todos aquellos heroicos jugadores, sin asistencia alguna más que la propia voluntad de los futbolistas, con el morral repleto de sueños e ilusiones, fue adentrándose poco a poco en el panorama del balompié cacereño y avanzando con sus primeras incursiones en equipos juveniles.

Ya, con motivo de la Guerra Civil, Juan Fajardo es destinado como soldado a Valladolid. Más concretamente en el acuartelamiento del Paseo de Zorrilla, donde hoy se alza la Academia de Caballería. Y en el que dos mandos del ejército, al conocer su condición de jugador de fútbol, posibilitan que el mismo fiche por un equipo de Valladolid.

Fajardo, con el Cacereño, el sexto por la izquierda.

Posteriormente al término de la contienda, con su regreso a Cáceres, un afortunado día un directivo del Club Deportivo Cacereño, que ya hacía las veces de ojeador futbolístico, puso los ojos en las maneras, en el juego, en las capacidades y en la visión futbolística de Juan Fajardo Patrón.

De este modo nuestro protagonista pasó a formar parte, en medio de una gran alegría, del equipo de sus sueños, el Club Deportivo Cacereño, en el que luciría la camiseta de titular en la demarcación de interior derecho, esto es, con el número 8, y dando tardes y tardes de gloria a la afición local, con sus carreras, con sus pases, con sus goles, con sus peculiaridades y trazas de buen jugador, con coraje, en aquel campo de Cabeza Rubia. Y destacando, asimismo, por su esmerado sentido de la deportividad.

Un tiempo en el que nuestro protagonista, en aquellas competiciones regionales y también en Tercera División, asimismo luciría en la elástica o camisola un escudo con el león a la derecha y el castillo a la izquierda, que guarda, como una joya que es, su hijo, Juan Antonio, una de esas recias voces que hoy, todavía, se airean en esa prestigiosa entidad que conforma el Orfeón Cacereño, esa institución de solera y de relieve que perdura entre innumerables premios y actuaciones así como un amplio repertorio de canciones.

Mientras tanto los asiduos espectadores cacereños para presenciar aquellos partidazos, como popularmente se denominaba a los encuentros de fútbol de aquel entonces, se apelotonaban, entre incansables gritos de aliento, en torno a sus jugadores, que se iban convirtiendo, paulatinamente, en ídolos locales. Como eran, además de Fajardo, Perete, Barbero, Mangut, Cayetano Martínez y otros. El presidente del Club Deportivo Cacereño por aquellos tiempos era Oscar Madrigal Tapioles, abogado y que también sería presidente de la Diputación Provincial de Cáceres.

Juan Fajardo Patrón fue uno de esos jugadores que creyó en el fútbol más auténtico y puro, el que nace en el sentimiento, en el esfuerzo, en el sacrificio, en el pundonor y en el de dejarse la piel a tiras en defensa de los colores del equipo cacereño. Pero, al mismo tiempo, era consciente de las limitaciones del tiempo de la vida futbolística y de que había que prepararse también para el futuro, porque el fútbol no daba mucho de sí en aquella época.

Por lo que Juan Fajardo Patrón se fue preparando para una oposición como funcionario en el Instituto Nacional de Previsión, con la categoría de Oficial Técnico Administrativo de Segunda, y en el que trabajó junto a sus hermanos Pedro, Miguel y Paco. Diego, otro hermano de Juan Fajardo, sería maestro y militar, alcanzando el grado de teniente coronel.

Por aquellos tiempos, ya en los años cuarenta, con veintitantos años, Juan Fajardo se ennovió con María Antonia Fernández Hidalgo, (Madrid, 1923), que llegó a Cáceres en el año 1939, con su madre, que había enviudado, y con su hermano Juan, residiendo en la agrupación de casas militares situadas en las cercanías de la plaza de toros con su tío Rafael Saavedra Rosado, destinado, en aquel entonces, en la capital altoextremeña.

María Antonia, una mujer inquieta, estudió Enfermería y Matrona en Salamanca, y, con el título bajo el brazo, comenzó a trabajar de comadrona en la Casa de la Madre.

Así que allá por el año 1945 Juan Fajardo Patrón, aquel interior derecha y ariete del Club Deportivo Cacereño, siempre tan comprometido con los colores del equipo, se uniría en matrimonio con María Antonia Fernández Hidalgo, una mujer muy agradable y cariñosa, que vio nacer a medio Cáceres, y que también trabajó como enfermera jefe en la Clínica del Trabajo, del Instituto Nacional de Previsión, en los tiempos que el inspector jefe era Joaquín Jiménez Acedo, y en la clínica de La Consolación, del doctor Juan Pablos Abril, y en la del doctor Andrés Merás, y, también, con el ginecólogo, doctor Mingo.

De este modo el matrimonio pasó a vivir en el número 50 de la calle Margallo, donde tantos ratos de juegos nos dejaríamos por finales de los cincuenta y principios de los sesenta las pandillas de chicuelos y amigas de Juan Antonio Fajardo, hijo de ambos, que ejerciera de maestro en el Colegio Diocesano y que, posteriormente, desde el año 1973, trabajara en el Instituto Nacional de Previsión.

Como dato curioso señalemos que María Antonia Fernández Hidalgo colocó en el balcón de su casa de la calle Margallo el siguiente rótulo: “Profesora en Partos”.

En aquella calle Margallo y en el Cáceres de siempre transcurría, de modo apacible y cálido, entre un abanico de inquietudes, afanes e ilusiones diversas la vida de la familia Fajardo Hernández.

Pero lamentablemente Juan Fajardo Patrón, nuestro protagonista, aquel jugador de hábiles estrategias futbolísticas, nos dejó el 6 de enero de 1960 a la temprana edad de 41 años, habiendo incrustado y esmaltado su nombre en las páginas del Club Deportivo Cacereño y cuya camiseta, como le contara a don Valeriano, a la sazón mi padre, vecino de calle, y amigo del mismo, defendió con la mayor de las pasiones y con todo el genio y raza futbolística que llevaba en sus adentros aquel interior derecho conocido como Fajardo.

Un fallecimiento, el del futbolista cacereño Juan Fajardo Patrón, que causó hondo dolor en el todo Cáceres social y deportivo.

Un cacereño, Juan Fajardo, que, por cierto, llevado por su pasión futbolística, también formó parte destacada en el equipo de balompié que se frmó en el grupo de empresa del Instituto Nacional de Previsión y donde defendió la camiseta de dicha formación con compañeros entre los que figuran nombres como los de Antonio Turégano, Esteban Serrano, Joaquín Guerra y Bartolomé Torrejón entre otros.

NOTAS:

1.- La primera de las fotografías es de 1942, del partido en el que el Cacereño batió al Trujillo por 6-0.

2.- La segunda fotografía, con Fajardo, el sexto por la izquierda, se corresponde con la alineación del partido disputado por el Club Deportivo Cacereño en Cabeza Rubia el 11 de octubre de 1942. Se trata de un partido ante una Selección Salmantina y que ganó el Cacereño por 2-0.

3.- La tercera fotografía, con Fajardo el segundo por la izquierda, es del equipo de fútbol del Instituto Nacional de Previsión.

Las fotografías han sido facilitadas por Juan Antonio Fajardo Fernández.

 

 

2 comentarios

  1. Lourdes Mendoza

    No conocï a Juan en su epoca de deportista,pero si lo conoci casado con Antoñita,pues vivían cerca de mi casa en Margallo. la mala suerte quiso que nos dejara pronto,pero he tenido la suerte de continuarla amistad con su hijo Juan Antonio y con Antoñita hasta que mis padres se mudaron de Cáceres.Un saludo

    • Muchas gracias, estimada Lourdes, por su comentario. Habla, hablamos, de muy buena gente, cacereñeadora, sencilla, cercana y muy conocidos, claro es, por el todo Cáceres. Doña Antonita, como señalo, vio nacer, prácticamente, a medio Cáceres. Un saludo muy cordial.

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