JUAN, COBRADOR DE RECIBOS DEL C. D. CACEREÑO (1955)

En el Cáceres de Aquellos Años, una ciudad que rondaba las cincuenta almas, aproximadamente, se encontraba con una manifiesta serie de personajes populares. Y entre ellos se encontraba Juan Mellado Durán.

Juan Mellado y Lali Soldevila en  San Mateo, 1955.
Juan Mellado y Lali Soldevila en San Mateo, 1955.

Personajes de un corte y de una tipología que identificaban todos los cacereños. En este caso, Juan, sí, pero también se encontraban Mariano Amaral, conocido como El Nano, el Chato de los Metales, Zacarías, el Maletero, Emilio, El Legionario, Chacón Bamba, Pepe, el Inspector, la Jañi-Jañi, y otros muchos…

Juan, persona amable y cordial siempre con todos, un buen día vio cómo el Ayuntamiento, atendiendo sus razones le concedió la apertura de quiosco de periódicos, de tebeos, de aventuras, de recortables, de cromos y de chucherías, allá por el lejano año de 1955, y que sacaba adelante con su hermano Nicolás. Ambos tenían, además, otros cuatro hermanos: Agustina, Petra, Jacinto y Ana, que aun vive. Los mismos tenían el domicilio familiar en la calle García Holguín.
Juan y Nicolás, ambos dos, entrañables, y, como solemos decir, buena gente. El mismo quedó instalado en una de las bocacalles de la Avenida de Antonio Hurtado, y, por sus alrededores, merodeaban con frecuencia los más pequeños para adquirir un regaliz, un chicle «Bazoka«, unas pipas, unas chufas escurriendo el agüilla, algarrobas, caramelos, balacazul, y otras variables, los mayores, claro es, además. unos cigarrillos sueltos de cualquiera de las marcas de la época, «Celta«, «Ideales«, «Bisonte«, «Peninsulares«, que entonces, incluso, se vendían por unidades. esto es, sueltos, y fósforos…
Como quiera que los tiempos se andaban la mar de complejos Juan se encontraba pluriempleado y también se encargaba del cobro de los recibos de socios del Club Deportivo Cacereño.
 
Pero lo que de verdad le apasionaba a Juan, en aquellos ratos de soledad en su casa, era tocar la bandurria y el laud así como rasgar la guitarra entre compases de fandangos, de malagueñas, de sevillanas, y de las canciones de moda en la época. Con lo que se divertía sobremanera.
De este modo había cacereños que rumoreaban, por el murmullo de la comidilla ciudadana, que Juan era un verdadero todoterreno. Asimismo se divertía, sobremanera, con su pasión eterna, la guitarra.
 
Y en una noche de aquellas, del año 1955, la cámara le sorprendió rasgando la bandurria en un recital de Canciones Medievales que, en ese escenario del banco adosado a la iglesia de San Mateo, ofrecía la actriz Lali Soldevila, a propósito de la celebración de un recital dentro de unas Jornadas Literarias por la Alta Extremadura, para escritores y periodistas.
Como curiosidad es de señalar que en uno de los artículos publicados sobre esta visita por el escritor Carlos Soldevila decía de Juan que era «un muchachito digno del pincel de Ribera«, en referencia a su lienzo «Le pied bot«, que se halla en el Museo del Louvre.
NOTA: Mi mayor agradecimiento a ese mecenas del cacereñismo que es José Antonio Collazos, por su información al respecto.

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