Aquella Feria de Cáceres, del año 1927, fue, como todas, una manifestación de alegría y diversión y en la que se dio rienda suelta, como corresponde, a la participación popular.

Cáceres, una vez más, echó la casa por la venta. Todo comenzó, como era habitual, con el lanzamiento del Cartel, una joya, y, después, con la Cabalgata Oficial, denominada «El Pregón de la Feria«, que salió del Cuartel Viejo con Guardas Rurales, la bandas de cornetas y tambores del Regimiento Segovia 75, un paje con el pendón y el escudo de la ciudad y la leyenda «Feria de Mayo de 1927», soldados vestidos con indumentarias de aquellos tiempos de Isabel la Católica, ataviados ropajes rojos, casco de hierro y picas, una carroza levantando un torreón de la Ciudad Antigua cacereña, con cuatro metros y medio de altura, diseñado por Angel Pérez, arquitecto municipal, los clarines del Regimiento de Artillería montada con guarnición en Sevilla… Y, claro es, la lectura del Bando que había hecho dictado y hecho público el alcalde de la ciudad, don Arturo Aranguren Mifsut.

Un pregón que, escrito en pergamino, decía: «Por cuanto esta Ciudad, capital de la provincia, tiene desde muy antiguo por privilegio de Nuestros Señores los Reyes el de celebrar Ferias, como señal de su importancia y muchos merecimientos«.

«Venimos en dar el presente Bando que firmo hoy a 27 de Mayo de 1927, por el que se declara inaugurada la Feria, dando así comienzo a los muchos festejos organizados para esparcimiento y disfrute, tanto en los vecinos como en los forasteros que honran en estos días con su presencia a la Ciudad«.

Se iluminaron las principales calles entre la Avenida de Armiñán y la Plaza de Toros, como San Pedro, San Antón, Alfonso XIII, General Ezponda, General Margallo, Moret, Canalejas y Parras…

El Gobernador Civil, José García Crespo, personaje de grandes tertulias en los cafés cacereños, que se incrustó de forma señalada en el ambiente, las dinámicas y la preocupación por la provincia, inclusive, dio el visto bueno para tolerar «a los bares, cafés, casinos y toda clase de establecimientos» para que tuvieran abiertas sus puertas todo el día y toda la noche, en un sin parar de diversión.

El Rodeo, un privilegiado lugar de pastos, se animó como en pocas ocasiones, con 45000 cabezas de ganado lanar, 20000 de cerda, 15000 de vacuno y 3000 de caballar, mular y asnal…

Hubo dianas floreadas y conciertos, cucañas «para disfrute y solaz de arriesgados trepadores» y verbenas en la Plaza de Santiago y en San Francisco, fuegos artificiales, casetas de chucherías, baratijas, almendras garrapiñadas, turrones y otras delicias en la Plaza Mayor, Juegos Florales en el Gran Teatro, cuya reina fue María Teresa Durán Muñoz y el mantenedor don Alvaro de Albornoz

Por su parte el Circo Borza se instalaba en la Plaza de San Juan, donde, al mismo tiempo, había buñolerías, toboganes, barcas volanderas, organillos, casetas de pim-pam-pum, la compañía de Luisa Rodrigo representaba un amplio y variado repertorio de comedias en el Gran Teatro, como «Mimí Valdés«, «Julieta compra un hijo» y «La ermita, la fuente y el río«, se celebró una carrera ciclista, se dispararon morteros con dulces y golosinas para los más pequeños, se desencajonaban los toros de las corridas y de la becerrada, se elevaban globos y fantoches a los cielos, el Círculo de la Concordia levantaba su Caseta en el real de la Feria, por la Plaza de la Concepción correteaban y giraban en una carrera alrededor de sí mismo, con miles de ilusiones, de sonrisas, de griterío alborotador, los caballitos, los tiovivos y hasta, pásmense, un Parque Zoológico…

Por alguna barraca ferial cacereña, entre el griterío de los viandantes, transeúntes, ciudadanos y público en general, en medio de la inhibición de casi todos, la curiosidad de unos y la atención de un puñado de espectadores, actuaba, en vivo y en directo, Lucía, la Toledanita, cantando sus siempre enternecedores cuplés…

Asimismo La Banda de Clarines del Regimiento de Artillería de guarnición en Sevilla, la Banda del Regimiento de Cazadores que permanecía en Plasencia y la Banda de Música del Regimiento Segovia 75, en Cáceres, no paraban entre dianas, conciertos y el amenizar de las verbenas…

El Niño de la Palma en su actuación en Cáceres en 1927, en fotografía de Javier.

En la Plaza de Toros hacían el paseíllo y actuaban toreros, rejoneadores y novilleros como Ignacio Sánchez Mejías, Cayetano Ordóñez «El Niño de la Palma», Joaquín Rodríguez «Cagancho», el rejoneador Victoriano Limao da Veiga, Victoriano Roger «Valencia II», Martín Agüero, Manuel Rayito y Joselito Romero. Y que, al hacer frente a los astados, obtenían, por supuesto, toda clase de suertes. Desde sustos por parte de los toros hasta dos orejas y rabo como premio a una gran faena o fuertes broncas por parte del respetable a los diestros con trajes de luces.

También se celebró, para pequeños y mayores, una charlotada con la participación de los toreros cómicos Charlot, el Chispa y su Botones y, en la parte seria de la tauromaquia de ese día, el novillero Antonio Agüero…

Al mismo tiempo en los soportales de la Plaza Mayor canturreaban los cientos de pájaros que se vendían. Desde cernícalos a jilgueros y desde canarios a gorriatos. Lo mismo que algunos de sus propietarios, para sacar unas monedas, pregonaban a algunos de sus ejemplares como «Pájaros sabios«.

Por allí se andaban, también, las echadoras de cartas, los adivinadores de pensamientos de otros que algunos calificaban de incautos, los fotógrafos al minuto pregonaban el avance de las nuevas tecnologías de Aquellos Tiempos, lo mismo que fluían por el centro ferial de Cáceres toda clase de mercaderes ambulantes. Por su parte en el conocido, pomposamente, como Pabellón de las Industrias se mostraban muñecos mecánicos y tan llamativos como curiosos…

La ciudad se conformaba como un jolgorio y una algarabía multicolor por sus cuatro puntos cardinales con motivo de la celebración de su Feria…

Y la Feria de Cáceres, correspondiente al año 1927, se cerraba con una multitudinaria Batalla de Flores en la Avenida de Armiñán, inundada de serpentinas y de confettis, y un brillante concierto a cargo de la Real Coral Zamora.

Es de señalar, asimismo, que hasta el comercio local participaba, a través de los anuncios que incrustaba en los periódicos cacereños, de sus atractivos con motivo de la celebración de las Ferias y Fiestas de la ciudad en honor de San Fernando.

Tal es el caso, por ejemplo, de Almacenes Terio, siempre con su pregón en la Plaza Mayor, y que dirigía a los lectores al grito de «A todos cuantos tengan el gusto de concurrir a nuestra importantísima feria«.

Y es que anunciarse en los periódicos de Cáceres durante la celebración de las Ferias y Fiestas bien que representaba tanto un aspecto participativo como de llamada de atención comercial a los lectores y a la ciudadanía.

Lo mismo que Almacenes Gozalo, otra institución emblemática en el ámbito comercial de la ciudad, dejaba constancia expresa de la importancia de pasar por sus dependencias con motivo de los días feriales en Cáceres.

Al tiempo, claro es, que señala que «La Comisión de Feria triunfa porque lleva unido a su pericia y entusiasmo» el adquirir los artículos en sus dependencias.

Todo un mundo, pues, de acontecimientos y celebraciones feriales en el marco de las Fiestas de Cáceres en honor de San Fernando, a finales del mes de mayo, que llamaban la atención y la presencia de todos los cacereños, con sus mejores galas, en el panorama festivo de los recintos feriales del Cáceres de Aquellos Tiempos.

Mientras que «Casa Jurado«, por su parte, divulgaba sus excelencias en el ámbito de la elegancia con lo que denomina como de «Verdaderas preciosidades»…

Así, de este modo, con la colaboración de todos, comenzando por el excelentísimo señor alcalde de la ciudad de Cáceres, por los miembros de la Comisión de Festejos, pasando por todos los organizadores y feriantes, entusiasmando a toda aquella población que ya sumaba unas treinta mil almas, incrustándose por las dinámicas comerciales, e ilusionando hasta el último de los vecinos, así, señalábamos, se iba haciendo camino al andar en el entorno de las esencias festivas y ferialesde la capital cacereña.

Una Feria que, desde el principio de sus tiempos, oficialmente allá por 1896, que continuaban el ritmo de las ferias medievales con una dinámica eminentemente ganadera, se levantaron a pulso con la participación y el dinamismo de todos. Y que, en aquellos tiempos, contaban con un señalado apoyo de industriales y comerciantes.

Previamente, eso sí, con el comienzo de las Fiestas de aquel año de 1927, la guardia municipal enchironaba a los carteristas conocidos como el Caraquemada, el Viroloso, el Fatigas, el Duque, el Tocino, el Benítez, el Chato, el Pescador, el Manco, el Manolo, el Antoñito, el Flequillo, el Rubichi y otros, que, como se anunciaba en la prensa pasaron a «disfrutar» estos días en la calle Nidos, allá en la cárcel, mientras el vecindario respiraba aliviado…

DEDICATORIA: «A José Antonio Collazos, un cacereño de hondura y sabor, de estudio y paseo, de curiosidad ciudadana en el pálpito de la historia y las gentes de esta bendita capital que es, ni más ni menos, que Cáceres».

 

 

2 comentarios

  1. José Antonio Collazos Criado

    Muchas gracias Juan:Maravillosa descripción ilustrada de lo que fueron esas festivas Ferias y Fiestas del Caceres de aquellos años

    • Muchas gracias a tí, querido amigo José Luis, por tus palabras. La verdad es que supone un verdadero placer, deleite y honor disponer de la posibilidad de escribir y dejar constancia, a fecha de hoy, de cuanto fueron aquellas Ferias y Fiestas de 1927 llenas de espectáculos, de atracciones y de participación popular. Y que representan, al tiempo, una brillante página de la historia de Cáceres. Un gran abrazo.

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