Es de suponer que aquella mañana del 5 de mayo de 1931, con dieciseis años, don Valeriano (Gutiérrez Macías, que subrayaría Fernando García Morales), debía de estar encerrado en la casa de Aliseda ante la proximidad de los exámenes de Magisterio.

Valeriano Gutiérrez Macías
Valeriano Gutiérrez Macías

Seguramente hizo un alto en el camino, adquirió, como de costumbre, el periódico «Nuevo Día«, y probablemente le vibrara el sentido emocional al ver cómo el director del diario, en el que colaboraban personajes de la talla de León Leal Ramos, una eminencia en la historia de Cáceres, y José Ibarrola, había a decidido publicar su cuento «El pájaro enjaulado”.

Don Valeriano Gutiérrez Macías, a la sazón mi padre, figura en las páginas de la historia de la ciudad y de la provincia, con las que se comprometió al máximo. Tal como se puede apreciar en diversos escritos de este Blog, «Cacereñeando, el blog de Juan de la Cruz«. Persona de extraordinario coraje e impulso intelectual en las letras extremeñas, cacereño de pro, de aliento vital todas las coordenadas de su vida, que siempre aplicó con esmero en la educación, formación y orientación de sus vástagos. Escritor, humanista, Premio Nacional de Periodismo «Gabriel y Galán«, premio «Ejército», premio «Dionisio Acedo«, de la Diputación Provincial de Cáceres, autor de cientos de artículos, ensayos, reportajes, en numerosos periódicos y revistas… 

Como telón de fondo, siempre, Cáceres: Sus gentes, sus costumbres, su progreso, sus festividades, su cultura, sus personajes, sus tipos populares, sus investigaciones.

Una persona verdaderamente admirable, más allá del escenario filial, que trabajaba mañana, tarde y noche en el desempeño de sus funciones sociales, humanas, periodísticas, en el servicio a la ciudad, como lo llevó a cabo desde sus responsabilidades como primer teniente de alcalde y vicepresidente de la Diputación Provincial… Y cuyo nombre figura, merecidamente, lo que traslado con el mayor orgullo, en el callejero de la ciudad.         

Yo, honradamente, descubrí esta publicación, hace unos días, de forma casual, indagando en mis modestas investigaciones. Y noté un escalofrío al ver su nombre y comprobar que con dieciséis años ya insertaba sus primeras líneas junto a personajes como los citados y otros. Entonces me restregué los ojos, alcé la mirada por los cristales de la ventana, contemplé un horizonte donde rompe el color de la hondura primaveral, en medio de una acuarela pincelada de las más variadas tonalidades, se me deslizó una lagrimilla de emoción… ¡Era tan fuerte la impresión…! Más allá, con la acuosidad en los ojos, sin embargo, sonreía de una forma, perdonadme, tan humana y próxima a él…

Sentí, entonces, esa cúmulo de fuerza espiritual que conlleva la sangre del progenitor, siempre esmerado en inyectar cultura, educación y moral a su prole.

Luego, al recuperar su imagen, nunca perdida, me encontré en aquella profundidad del cuadro de la vida percibiendo en la distancia de la soledad y la riqueza de los horizontes, donde se fusionan líneas de la tierra y del cielo. En las que tanto creyera don Valeriano cuando se ponía manos a la obra, día a día, con la máxima de que cada día trae su afán…

Quizás fuera esa inquebrantable línea recta del horizonte la que le llevara a persistir en los baremos y el bienestar que emanaba de sus principios.

Posteriormente he ido escribiendo a mano letra a letra su cuento, y luego, tecla a tecla, la he ido trascribiendo. Lo que ha supuesto, claro es, una muy placentera tarea.

Aquí está, pues, lo que probablemente sea el primer cuento de Don Valeriano: EL PAJARO ENJAULADO, que dedicaba a su compañero de Magisterio Benedicto Lucero Fernández.

EL PAJARO ENJAULADO, POR VALERIANO GUTIERREZ MACIAS

VALERIANO-NUEVODIA.5-MAYO1931Sobre una de las paredes de la morada de Manuel hay colgada una jaula de cristal muy bonita, pequeña y adornada con varios ramos de flores que el niño cotidianamente le pone. En ella vive prisionero un jilguero. Lo cogió hace unos meses en cierta excursión que hizo a las hermosas huertas de esta villa.

El pajarito estaba posado en un ciruelo y Manuel, con sus artimañas, lo cogió para que le entretuviera de sus aburrimientos de la vida pueblerina con los armoniosos trinos. Un jilguero que inocente cantaba en la huera vino a caer no sé por dónde en sus manos! Manuel es gran amante de los jilgueros y los cuida con excelente esmero. ¡Qué alegría a recibió al tener en sus manos aquel pájaro! Hizo propósito de alimentarle y cuando le pareciera darle la libertad! ¡Oh, la libertad, santa libertad la de los animales!

Y al introducirlo en la jaula –verdadera cárcel de alambre– quedóse el jilguero asustado. No cantaba, ni apenas se movía del mismo sitio. Miraba a un lado y otro como lamentando su estado de prisión, su retraimiento en aquel sitio que sin comprenderle…

Manuel se sonreía irónicamente de la palidez del pajarito. ¿Por qué permanecería así si él había de alimentarle bien? ¿Cómo estaría tan melancólico si Manuel le silbaría a su manera invitándole a cantar?

¡Pobre jilguero!… Sujeto a las inclinaciones traviesas y algún tanto mal intencionadas del rapaz que, a lo mejor, algún día que estuviera enfadado, al insistirle, lo asesinaría bárbaramente… Ni qué decir tiene que la vida del pájaro para Manuel no era muy prolongada si sus trinos no le admiraban.

A las pocas semanas de tenerlo en su casa, quiso probar el canto del jilguero. Lo invitaría tal vez…

Iba a llenar un comedero de alpiste con júbilo extraordinario. Antes de entrar en la habitación se para a escucharle.

Sí cantaba con dulzura y delicadeza, cantaba mucho. Más aún de lo que Manuel tenía creído. Por un momento marcharon de este niño las ideas de posible venganza contra el pájaro. No tenía motivos.

Entra en la habitación con brusquedad. Fili –como denominaba el muchacho al pájaro—vuelve a asustarse. En el campo nadie le impedía sus alabanzas a la Naturaleza y aquí a cada instante. No estaba Fili acostumbrado aquellos bruscos cambios de entrada y salida del personal. Vivía el pajarito constantemente asustado.

— Canta, jilguerito, canta… ¿Verdad que tú, Fili, me conoces a mí y sabes que yo te trato muy bien?, decíale Manuel.

Fili continuaba sin cantar. Manuel se desespera. Abre la puerta el muchacho para limpiar el comedero… Fili aprovecha la ocasión… Vertiginosamente logra evadirse de la jaula… Manuel corre, traspasa calles, atraviesa prados y huertas… Va en busca del jilguero que tuvo en su casa, aquel bonito jilguero tan fino cantador como de vuelo ligero…

… Pero nada. No le encuentra por más que anda de acá para allá. Fili iba en busca de la libertad. La libertad es lo más característico de los pájaros. ¿Por qué oponerse los niños con sus débiles inclinaciones a cortarles las alas de la libertad…? ¡Qué bien encaminadas las leyes de protección a los pájaros y de prohibición por cazarlos!… ¡Oh, si se observan como merece…!

                                           . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .  . .

Fili, el pájaro enjaulado antes por las travesuras de Manuel, camina por los campos… jubiloso de haber rescatado la libertad. Ya no permanece sujeto a las ideas de Manuel. Es un pájaro en libertad.

NOTA: En la fotografía, plena de cacereñismo, la Virgen de la Montaña, Patrona de Cáceres, la Plaza Mayor, Alfonso Díaz de Bustamante, alcalde de Cáceres, a la izquierda, Valeriano Gutiérrez Macías, y en el centro un poco más atrás Antonio Rubio Rojas, que sería Cronista Oficial de Cáceres. (Una fotografía que, en su día, me remitió mi querido amigo José Antonio García Recuero). 

Licencia de Creative Commons
EL PRIMER CUENTO DE DON VALERIANO by JUAN DE LA CRUZ GUTIERREZ GOMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional License.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.