SANTIAGO BERZOSA, LA ESENCIA MUSICAL

El maestro Santiago Berzosa fue, por decirlo de un modo claro y profundo, una eminencia y un lujo en el panorama musical del Cáceres de Aquellos Tiempos.

Todo un maestro siempre, Santiago Berzosa, que dejó larga constancia en el álbum de su creatividad, de su pasión, de su genio y de su genialidad.

— ¡Animo, Juan, que tú puedes…!

Y el alumno de música, allá en la calle Nidos, pulsaba con la púa las cuerdas de la bandurria, siquiera fuera como una forma de dejar atrás la pesadez del batiburrillo bachiller de las Matemáticas, de la Química, y, carajo, del Latín…

Santiago Berzosa González (1907-1982) aprendió música en su localidad natal segoviana de Turégano, comenzó tocando el clarinete y el bombardino, dirigió la Banda de Música Municipal de Cáceres durante trece años, 1940-1953, a la que le imprimió de una dinámica y de un sabor, de una presencia y de una fuerza de una más que marcada notoriedad…

Dirigió la Banda de Música del Regimiento «Argel 27«, a la que llevó a uno de los lugares de mayor realce en el panorama de la música militar española. dió clase en el Colegio San Francisco, dirigió, también, la Banda de Música del Regimiento «Castilla 16» en Badajoz…

Y le facilitó a Cáceres ese aire y, al tiempo, esa prestancia de carácter musical del que, en aquellos tiempos, carecía la ciudad. Santiago Berzosa fue, pues, un elemento vital en el esparcimiento, por Cáceres, de la semilla de esa modalidad de las bellas artes que conforma la música.

Luego, mañana, tarde, noche, componía, componía, componía allí en el retiro de su despacho en el domicilio familiar… Componía marchas religiosas, como las denominadas «Jesús, Jesús«. «Nuestra Señora de la Misericordia» o «Jesús bajo la Cruz«, que sonaban, de forma solemne, en los desfiles procesionales de la Semana Santa cacereña, pasodobles toreros, como «Morenito de Cáceres«, cuando nuestro paisano David San Vicente Moreno pisaba el ruedo del coso taurino de la Era de los Mártires, o «El maletilla torero«, valses como aquella suite que figura como «Clásico Recuerdo«, boleros como, por ejemplo, el que tituló como «Cállate, desconocida«, cumbias como «Querer y querer» y hasta un baiao, de ritmo tropical brasileño, como «Cantando al platanar«, entre otras muchas producciones fruto de su inteligencia y capacidad creativa…

Sabía tanto de sus alumnos, de sus músicos, que al verme llegar a clase, conociendo de mi afición al folklore típico cacereño, decía de modo sonriente y dispuesto a la batalla con los alumnos:

— ¿Cómo llevas la Jota Cuadrada, amigo?

El chicuelo entonces, claro es, que tampoco se precisa especificarlo, se ruborizaba. Y el maestro entonaba, sonriendo, aquel estribillo de la canción y danza popular que nació en la localidad de Monroy y que se incrustó dentro del repertorio habitual de los grupos de Coros y Danzas cacereños, tanto de la Sección Femenina como de Educación y Descanso:

¡Ay, amor, ay, amor, ay, amante.

Ay, amor, que no puedo olvidarte.

Ay, amor!

Un día se emocionó, mucho más que de costumbre, con el sabor de los compases musicales, cuando, allá por el curso 1960-1961, vio cómo toda una larga andadura de iniciativas, de esfuerzos, de batallas, de gestiones, de charlas con unos y otros, culminaban con la puesta en marcha del Conservatorio Elemental de Música en Cáceres. Y que ahora se rotula, ahí es nada, con el nombre de Hermanos Berzosa, en honor de Santiago y Esteban, que llenaron de compases las calles cacereñas…

— ¡Venga, Juan…!

Y el alumno miraba, con timidez, la bandurria mientras le arrancaba una serie de notas y compases, de acordes, que, muy probablemente, le chirriarían en los oídos.

Luego, cuando uno ya andaba por los trasiegos de los estudios por el escenario salmantino y madrileño, y nos encontrábamos por algún paraje de Cáceres me decía que le sorprendiera con alguna canción de la tuna… Entonces parpadeaba, cerraba la boca, e interpretaba unos fragmentillos de «Las cintas de mi capa«, de «Fonseca«, de «La tuna pasa«, de «Clavelitos«…

Ahora, en la memoria, aquellas, sus obras, que se almacenan en la historia musical de Cáceres, como las de «Boda típica extremeña«, con argumento y canciones recogidas por Angelita Capdevielle, composición y arreglos de Santiago Berzosa y con letra y diálogos en versos de Juan García García, el cartero-poeta, que se estrenara en el Gran Teatro en 1956, o, por ejemplo, «el Romancillo de Pascuelete«…

Batuta en el aire con gesto profesoral y estimulante, de mirada cariñosa y animosa, con la raíz de la fuerza y vigor en el recorrido de los paisajes musicales que tanto y tan esmeradamente cuidaba, cordialidad personificada, cacereñismo cacereñeador a tope…

Aquel alumno, admirador siempre del profesor Santiago Berzosa, como todo Cáceres, como se suele decir coloquialmente, con el paso del tiempo, bandurria durmiente y perdida por los estremecedores silencios que anidan en el desván de los recuerdos, tan solo alcanza a decir:

— ¡Música, maestro…!

Y, claro es, al decir música en Cáceres sobresale, de modo preferencial, el nombre de nuestro protagonista, Santiago Berzosa. Todo un profesor, compositor y director de las siempre más que mágicas y sugerentes cadencias musicales que deambulan, de forma extraordinariamente bella, genuinamente hermosa, siempre con la mayor sensibilidad en sus alas, revoloteando por los aires de la ciudad.

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Un comentario

  1. Buenas tardes, soy profesor de matemáticas en Segovia, pero de ascendencia tureganense. Santiago Berzosa González, nacido en Turégano en 1907, comenzó su aprendizaje musical en la banda municipal infantil de Turégano creada por ENRIQUE PÉREZ TORRECILLA (1873-1934). Este director de la banda tureganense después de estar destinado durante veinte años como músico de segunda clase en la banda de la Academia de Artillería pidió el retiro del ejército y se fue a fundar la banda de Turégano y residir con su esposa y sus cuatro hijos. Uno de sus hijos fue un afamado músico especializado en trombón JULIO PÉREZ MADURGA, pero toda esta información no la he podido conseguir por sus decendientes que a la muerte de su padre se fueron de Turégano. Saludos, PEDRO.

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