Un domingo del mes de noviembre, con los fríos de la época otoñal avanzada, se celebraba, en aquel entonces, el sorteo de quintos en la Caja de Reclutas, allá en el Cuartel, junto a la Plaza de Toros, en medio de una gran expectación y afluencia de vecinos de toda la provincia de Cáceres. Lo que se conformaba como una tradición de largos años de existencia en la tipología popular y costumbrista de Cáceres, como de toda España.

 

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Imagen correspondiente al sorteo de quintos efectuado el 23 de noviembre de 1981 en el Cuartel Infanta Isabel.

Domingo cacereño de quintos de un gran alboroto popular. Domingo cacereño, pues, que llenaba y atiborraba la ciudad de mozos, de mozas y familiares de quintos que desfilaban, en medio de una manifiesta algarabía festiva y popular, por una buen parte de las calles de Cáceres, que se embadurnaban de cantos típicos, de coplillas de quintos, de conversaciones, de voces, de ese rumor callejero que emana de la aglomeración del gentío. Y que, de paso, invitaba al vecindario cacereño a asomarse a las ventanas y balcones, entre geranios y claveles, o corriendo los visillos y cortinas, para contemplar el espectáculo que representaba la estampa de los quintos, que acudían a presenciar el sorteo y saber de su suerte. Y que se iniciaba a las nueve de la mañana.

Todo un acontecimiento social que, a través de las ondas radiofónicas, divulgaban, en directo, con su sensibilidad habitual, con sus conocimientos, con sus hilos argumentales aquellos maestros que eran Cayetano Polo, Polito, o Gabriel Romero, que se encargaban de retransmitir el sorteo para toda la provincia. Y toda la provincia, claro es, conectando con ellos, con La Voz de Extremadura y las demás emisoras que iban surgiendo y fluyendo en el recorrido del paso del tiempo. Un acontecimiento que, al día siguiente, ocupaba, asimismo, un señalado espacio de las páginas de los periódicos locales, provinciales y regionales.

Se veían ropas de pana como se contemplaban boinas, se veían bufandas como trajes, se veían pantalones bombachos y jersey de lana, se veían chaquetas, se veían chaquetones de piel, se veían caras alegres de muchachos jóvenes llenos de vida, rostros expectantes ante el destino que les aguardaba en el cumplimiento de las obligaciones del servicio militar, y se contemplaban, al tiempo, rostros curtidos por la severidad de las faenas agrícola-ganaderas, sombreros, pañuelos en la cabeza, faldas negras, medias negras… Todo un montón de gente que acompañaba a los quintos procedentes de todos los pueblos de la provincia, y pasar el día en la capital. «Hoy se ha juntado toda la provincia aquí en Cáceres«, se escuchaba a los más mayores.

Los coches de linea, los taxis, los coches particulares, las motos, los trenes, no daban abasto.Los jóvenes, lógico, se agolpaban junto al paisanaje del pueblo. Y allá, hacia el cuartel, iba un contingente de paisanos en numerosos grupos de mozalbetes y quintos de Herguijuela, Valencia de Alcántara, de Trujillo, de Malpartida de Cáceres, de Guadalupe, de Montánchez, de Arroyo de la Luz, de Ahigal, de Torremocha, de Plasenzuela, de Alcuéscar, de Garrovillas, de Pescueza, de Ibahernando, de Serradilla, de Granadilla, de Zarza la Mayor, de Cilleros…

Todo era expectación en la ida hacia el Cuartel, por la confluencia de las calles Margallo y Barrio Nuevo (entonces José Antonio). Se veían bolsas y cestas de mimbre con comida para el almuerzo, con olor a pan candeal, a tortilla de patatas, a jamón serrano, a chorizo, a patatera, a filetes, a perrunillas, a roscas de alfajor, a pestiños, a madalenas, a mantecados, a rosquillas de anís… Y hasta a botas de vino con los buenos caldos de la zona. Y se veían, a la par, a novias, a padres, a madres, que acompañaban al quinto en un día de tan marcadas características entre regalos que le habían hecho ese mismo día, por la importancia de la fecha del calendario. Regalo al que se correspondía con dulces y copas en la casa del quinto. Y, después de quintas, y del servicio militar, ya se sabe, a enfilar la vida…

Camino del cuartel la muchedumbre marchaba por los amplios vomitorios humanos de las calles Margallo, Barrio Nuevo (antes José Antonio) y La Ronda, que llegaban desde lo alto de Cáceres, allá por la Cruz de los Caídos, injertándose poco a poco por el Paseo de Cánovas hacia abajo y haciendo alto en los bares y cafeterías del camino. El Avenida, por ejemplo, en el citado Paseo, el Jamec, por ejemplo, en Pintores, el Maleno, por ejemplo, en Moret, El Gironés, por ejemplo, en la Plaza de San Juan, el Toledo, por ejemplo, en la Plaza Mayor, el Rialto, por ejemplo, en La Concepción, el Pato, por ejemplo, en General Ezponda, La Parra y la Viña, por ejemplo, en la calle José Antonio, Peromingo, por ejemplo, en la calle Margallo.

El sorteo, en las dependencias del acuartelamiento, repleto del personal, se conformaba como todo un auténtico cúmulo de las más señaladas expectaciones. A veces entre olés porque el quinto desempeñaría sus funciones del servicio militar en Cáceres, y otros y otras deslizando unos riachuelillos de lágrimas porque a su familiar, y ya inminente soldado, le tocaba servir en las plazas españolas allá en tierra mora, allá en tierra africana, lo que conllevaba un aluvión de pesares, de disgustos y de quejas por la mala suerte que les había deparado el azar.

Tras el final del acto el hervidero humano transitaba por todos los establecimientos de hostelería expandidos por los cuatro puntos cardinales de la ciudad. ¡Vaya un trasiego humano del personal de todos los pueblos de la provincia…!

No había forma humana alguna de encontrar una mesa, una silla libre, ni tan siquiera un hueco en la barra del bar o de la cafetería. Corrían los bocadillos de calamares, las raciones de prueba de cerdo, de gambas al ajillo, de torta del Casar, las tapas de carne frita, las cañas de cerveza, los chatos con vinos del país, con preferencia por los de Cañamero, y tinto con los Montánchez, acompañados por unas patatas fritas del Gallo, las gaseosas, los cafés con un chorro de coñac, los carajillos, las copas de aguardiente, los cubalibres… Al medio, claro es, multitud de conversaciones. Sobre el sorteo, la vida de la mili, que allí sí que se hace uno o le hacen a uno un hombre de verdad, lo rápido que pasa el tiempo y que en nada menos ya estará el quinto con la cartilla verde como sinónimo de que ya se ha licenciado el soldado y, por tanto, ya queda exento del servicio militar…

Luego, más tarde, se escuchaban, también, coplillas populares propias del día de quintos.

Como, por ejemplo:
Si te toca te jodes,
que te tienes que ir,
que tu madre no tiene
dos mil reales pa tí.

O:

No llores, que yo no lloro,
porque me voy a la guerra;
tu se buena y te respondo
que he de volver a tu vera.

O:

A mí me ha tocado el uno
y a mi compañero el dos,
qué suerte más desgraciada
hemos tenido los dos.

O:

Ya se van los quintos, madre,
ya se van los buenos mozos,
ya se queda la plaza
de tuertos y legañosos.

O:

Los quintos cuando se van
pa las madres son las penas,
que las mozas se divierten
con los chavales que quedan.

O:

Ya se van los quintos, madre,
ya se va mi corazón,
ya se va el que tiraba
chinitas a mi balcón.

O:

La madres son las que lloran
que las novias no lo sienten,
se quedan cuatro chavales
y con ellos se divierten.

O:

Mi novio cuando se fue
me dijo que no llorara,
que echara penas a un lado
pero que no le olvidara.

O:

Yo no siento ir a Melilla
ni pasar por el Estrecho,
lo que siento es mi morena
que se queda en barbecho.

Otra variable de esta última coplilla es:

No temo ir a Melilla
ni pasar por El Estrecho
lo que temo es mi morena,
que otros la toquen los pechos

O:

Porque soy quinto de este año
ya no me vas a querer,
ya no saldrás a la puerta
como solías hacer .

En Piornal, por ejemplo, cantan:

Soy un quinto que la pinto
y no me meto con naide,
y el que se meta conmigo
ya veremos cómo sale,
ya veremos cómo sale,
soy un quinto que la pinto.

Finalmente señalar que la palabra quinto procede de cuando con la llegada de los Borbones, en 1704, se dictó una Ordenanza que ponía en marcha el reclutamiento de quintas, nombre que emanaba de que se elegía a uno de cada cinco mozos en edad militar a través de un sorteo.

NOTA: La fotografía está captada del periódico Hoy.

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