ALABI, ALABA, ALABI BON BAN

Un viejo grito de guerra con el que los cacereños de aquellos tiempos animábamos al Club Deportivo Cacereño, en aquellos apasionantes partidos de fútbol, en la Tercera División, y donde siempre andaba luchando, de forma esforzada, en el pelotón de cabeza. ALABÍ, ALABÁ,ALABÍ, BON, BA, es el título de mi artículo que hoy, 2 de marzo, aparece publicado en el periódico regional extremeño HOY.

Una alineación del C. D. Cacereño de Aquellos Tiempos.
Una alineación del C. D. Cacereño de Aquellos Tiempos.

Echo la vista atrás en un suspiro que, ahora, con el paso del tiempo, nos encoge el alma…

Corría, sin percatarnos, la década de los sesenta, en la pequeña capital de provincia, en la que casi todos nos conocíamos. El Club Deportivo Cacereño, siempre una pasión, solía figurar en la cabeza de su grupo, con equipos potentes de la Tercera División, como la Unión Deportiva Salamanca o la Cultural Leonesa, y otros de rivalidades próximas, como el Club Deportivo Badajoz o el Club Deportivo Plasencia.

La ciudad se transformaba por el ambiente de la mañana dominical en la cháchara callejera y los alipendes aguardábamos, inquietos y  expectantes, los partidos de nuestros ídolos. Una comida a todo meter, como los pavos, y a la Ciudad Deportiva donde retumbaba un grito de guerra para animar a los jugadores con elástica verde y pantalón blanco…

Cuando el equipo saltaba al campo de tierra, Tate, Mandés, Nandi, Fabio, Palma, figuras que quedan en la historia, se escuchaba hasta enronquecer: «Un repiripipí, rá«, «Un repiriripí, rá«, «Un repiriripí, ra, ra, rá«… Y, acto seguido, «Alabí, alabá, alabí bon ban”, (derivado del árabe, Alla’ibín áyya ba’ád alla’ib bón bád, “jugadores, venga ya, el juego va bien”), Cacereño, Cacereño, y nadie más». Un aplauso gigante, un ambiente de emoción y el anhelo por la victoria local.

La jornada se remataba con los resultados del grupo del Cacereño que nos ofrecía el marcador del bar situado enfrente de Correos.

Una película que va proyectándose con esa gigantesca velocidad del tiempo que todo se lo lleva por delante. Inclusive aquellos partidazos de los que se hablaba durante la semana, en las oficinas, en los colegios, en los comercios, en las barras de los bares, junto al cálido ardor que nos brindaban unos jugadores que se dejaban la piel en el campo y a quienes mirábamos, con satisfacción y orgullo, al sentir la emoción de encontrarlos por la calle Pintores…

Tiempos aquellos, que configuran parte de la historia cacereña.

2 comentarios

  1. Ramón Gil Rodriguez

    Querido Juan de la Cruz: Felicidades por tu magistral relato; como todos. Seguiremos cacereñeando, tras tus pasos, y según el lema de mi otro equipo. «¡Hasta el final!»

    • Muchas gracias por tu comentario, querido Ramón, alrededor de la memoria, sentimental, que tanto nos marcó a aquella, nuestra generación, arrancando en aquellas, siempre inolvidables andanzas por la calle Moros (General Margallo), que tantas vivencias nos aportó desde las propias raíces de la vida. Y, al medio, como siempre, entrañable Ramón, avanzando por aquella admirable cultura CACEREÑEANDO. Un fuerte abrazo. Juan de la Cruz.

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