ANGELITA CAPDEVIELLE, TODO CORAZON

Angelita Capdevielle (Casar de Cáceres, 1890-1972), todo corazón y caceñeñismo, y de la que ya hemos dejado constancia en este Blog, fue una de las figuras de mayor relevancia en la investigación y difusión del folklore cacereño.

Angelita Capdevielle, años 30.
Angelita Capdevielle, años 30.

Lo que consiguió Angelita Capdevielle gracias a un incansable trabajo de pasión por la música y, de modo especial, por una especialización en la sensibilidad folklórica provincial, tarea, por cierto, muy compleja, que la llevó a ir recuperando y recopilando toda una larga serie de canciones y danzas por los caminos, las carreteras, las aldeas y los pueblos de la Alta Extremadura. Y que la llevaron a un primer plano de la dinámica folklórica provincial junto a otro cualificado folklorista extremeño como es el caso de Manuel García Matos, catedrático de Folklore y autor de la «Antología del Folklore Musical de España«, editado por la casa discográfica Hispavox.

Mujer de una manifiesta preparación, de un caracter social y agradable, muy trabajadora y consciente de su trabajo, por cuanto señalaba para el folklore cacereño, llevó a cabo una labor sobresaliente. Mejor, habría que decir «cum laude». Lo que unido a su caracter de cercanía y afabilidad con todos la convirtieron en una de las personas más conocidas del Cáceres de Aquellos Tiempos, mientras, día a día, iba arañando camino a su trabajo, en un compromiso que adquirió, con Cáceres y consigo misma, desde muy pequeña y que fue sacando adelante en un auténtico sin parar.

Hija del eminente fotógrafo francés François Capdevielle, Angelita Capdevielle, profesora en el Instituto “El Brocense”, en la Escuela de Magisterio, en la Escuela Hogar de la Sección Femenina y en el Conservatorio, popularizó la dinámica folklórica en todas sus manifestaciones, incluidas las letrillas, las músicas, la indumentaria y el origen de las canciones y los bailes típicos, dirigiendo con señalado acierto los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres.

Todo este trabajo, junto a una personalidad de relieve, y una labor muy constante y esmerada, la llevaron a ser conocida por todos los cacereños, que encontraban en ella una persona sumamente emprendedora, afectiva y apasionada del cacereñismo, dejando una extraordinaria estela de ello en todas sus manifestaciones. En quienes la llamaban Angelita, por cuestiones generacionales, y en quienes siempre la conocimos como Doña Angelita.

Se dedicó tanto al folklore, a las letras, a las coplas, a  las músicas, a la indumentaria, a los instrumentos, a la tipología del folklore típico cacereño que nos dejó un extraordinario legado popular, que hoy le agradece todo el pueblo de Cáceres. Lo mismo que nos legó el libro “Cancionero Popular de Cáceres y su provincia”.

Fruto de tantos esfuerzos y méritos cuenta con la “Y” de Plata de la Sección Femenina así como la Medalla del Mérito Civil y presta su nombre al callejero cacereño y con un busto de su imagen,.

Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, la definió como “una institución en Cáceres”, el maestro Juan Solano la definió como “Corazón Musical de Cáceres” y Valeriano Gutiérrez Macías, Académico de la Historia, investigador y escritor llegó a señalar que «Angelita Capdevielle fue un personaje de extraordinaria notoriedad en la recopilación del folklore altoextremeño«.

Hoy, al reencontrarme con esta fotografía de Doña Angelita, de Aquellos Tiempos, que se podrían fechar en la década de los 30, y que me facilitó mi querida amiga Montaña Burgos Serrano, hija del gran pintor, caricaturista y dibujante Lucas Burgos Capdevielle, me he ido, de una tacada, al año 1911, hace, nada más y nada menos, que ciento siete años. Aquella fecha en que la poetisa cacereña Luisa B. García publicaba en el semanario cacereño «El Bloque«, el soneto titulado «A la señorita Angelita Capdevielle«, en el día de su santo, con estos versos:

Pidió mi lira inspiración al cielo
por ser de un ángel de la tierra el santo.
Tendió la aurora en nacarado manto
sobre tu nombre su dorado velo.
En el colgante nido, con anhelo
esparce el ave su divino canto;
gira la blanca mariposa en tanto
junto a la rosa en caprichoso vuelo.
Despiértase el clavel, húmedo en perlas,
y al querer el poeta recogerlas
para brindarte merecida palma,
arranca una canción a la poesía,
y entusiasta te ofrece en este día
la flor más pura del jardín del alma.

Gracias, muchas gracias, mi querida doña Angelita Capdevielle, por su entrega, por su corazón, por su constancia, por su cacereñismo, por su excepcional contribución a la recuperación del folklore altoextremeño, ahora que recuerdo su presencia, de cuando en vez, en los ensayos que llevábamos a cabo los miembros de los Coros y Danzas de la Sección Femenina y, también, de aquel inolvidable beso que me plasmó, lleno de humanidad y de generosidad, al verme actuar un día con la citada agrupación en los Festivales Folklóricos Hispanoamericano-Luso-Filipinos que se celebraban en la Plaza de Toros de Cáceres.

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