DE LA EMIGRACION CACEREÑA

Al hilo de un anuncio de la Caja Rural Provincial de Cáceres, de señalada presencia a lo largo y ancho de la geografía altoextremeña, incido, de nuevo, en la crudeza migratoria de nuestra tierra tan incrustada en La España Vaciada.

Una forma de tomar presencia y acercarse al mundo de la agricultura y de la ganaderia cacereña, al panorama rural, antes tan consistente, siempre tan esmerado, permanentemente tan trabajador y honrado, aunque sus pueblos, sus municipios, sus gentes, ya comenzaban a padecer en las carnes del paisanaje, los más vehementes zarpazos de la emigración, que se cebaba, sobre todo, fundamentalmente, con nuestras gentes y, más aún, con los brazos más jóvenes y que iban estirándose hacia arriba entre pasiones de aquellos lugares de los que les iba arrancando la llamada de la industrialización, por tantas desatenciones a panorama agrícola-ganadero cacereño. 
Un ámbito rural, el de nuestras gentes y pueblos cacereños, de tanta hondura y generosidad y sacrificio y capacidad de aguante y resignación y desesperanzada esperanza que ya engrosaba, con tanta dureza y severidad, los muy amplios segmentos, caminos y derroteros que hoy, ahora, conforman los senderos de La España Vaciada, de la que tanto se habla ahora… Cuando ya tiene ante sí un panorama desolador y francamente complejo cuajado de interrogantes, ante ese largo abanico de desatenciones, de desprecios, por parte de las estructuras políticas y administrativas…
… Y, atrás, ya iban quedando, cada vez más abandonados, más desolados, el paisanaje, profundamente humano, el campo, extraordinariamente rico, la historia y las páginas de la historia de los pueblos, sencilla, magistralmente inmensas, que se van quedando desde hace unas cuantas décadas, cada vez más arrinconados, entre lamentables silencios y muy crueles olvidos, mientras otros, tantos, callan…
Pero nadie de las altas instancias hizo el menor caso… Qué lástima…!.
¡Cuánta buena gente de las tierras y de las campas y de los pueblos y de los hombres y de las mujeres y de los más pequeños, que siempre soñaron con luchar por, en y con su pueblo, mientras esos procesos industrializadores, alzados por otras regiones de España, les arrancaban  de aquellos lugares en las que les nacieron….!
… Y al mismo tiempo, como gritaban hace un montón de años un grupo de personajes de mi novela «Tierra de silencio», que eran expulsados de sus pueblos, inundados por una lluvia de lágrimas de alma, compungidos en la pena, abrazados a aquellas inmensas tierras cacereñas, gritaban:
— ¿Por queeeeeeeeeeéeee?
Silboteaba el viento que se colaba entre aquellas paredes adornadas con cencerros y velas, c0n lares donde crepitaba la leña de encina, con esa gigantesca multitud de soledades y de estrepitosos silencios, fotografías de los nietecillos creciendo por los páramos migratorios…
… Y, mientras el grito se perdía por las veredas y los andurriales del pueblo, sembrados y crecidos entre nubarrones de olvidos, nadie tuvo el valor de responder tan siquiera.
¡País, paisaje, paisanaje de la siempre tierra cacereña…!

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