Nuestros Maestros Profesores o Enseñantes se esmeraban, entre otros aspectos, en que aprendiéramos a escribir bien. Y, por ello, cuidaban de aplicarnos en la instrucción de la caligrafía, que, al menos en aquellos tiempos, estaba considerado como un elemento fundamental en la formación del escolar.

 

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Uno de los Cuadernos de Caligrafía de Aquellos Tiempos…

Tal cual la Lectura, las Normas de Urbanidad, entre las que se encontraban el Aseo, el Comportamiento y otros, la Aritmética, la Geometría, la Historia Sagrada…

Y en la Caligrafía, muchas veces un suplicio, por aquello de vernos y sentirnos copiar planas y planas, figuraban las variables de la Gótica, propia de amanuenses monásticos, la Americana, con las letras escorándose hacia la derecha, la que llamábamos normal, que consistía en los trazos verticales… Y, al medio, claro es, el aburrimiento, el cansancio y la queja, de nosotros, los escolares…

Y allá que íbamos con los Cuadernillos de la Editorial Rubio, «Cuadernos de Caligrafía«, «Cuadernos de Escritura, Ordinales y Alfabeto», «Cuadernos de Ortografía«, «Mi querida Escuela«, «Ejercicios de Caligrafía«, de Luis Vives… O, también, ¿por qué no, con los cuadernillos del método «Rayas«.

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Carta escrita por el industrial carpintero Alejandro Piñuela en 1905.

Para ejercitarnos en el arte de la escritura los Maestros, además de insistir en las famosas planas, apostaban, también, por el dictado. A veces con una serie de palabras que desconocíamos como meterles mano. Y, de la mano de la caligrafía, ejercitarnos en la ortografía…

Claro que otras generaciones de Maestros y Alumnos, antecesores nuestros, no nos iban a la zaga. Y se conformaban como disciplinados y expertos en el Arte Caligráfico.

Aquí teneis, pues, una muestra, por ejemplo, de varios industriales cacereños con una, cuando menos, bastante buena caligrafía. Las de Alejandro Piñuela, ebanista, carpintero y tapicero, con Almacenes en la cacereñísima calle de Alfonso XIII, es decir, Pintores de siempre, como suelo insistir en mis modestos textos, y con los Talleres situados en la Plazuela de San Blas. La carta que aparece en la imagen está datada, ni más menos, que en el correr del año 1905. Lo que se dice pronto pero que, mirando hacia atrás, ya ha pasado, así, de repente, como si nada, la friolera de ciento once años. Y una carta, al tiempo, en la que destaca su redacción y la exposición argumental de la misma.

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Carta manuscrita del industrial cacereño Jorge Capdevielle y fechada en 1905.

La segunda muestra, que os ofrezco a la izquierda del texto, se corresponde con una carta del relojero Jorge Capdevielle, escrita en el año 1905, tal como se puede apreciar en la misma, y perteneciente a la prestigiosa y siempre artística saga que creara en Cáceres, el fotógrafo francés François Capdevielle.

Jorge Capdevielle se mostraba también como un cacereño, cacereñista y cacereñeador de aquellos Tiempos. ¡Como debe de ser!.

Y perteneciente a una larga serie y saga artística que se iría completando, entre otros, con su hija, Angelita Capdevielle y Borrella, eminente investigadora y folklorista, profesora en diversos Centros, directora de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, que recuperó numerosas canciones, danzas y coplas típicas y populares cacereñas a través de un ímprobo esfuerzo y, a la larga, bien reconocida por la admiración y el aplauso de todos. Y que hoy presta su nombre y apellidos a una calle de la ciudad, además de gozar de la importancia de un monumento. Lo cual denota, sencillamente, la esmerada calidad de su trabajo.

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Rufino Rubio Rosado, otro industrial cacereño con una muy buena caligrafía, como se puede apreciar en este documento de los años 30.

El tercero de los documentos, ya correspondiente a años más tarde, se corresponde con los años treinta de la pasada centuria.

La misma obedece a un escrito con letra de Rufino Rubio Rosado, propietario del popular establecimiento de Ultramarinos, Loza y Cristal, situado en la General Ezponda, número 6.

Don Rufino Rubio Rosado era, a la sazón, de Antonio Rubio Rojas, que alcanzaría el rango de Cronista Oficial de Cáceres, y al que  metería en el cuerpo desde muy pequeño la afición a los toros, asistiendo a su contrabarrera de sol, lindando con la sombra ambos dos. Y por supuesto vecinos los mismos, claro es, de quien esto escribe, allá por aquellos años cincuenta y sesenta, en la calle Margallo de nuestros amores, de nuestras inquietudes, de nuestros sueños, de nuestras andanzas, de nuestros pasos… Y por se iba deslizando el recorrido de la misma, camino de ese futuro que nunca se sabe por dónde lleva sus pasos en el destino de cada uno.

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Otra buena muestra de caligrafía de un industrial cacereño. La de Angel Moure Gómez, en 1934.

Y la cuarta pertenece, tal como se puede apreciar, al industrial cacereño Angel Moure Gómez, con establecimiento de «Ultramarinos y Paquetería«, especializado en «Compra y Venta de Alubias y cereales del país«.

Su carta, que va dirigida a don Alfonso Bazaga Sanguino, está escrita allá en el correr del mes de septiembre del ya lejano año de 1934.

Hoy, pues, va por aquellos Maestros que, de siempre, se esforzaron, y de forma muy esmerada, que conste en acta, en llevarnos por el camino del Arte de la Caligrafía, aunque, en aquellos tiempos, a una buena parte del alumnado, el aprendizaje, el manejo y la paulatina perfección en el ejercicio de la Caligrafía, nos pudiera costar algunos sudores, y un un puñado de lágrimas, que no sangre, como dictaminaría el dicho popular.

Y también va, claro es, por estos testimonios caligráficos, dos del año 1905, uno de los años treinta, sin especificar el año, y el otro de 1934, de la mano de industriales, comerciantes y empresarios del Cáceres de… Aquellos Tiempos.

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¡AQUELLA CALIGRAFÍA…! por JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

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