AY, AQUELLOS COMERCIOS, TIENDAS Y ALMACENES

De repente, apoyado en el Cáceres de Aquellos Tiempos, me he ido paseando, acompañado de la soledad y la emoción, del silencio y el recuerdo, por aquellos comercios, tiendas, almacenes, que tanto nos marcaban el paso de los días.

 

Agencia Rivero, 1950.

Y, claro es, sin que le prestáramos mayor importancia. Cosas, pues, de la niñez, de la adolescencia, de la juventud, del propio caminar sin mayores prisas por el sabor del marco comercial cacereño.

Caminabas por los trasiegos del Cáceres de Ayer. Los que se cobijan encerrados, claro es, en la referencia de la la historia de la ciudad. Y, ahora, la memoria viva te lleva, de forma paulatina, a esa multitud de establecimientos comerciales que decoraban, por allá y acullá, el paso de los pasos, el paso de los andares, el paso de la charla con los amigos y compañeros, sin fijarte, a veces, en que el decorado iría cambiando al cerrarse el telón de las transacciones…

Ahora, pues, a la memoria, lo mismo pueden acudir el Café Avenida que Modas Dioni, mi querida Dioni, la librería de Chelo, que siempre tenía un hilo argumental de sus inquietudes para la tertulia, que la pastelería La Salmantina, de mi querido Jacinto, donde la Sopa de Reina se llevaba la palma, el Vaciador de los soportales, siempre con la siempre amabilísima Geles, la hija de don Juan Checa Campos, y siempre amabilísima, entrañable profesor, la farmacia de Juan Delgado Valhondo o Almacenes Terio, con el panorama de sus tertulias con la presencia de señalados intelectuales, Mabel, la papelería de los recortables infantiles, el bar «La Cueva de Pernales«, incrustado allá en Ríos Verdes, «El Siglo«, que nos marcaba la pauta a los críos de cara a los Reyes Magos, la Relojería Alvarez, adelantando la venta de las localidades para los espectáculos taurinos, el hotel Alvarez, un lugar emblemático y de cita diaria con la actualidad y sus aconteceres… ¡Uf…!

O Casa Severo, por ejemplo, ¡vaya cocina, de lujo y casera!, enclavado en el corazón de la calle Gómez Becerra, o El Requeté, de Getulio, que, a la vista del gentío que se andaba de compras, parece que tiraba la casa por la ventana, o el Almacén de Coloniales Rincón, o la Sastrería Santos, o las parrafadas callejeras de nuestros padres, que empezaban con un «¡Hola!» y acaban un buen rato después, tras un largo recorrido por el estado de los familiares, los estudios de los chicos, los precios del mercado y otras incidencias propias del murmullo callejero de aquella pequeña capital de provincias, que diría ese maestro que siempre fue de los aconteceres y de la vida de esa tipología poblacional como fue, es y será el escritor vallisoletano Miguel Delibes.

O, acaso, recuerdas, tras el cambio del telón social y generacional, a Optica Alegre, la Zapatería El Cañón, la Zapatería Peña, O, sin ir más lejos, el quiosco del señor Cruz, como una saeta nazarena, enclavado en el mismo corazón de la bandeja de la Plaza Mayor, repleto de cromos y álbumes para los chicuelos, con cita preferencial en las mañanas de los domingos, cuando desembocaban las estampas de las colecciones de las aventuras que llevaban a cabo y protagonizaban nuestros héroes del cómic como «El Capitán Trueno«, «El Jabato«, «El Cachorro«, «Pantera Negra«, «Roberto Alcázar y Pedrín«, «El Cosaco Verde«, junto a otros héroes, y, también, junto al torrente de los cromos con las estampas de los ídolos futbolísticos de aquellos tiempos que nos hacían crear ilusiones y fantasías con sus hazañas deportivas: Ramallets, Di Stéfano, Zarra, Collar, Kubala, Campanal, Gainza, Zárraga, Vergés, Carmelo, Zarra… 

O el estanco de Ricardo Durán, con sus escasos ejemplares de los periódicos del día, pero siempre con la palabra amiga, o El Barato, con una llamada de oferta siempre a la clientela, o Mecano, un impulso nuevo en el comercio del Cáceres de Aquellos Tiempos, o la droguería Macedo, o Javier, Establecimiento Fotográfico, o Ultramarinos Jabato, o Librería Bujaco, allá en los soportales de la Plaza, o el Bar Béjar, que se desbordaba en las tardes de fútbol, o cuando se puso de moda la Peluquería Macías, en Avenida de la Virgen de la Montaña, o el escaparate de las tertulias y de las chácharas y de los murmullos que suponía el escenario que se dibujaba tras los cristales del ventanal del Jamec, viendo pasar y desfilar, como se dice coloquial y popularmente, al todo Cáceres, Pintores arriba, Pintores abajo… O, si lo preferís, Pintores abajo, Pintores arriba…   

Teófilo Arias Santos. 1952.

Y también, claro, ese otro puñado de establecimientos: Cabeig, pastelería, El Noticiero, librería, El Pato, bar, La Madrileña, panadería, Toledo, cafetería, Sobrinos de Gabino Díez, ferretería, Rodas, joyería, Acevedo, papelería, Lux, cafetería… Y hasta aquella delegación en Cáceres del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo-Benéficas, donde se echaban las quinielas de tantos sueños, sito en General Ezponda, en la esperanza de alcanzar el pleno de los catorce resultados que resolviera la papeleta de la vida.

Y así podríamos eternizarnos por los derroteros del Cáceres donde, al cabo del paso del tiempo, uno se rodea de esas sensibilidades que tanto le marcaron, mientras sus preferencias se andaban entre el cruce de las miradas de las chiquillas dulces de la juventud, y otros aconteceres de diversas tipologías: Ir a pájaros, los partidos sabatinos en El Rodeo, con porterías de dos pedruscos a cada lado, el partidazo de los domingos en el estadio de la Ciudad Deportiva, el calvario de los libros, –«¡Sr, Gutiérrez, está usted en la higuera, amiguito!», que diría don Rodrigo Dávila, con su perfil doctoral–, o ir estirando el palmito.

O el Almacén de Ferretería y Coloniales de «Patricio Fernández y Cía«, el escaparate fotográfico de Caldera, en la calle Moret, el eco de la moda de Siro Gay, el olor inveterado que emanaba de la dulcería «La Granja», los ecos del murmullo sin parar que se respiraba en el «Bar La Giralda«, los trajes que se lucían desde el cuidado escaparate de «Modas Pérez«, aquellos centenares de libros con el hilo argumental sobre Cáceres en todas sus manifestaciones esparcidos desde las estanterías multicolores de la «Librería Vicente», los vestidos y los cuidados del gusto refinado de «Elpidio y Leo», toda una cita con la moda, cuando Cáceres se estiraba Cánovas arriba… O las citas para pegar la hebra con los amigos en «El Metropol«, o la cordialidad eterna que se rezumaban a través de los mostradores de Galerías Madrid que pusiera en marcha en su día, cuando la calle Barrio Nuevo se llamaba José Antonio Primo de Rivera, y finalizara sus pasos, curiosamente, en la Avenida de Primo de Rivera, esquina a Virgen de Guadalupe, el jerezano Antonio Barrientos Madrid… 

Tiendas, comercios, almacenes, escaparates, que, ahora, inundan los vahos de la memoria del articulista…

Lo mismo que llegan a la memoria los latiguillos y las muletillas de los anuncios y hasta de los runrunes populares que se escuchaban sobre tantos comercios del Cáceres de Aquellos Tiempos: «Su café, café, quiosco Colón«, «Por más vueltas que doy, siempre al Sanatorio voy«, «Arsa Pilili, que el hijo de Galet se va a la mili«, o el de aquella empresa ambulante de noticias que pregonaba en la Plazuela de San Juan la siempre entrañable señora Leoncia, cuando con un puñado de periódicos bajo el brazo gritaba a partir de las siete de la tarde: «¡Extremaduraaaaaaa…!«…

Continuaría, perdón, seguiríamos, en un rosario interminable. Porque son, sencillamente, estampas que todos grabamos en nuestra retina. Puede que pespunteada, tal vez, por unas acuarelillas acuosas…

Pero quizás merezca la pena, en ocasiones, sentarse con la mirada perdida ante el vendaval de los horizontes, ver pasar y desfilar ante uno las secuencias del film de la vida personal, del hilo argumental de, con, por, para, hacia Cáceres… Y que la mente traduzca sus reflejos en pinceladas de sentimientos.

Y tan solo he tirado, mire usted por donde, de unos cuantos recordatorios ilustrativos. Tan solo desde la memoria individual, que bien pueden compartir muchos/as coetáneos/as, mientras, aún no se por qué, voy dando paso a tanto comercio, a tanta tienda, a tantos almacenes, a tantos escaparates en el desfile de la estampa de la memoria.

… Y que, para no engañarnos, también nos iban marcando el ritmo del paso del tiempo en ese inmenso decorado de la escenografía comercial y callejera del Cáceres, ay, de Aquellos Tiempos…

Y que figuran, por supuesto, dentro del álbum de cada uno de nosotros como toda una serie de páginas de relieve, de recuerdo, de caminos, de pasos perdidos, de paseos, de charlas, de tertulias, de miradas contemplativas hacia los escaparates en los que, probablemente, pocas veces recabábamos… Pero que ahora, sin embargo, son como un paisaje anclado en el territorio de toda una vida.

Sencillamente: ¡Estampas plasmadas de la vida, imágenes arrancadas del pasado…! Pero, que, sin embargo, por esas curiosas causalidades quedan y permanecen grabadas, y de qué forma, en la estampa de nuestra estampa. Es decir, en nosotros mismos.

Todo anclado, sí, en el archivo de la memoria que es donde se serena el alma, dibuja los trazos de sus perfiles y diseños, acuarela las tonalidades y da rienda suelta, a la vez y al tiempo, a ese mismo transcurso del tiempo que es y que se llama la edad de un ciudadano por las calles y plazas y comercios y tiendas y almacenes y escaparates y pasajes y parajes y horizontes que se combinan en el Cáceres de Aquellos Tiempos.

Por eso, por ese motivo sin motivo, os dejo aquí algunas otras del Cáceres de Aquellos Tiempos…

Vereis: Agencia Rivero, General Ezponda 2, (1960), Teófilo Arías Santos, explosivos y artículos de caza, San Antón, 23, (1952), Farmacia y Laboratorio Bravo, en la Plaza Mayor 38 y en Arco del Rey, 1, (1950), Máquinas de Coser Alfa, en San Antón, 30, (1945), o Domingo Vela Rey, Almacenes de Coloniales, en Avenida de Portugal 3 y 5 (1950).

Pero como decía el profesor Antonio Machado en su poema «Cantares«, que todos hemos escuchado y cantado en numerosas ocasiones:

Todo pasa y todo queda,

pero lo nuestro es pasar,

pasar haciendo caminos,

caminos sobre el mar.

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AY, AQUELLOS COMERCIOS, TIENDAS Y ALMACENES by JUAN DE LA CRUZ GUTIERREZ GOMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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