Aquellos tiempos, rondando los cincuenta y tantos del pasado siglo, iban siendo de señalada configuración en el esquema futuro de Cáceres.

 

caceres-lasdosciudades1Una ciudad que se abría de esfuerzos, de inquietudes y de ilusiones al futuro. Tanto que un domingo de 1956 el periódico ABC publicaba un amplio reportaje de tres páginas sobre Cáceres. El mismo estaba firmado por el escritor e investigador Valeriano Gutiérrez Macías, se titulaba «CACERES, LAS DOS CIUDADES» y se conformaba a caballo como un repaso por el panorama de la hondura de la historia y el Casco Histórico-Monumental y una incursión entre los trazos del presente y el futuro de la nueva ciudad.

Como una forma de divulgar, a los vientos de toda España, afortunadamente, la mejor imagen del Cáceres de ayer, que en aquel entonces contaba con 55000 almas, y sus aperturas a los nuevos tiempos.

Un reportaje que se abre con una incrustación de Miguel Delibes, ahí es nada, y que dice:

«Resulta cada vez más problemático encontrar en España un rincón tan puro como el de los Palacios, en Cáceres, o una ciudad sin excesivo número de años, por donde no haya entrado ni por asomo el carácter funcional, enterizo y utilitario de la arquitectura moderna«.

Posteriormente señala que el Marqués de Lozoya subrayaba que «después de Santiago de Compostela, Cáceres es la ciudad que mejor conserva el ambiente completo del ayer con su recinto amurallado, sin mezcla de edificios modernos«.

Valeriano Gutiérrez Macías destaca:

caceres-lasdosciudades2«En Cáceres hay que distinguir dos ciudades perfectamente diferenciadas y definidas: La antigua –de los tiempos remotos– y la moderna –de nuestros días–; la primitiva e interior con su cinturón amurallado y dentro de los testimonios fehacientes de las civilizaciones del otrora –sus palacios almenados, altas torres, amplias portaladas, bellísimas iglesias, pinas callejuelas, calles estrechas y tortuosas ennegrecidas por el paso de las centurias, lo que se denomina el barrio viejo, el barrio de San Mateo sin par en la nación, y la de los tiempos modernos o exterior, con sus elevadas y suntuosas construcciones., anchurosas arterias, espléndidas avenidas que hablan de las nuevas exigencias en consonancia con el vivir actual«.

En este último el autor hace hincapié en la toma de conciencia de ese nuevo ceres: «En esta parte moderna puede apreciarse en toda su plenitud la urbe con sus características e importantes edificaciones que suponen una gran mejora y perfección en sus servicios públicos«.

caceres-lasdosciudades3De este modo repasa los ochocientos metros largos de la Avenida de España «con construcciones que flanquean los bellos y cuidados jardines y paseos«, el Instituto Nacional de Previsión –al final de la Avenida de España– como uno de los «edificios monumentales del Cáceres nuevo«, el crecimiento de la Avenida de la Virgen de Guadalupe «con un californiano hotel«, y «el Paseo de las Acacias, tan espacioso como grato«.

Como habla de la arteria de la Avenida de La Montaña donde sobresalen, ya, el Gobierno Civil, la Escuela de Magisterio y los grupos de viviendas debido a la Obra Sindical de Hogar.

También se incrusta por las obras de la Escuela Elemental de Trabajo «que con la Escuela Sindical Virgen de Guadalupe acoge a la adolescencia para adiestrarla en las obras y las artes«, se expande con El Rodeo donde ya se alzaba la Residencia Sanitaria del Seguro de Enfermedad y la grandiosa Ciudad Deportiva, lo mismo que por San Blas ya se alzaba el Seminario Mayor de la Diócesis.

Lo mismo que en la Plazuela de la Concepción se abría la Biblioteca y el Archivo Histórico-Artístico, la Casa de Ejercicios se perfilaba junto al Santuario de la Virgen de la Montaña y se diseñaba el Plan General de Urbanismo.

Como consecuencia se dibujaban los esquemas del Parque Municipal, de la nueva Estación de Ferrocarril, de la nueva Estación de Autobuses, se acariciaba, ya, la Universidad Laboral…

Para finalizar con el siguiente y certero texto de cara a la proyección y el futuro de la ciudad de Cáceres:

«Cáceres muestra una faz nueva y una faz eterna, y, sobre todo, lo que tanto vale y que no es fruto de la improvisación: cuanto en ella hay de ciudad de solera, de distinción y señorí­o«.

 

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