Decir Carlos Callejo Serrano en Cáceres es pronunciar, al tiempo, las palabras historia, arqueología, cacereñismo. Y remontarnos a nombres de tanta importancia capital en la ciudad como Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, Publio Hurtado, Sanguino Michel, Antonio Floriano Cumbreño, Miguel Angel Ortí Belmonte, Valeriano Gutiérrez Macías… Y tantos y tantos, que lucharon, siempre, por hacer cada día Más y Mejor Cáceres.
Aquel barcelonés cálido, amable, servicial, estudioso, inquieto y jovial, que pasó sus primeros años en su ciudad natal, cuando llegó a Cáceres, allá en 1943, como Jefe de Líneas de Telégrafos, y se dio unos paseos de hondura, reflexión y de descubrimiento del Casco Histórico Monumental, descubrió que se estaba enamorando de una ciudad que él mismo denominaba como de apasionante.
Y nada más llegar a Cáceres y descubrirla, paso a paso, en muchos días de silencio, de soledad, de reflexión, como alguna vez le comentara a mi padre, decidió meterse a fondo en la investigación, el estudio, el conocimiento y la divulgación de la esencia histórico-artística que guarda, por los siglos de los siglos, la eternidad y la inmortalidad de Cáceres. Lo que lleva a cabo, para más mérito, mucho más mérito, como recoge su hijo Alfonso Callejo Carbajo en su trabajo «Carlos Callejo, el último humanista«, de un modo completamente autodidacta, ya que las circunstancias de la época le impideron el acceso a la Universidad.
Y es en Cáceres donde contrae matrimonio con Inés Carbajo, cacereña de Acehúche en 1953, teniendo cuatro hijos: Antonio María, Alfonso, Gonzalo y Guadalupe.
Compaginando la vida familiar con su cacereñismo, esto último lo hizo, además, desde sus entrevistas y encuentros hasta la amistad con periodistas, con escritores, con historiadores, con investigadores. Y, al tiempo, en una inmensidad de campos. Porque Carlos Callejo Serrano, una eminencia, una autoridad, un erudito, solo quería vivir para descubrir, segundo a segundo, el paso de la historia por Cáceres. O, como dirían otros, el paso de Cáceres por la historia.
De todo eso se sabe, y mucho, en numerosas tertulias, entrevistas, cafés en el Viena, en el Avenida, en el Jamec, donde escuchaba y aprendía y donde, al tiempo, participaba y hablaba con un gran conocimiento de una ciudad que acabó conociendo mejor que la palma de la mano.
Los periódicos Hoy y Extremadura o la revista Alcántara acogen sus primeras publicaciones de contenidos de señalada inquietud histórica participando en la preocupación de la rehabilitación de aquella Ciudad Antigua, como se la denominaba.
Son años en los que Cáceres, con ese equipo de lujo, en el que participaron numerosos expertos y anónimos cacereños, va pegando el empujón para ser lo que es ahora. Una Ciudad inmensamente bella. Y cuyos frutos se recogen hoy, también, en la muy importante y diríamos que transcendetal repercusión socioeconómica comenzada a adquirir entonces, con fuerza, por Cáceres gracias y a través del lanzamiento de esos nuevos caminos que venían a representar y a con formar los esquemas desarrollistas del turismo histórico-artístico.
Tal es su fuerza por Cáceres, desde su llegada, que ya en 1955 es nombrado Conservador del Museo de Cáceres. Un cargo que le enorgullece y desde el que imprimiría un gran giro al mismo. Quizás porque dedicó todo su tiempo a un Museo a cuyo frente estuvo durante quince años y del que en la misma página web del Museo de Cáceres se destaca que «se constituiría en el verdadero alma y artífice del Museo durante tres lustros fundamentales en la historia del centro«.
Sus estudios, sus charlas, sus investigaciones, su tesón, su constancia, su tenacidad le llevan, ya en 1956, a descubrir las pinturas paleolíticas de la Cueva de Maltravieso, del Paleolítico Superior, lo que le infiere una gran importancia, ya de rango de elevad altura de miras, en el panorama arqueológico y en el histórico, en medio del fervor de tantos amigos que participaban de sus conocimientos, de su amenidad. Y, a la vez, de su sencillez.
Una cueva, situada en lo que hoy es la Avenida de Cervantes, en la zona fue conocida como El Calerizo, que fue ocupada por el hombre y que estudiaron, de forma ilusionada y apasionada, junto a Carlos Callejo, Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, Académico de la Historia, un impresionante pasaje de la historia de Cáceres, Francisco Hernández Pacheco y Miguel Angel Orti Belmonte, director del Museo de Cáceres, junto a la admiración, el aplauso y la aprobación de un descubrimiento de señalada importancia por personalidades del mayor relieve, como el de los profesores Antonio García Bellido y Martín Almagro Basch.
En la misma aparecieron restos humanos asociados a cerámicas así como varios cráneos de Homo sapiens.
El descubrimiento de la autenticidad de dichas pinturas marcan un hito en la historia de Cáceres y de la propia historia de la arqueología en España, campo en el que pasa a ser una voz autorizada y excelente, con el apoyo de las máximas autoridades de la arqueología.
Carlos Callejo, un humanista, un erudito, un gigante de la historia de Cáceres, de su estudio, de su investigación para su mayor engrandecimiento, que se convierte en uno de los grandes altavoces de que había que cuidar al máximo a Cáceres, junto a los ya citados anteriormente, que pasaban por respirar los mismos anhelos e inquietudes. Y tantos nombres que no caben en este pequeño repaso a la historia local, una ciudad inmensamente bella.
Posteriormente es nombrado Delegado de Excavaciones Arqueológicas y secretario de la Comisión de Monumentos, llevando a cabo un intenso trabajo, de gran entrega y dedicación a la mejor causa histórica de Cáceres, y cuya presidencia alcanzaría el año 1976.
En el camino de su más que fecundo trabajo, van quedando numerosos artículos, cientos de entrevistas, muchas gestiones, muchos afanes por la causa y el servicio en favor de Cáceres, libros, trabajos, seminarios, conferencias, coloquios
En función de los méritos que va acumulando, en el transcurso de cada día y en el correr de los tiempos, en el año 1957 pasa a ser Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Todo un lujo y un honor. Y, por supuesto, un merecimiento de relieve.
Posteriormente y en el período comprendido entre 1970-1979 dirige, con señalado acierto, la revista Alcántara, de la Diputación Provincial de Cáceres. Ciudad de la que es nombrado Cronista oficial de Cáceres en el año 1974.
Carlos Callejo Serrano, aquel Jefe de Líneas de Telégrafos, que llegó a Cáceres en 1943, se vestía de oro y pasión e inquietud por Cáceres mientras sonreía de satisfacción conociendo la paulatina rehabilitación del Casco Histórico-Monumental, en lo que coincidió con tantos y tantos cacereños, con señaladas ayudas desde el Gobierno, afortunadamente, iban quedando muchos frutos, en forma de premios, de galardones, de distinciones y de publicaciones.
Ya fuera el libo titulado «Cáceres Monumental«, «El ajedrez romántico«, «La Cueva Prehistórica de Maltravieso, junto a Cáceres«, «El origen y el nombre de Cáceres«, «Extremadura» y otra larga serie de publicaciones..
Mientras tanto Cáceres le palpita en el alma de sus inquietudes. Tanto que en el año 1982 se le otorga una muy reconocida y merecida Medalla al Mérito Turístico, en su categoría de Plata, y que le entregó Su Majestad la Reina Doña Sofía. Y, posteriormente, en 1983 alcanza la distinción de Académico de número de la Real Academia de Extremadura de las Artes y las Letras con un discurso que todos calificaron de brillante y de acertado: «Paladínes sin suerte: Los conquistadores extremeños«.
Pero en Carlos Callejo Serrano hay algo más que bulle en el el interior de sus inquietudes. Más allá de sus investigaciones, de sus testimonios, de sus numerosas publicaciones. Era, sencillamente, la pasión por la vida. Por lo que hasta en los muy escasos y raros ratos libres que le dejaba la voz, el grito y la llamada de Cáceres sobresalen sus conocimientos sobre astronomía, su afición por la entomología y con preferencia por las mariposas, su cultivo intelectual del ajedrez, sus versos, que rompían en las altas madrugadas del silencio, eterno, siempre, de Cáceres.
En el año 1993, sin embargo, lamentablemente, tras una vida plena de intensidad y de la más firme y constante pasión cacereña, lo que nos honra a todos, su voz, sus inquietudes, sus pasiones y su figura, sencillamente impresionante, se apagaron para siempre.
Anteriormente había sido distinguido con el nombramiento de Hijo Adoptivo de Cáceres, por unanimidad de todos los grupos políticos representados en el Ayuntamiento de la ciudad. En este sentido es de destacar que el presidente de la Comisión correspondiente, Teófilo González Porras, dejaba constancia expresa del mismo señalando lo siguiente: «Nuestra ciudad, en su conjunto, ha sido beneficiada del trabajo honesto, continuado y generoso de este ilustre cacereño de vocación, ya que no de nacimiento, a cuyagratitud no sabríamos cómo corresponder».
Pero quedó, afortunadamente, como testigo de honor ante las páginas de la historia de Cáceres, y de su propia evolución y rehabilitación, todo un gran legado de rigor que demostraba, sin ambages, que Carlos Callejo Serrano, desde que llegó a Cáceres, desde que la recorrió una y mil veces pensando en la inmensidad de la belleza de las páginas que albergaba en su interior, desde que un buen día la descubrió, gracias a haber sido nombrado Jefe de Líneas de Telégrafos, trató de hacer cada día Más y Mejor Cáceres, a base de una entrega, de una serie de trabajos, de un sin vivir y de un sin parar con el objetivo de irle prestando e imbuyendo a la ciudad de Cáceres todo cuanto sus compañeros y él mismo consideraron, de siempre, como un acto de justicia para una ciudad que merecía el sitio que hoy ocupa.
Una persona, Carlos Callejo Serrano, que se entregó a Cáceres con toda la hondura del amor, el sentimiento y los sugerentes atractivos que sintió por la misma.
Asimismo es de subrayar su pasión por la naturaleza dejando constancia expresa de que el paisaje y el campo extremeño le llevaron a residir en Cáceres.
También tuvo tiempo, incluso, para ser un verdadero experto en micología, conocedor de la entomología y con preferencia por el estudio de las mariposas, llegó a publicar un muy riguroso catálogo de lepidópteros diurnos de la provincia de Cáceres, fue un apasionado de la astronomía, se fabricó su propia radio-gramola, era un apasionado de la música clásica, del estudio de las combinaciones quinielísticas y hasta le atraía de modo profundo la historia y el juego del ajedrez. De tal modo es así que, incluso, llegó a dar partidas simultáneas y a ciegas, siendo un señalado jugador y hasta escribió el libro «El ajedrez romántico», publicado el año 1951.
No podemos dejar atrás tampoco, en este recorrido por la trayectoria, la vida y la semblanza de don Carlos Callejo Serrano que también fue un gran fotógrafo. Y que a lo largo de tantos años de cacereñismo sobresaliente, lleno de pasión por la ciudad, como ya queda constancia, se encargó, como decía con frecuencia, de retratar, por adecuarnos al término de entonces, las bellezas pétreas y monumentales de Cáceres.
Como es, por ejemplo, el caso de esta fotografía, con la belleza del blanco y negro, y la imagen del Convento de San Pablo. Uno de los lugares y uno de los rincones más hermosos del Casco Histórico-Monumental de Cáceres y a cuyo cuidado y vigilancia se encargó a través de sus estudios, de sus inquietudes, se sus investigaciones, de su pasión por una Ciudad que tanto le debe y que siempre le correspondió con el mayor cariño y agradecimiento.
CARLOS CALLEJO, UNA PARTE DE LA HISTORIA DE CÁCERES by JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.