CARTEL DE LA FERIA TAURINA DE 1935

La Feria Taurina del año 1935, enmarcada dentro de lo que se denominaban Ferias y Grandes Fiestas Hispano-Portuguesas, nombre que le imprimió Antonio Silva Núñez, en sus tiempos de alcalde, se conformó con un extraordinario cartel, obra del prestigioso artista Carlos Ruano Llopis, (Orba, 1878-Méxio, 1950), considerado como uno de los más grandes en el panorama de la cartelería taurina.

Cartel de la Feria Taurina de Cáceres, 1935, por Ruano Llopis.
Cartel de la Feria Taurina de Cáceres, 1935, por Ruano Llopis.

Un esfuerzo, el del logro del artista, que realizó el cartel a instancias y sugerencia del regidor, Antonio Silva, uno de los de mayor relieve en la historia de la alcaldía cacereña, que se volcó con la ciudad y que hoy deja incrustado su nombre en el callejero.

Carlos Ruano Llopis, que trabajó en una fábrica de abanicos, quiso ser torero, pero se quedó en la encrucijada del camino, hasta que un día se perfeccionó en la disciplina de la pintura, logrando recrearse, nunca mejor dicho, en la suerte de la cartelería taurina, soñando con pases de alhelí entre los pinceles. Tanto y tan hermosamente que descolló en la pintura taurina como uno de los más grandes…

Conocedor de ese auge del artista y queriendo imprimir el mayor y mejor sabor a la dinámica ferial cacereña Antonio Silva Núñez y el empresario de la plaza de toros convencieron al artista que, hasta donde cuentan las crónicas, se volcó de mil amores en el intento de elaborar el Cartel de la Feria Taurina, y con una estampa, además, de señalada curiosidad.

Y Carlos Ruano, (Orba, Alicante, 1878 – México, 1950), lápiz y pinceles en la mano, recreó una estampa curiosa, de extraordinaria fuerza y de marcada peculiaridad, como la de un peón de una cuadrilla tratando de saltar a la arena mientras un espontáneo daba una giraldilla al astado, tal como se nos muestra en el original dibujo.

Fue uno de los miembros más destacados de la Edad de Oro de la Cartelería Taurina, entre la Dictadura del General Primo de Rivera hasta la Segunda República, y en la que destaca su fuerza impresionista y, al tiempo, luminista, así como la belleza de la luz mediterránea.

Su primer trabajo de relieve fue con motivo de la despedida del afamado Ricardo Torres «Bombita» de los ruedos. Y de ahí en adelante toda una carrera de encargos, de carteles, de estampas, de postales, de ilustraciones taurinas que iban apareciendo en periódicos y revistas del calibre de prestigio como «Blanco y Negro«, «El Ruedo«, «El Clarín» o «La Esfera«, en exposiciones, y destacando, siempre, su exquisita sensibilidad, creatividad, composición, tonalidades de color y, sobre todo, la fuerza y la garra taurina de quien llevaba, dentro de sí, alma torera.

En su obra, también, sus libros «Mi tauromaquia» e «Impresiones del naTural«, y el cartel de la película «Sangre y Arena«, basada en la novela de Blasco Ibáñez.

Ya cuenta la historia que la Edad de Oro de la Cartelería Taurina oscila entre la Dictadura del General Primo de Rivera hasta la Segunda República, y en la que destacan, de forma cualificada y manifiesta, las pinturas de Carlos Ruano Llopis, un pintor impresionista y, al tiempo, luminista, en la escenografía y el lienzo de los toros, destacando siempre, sobremanera, la belleza de la luz mediterránea.

Lo que no fue óbice, por cierto, para que también destacara en la pintura en general, como su retrato sobre Niceto Alcalá-Zamora, que hoy figura en el Congreso de los Diputados, o el que le hizo a Simón Bolívar.

Una Feria Taurina, aquella del Cáceres del año 1935, en la que hicieron el paseíllo los diestros Cayetano Ordóñez «Niño de la Palma«, Antonio García «Maravillas«, Curro Caro, Fermín Espinosa «Armillita Chico» y Domingo Ortega. También se celebró una becerrada con la actuación de la rejoneadora Santullano y las hermanas Palmeño.

Y si las Ferias cacereñas lucían la referencia, además, de Grandes Fiestas Portuguesas, ese mismo año, coincidiendo con el comienzo de la Feria, se inauguraba , también, la Avenida de Portugal gracias a la iniciativa, al tiempo, de Antonio Silva Núñez.

Un genio, pues, en el hilo argumental de la Feria Taurina de Cáceres, gracias, sobremanera a la insistencia de Antonio Silva Núñez, aquel alcalde de la ciudad que dedicara un día de la Feria a Portugal, una tierra que de siempre le sedujo, hasta el punto de crear la cátedra de Lengua Portuguesa en el Instituto General y Técnico de la ciudad, del que fue catedrático de Física y Química y director, como le enamoró, de forma apasionada y laboriosa, de mil inquietudes y proyectos, Cáceres, que fue artífice del hermoso e histórico enlosado de la bandeja de la Plaza Mayor, que figura en los anales, y que un día se llevó por delante el viento de las incomprensiones, y que siempre, siempre, siempre, se distinguió por ser todo un esmerado luchador y comprometido, también siempre, en la defensa de los intereses de la ciudad.

Antonio Silva Núñez, además de alcalde en dos períodos diferentes, como son los que van entre 1923-1924 y y el correspondiente a 1934-1936, desempeñó, entre otros cargos, los de consejero fundador de la Caja Extremeña de Previsión Social, una obra de un cariz extraordinario y aplaudido por todos, director de la Escuela Elemental de Trabajo, de la Estación Meteorológica, de la Escuela de Maestría Industrial….

Y, además, por cierto, un contertulio de los buenos, de los del Cáceres de Aquellos Tiempos, cuando se reunía a echarse un párrafo, de esos sin prisa alguna, y pegar la hebra con personajes notorios como eran, por ejemplo, Antonio Reyes Huertas, escritor y a la sazón director del periódico «Extremadura»,  con el vate Jesús Delgado Valhondo, que me dejara estampada su firma en algunos de sus libros con la poesía de su palabra, con el historiador Miguel Angel Orti Belmonte… 

¡Ay, aquella Feria de 1935, que relatan las deliciosas crónicas periodísticas de los informadores en medio del bullicio, la jarana, el ruido, las atracciones, los conciertos, el parque ferial del Rodeo, los bailes de los Círculos, las verbenas, las cucañas, el rumor del gentío, los efluvios de las miles de cabezas de ganado, la fiesta de los toros, el clarín anunciador de los festejos y que se diseminaba por los cuatro puntos cardinales de la ciudad…

«¡Cáceres, mi querido Cáceres!», que repetía con frecuencia aquel extraordinario regidor que fue Antonio Silva Núñez.

 

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CARTEL DE LA FERIA TAURINA CACEREÑA DE 1935 by JUAN DE LA CRUZ GUTIERREZ GOMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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