En mi estudio vecinal y comercial sobre la calle Moros o Margallo, del Cáceres de Aquellos Tiempos, aparecen, al menos, hasta seis jóvenes que dedicaron una buena parte de su tiempo, de sus esfuerzos y de sus ilusiones, al bello deporte de la canasta.

José Luis Pérez Cambero «Perche».

Aquel baloncesto local del Cáceres de Aquellos Tiempos, con la destacada defensa del mismo por personajes señeros, jabatos y luchadores, todos ellos, como los que representan, ni más ni menos, que los nombre de Francisco González, más conocido como el señor GonzálezSalvador Lucas, Buhigas, el padre Agustín Barrios, Frades, Martín Rojo, y otros muchos, ante los que hay que descubrirse en el homenaje del agradecimiento y el recuerdo. Porque lucharon lo indecible y que, nunca mejor dicho, abrieron unos surcos en el camino en el que todos aportaron lo más apasionante de sus inquietudes baloncestísticas en Cáceres.

De tal forma que, salvo alguna distancia generacional en algún caso, los seis jóvenes de referencia, que más adelante mencionaremos, pasaron a formar parte de las glorias de siempre del baloncesto cacereño, y que podrían haber formado y conformado, quién sabe, el Club Baloncesto Calle Moros.

Y que, a tenor de los nombres que podrían haber compuesto el Club Baloncesto Calle Moros, qué duda cabe que hubiera podido haber dado su buena guerra en aquellos campeonatos locales entre gritos de aliento por los seguidores y en defensa de los colores del equipo de aquella calle por la que tanto patearon, corrieron y soñaron para mayor gloria del baloncesto de la ciudad.

Ahí estaban los nombres de unos tipos y jóvenes como Esteban Ayúcar de Soto, que diera sus primeros pasos en el equipo de Acción Católica, en aquella estrecha cancha del patio en el Palacio de la Generala, y de José Luis Pérez Cambero, conocido desde siempre, por todos, como Perche, hijo de Telesforo Pérez, con tienda de ultramarinos en la calle José Antonio, hoy Barrio Nuevo.

O el combativo Rafael Rodríguez Salas, (fallecido en el año 2016) que pasó de las canchas a los despachos de la Administración, alcanzando en su días la Secretaría General de la Federación Extremeña de Baloncesto y al que un día le otorgaron la Primer Insignia de Oro de la misma…

Un gran amigo de mi juventud, todo pundonor, todo vitalidad y todo, evidentemente, generosidad y entrega por el baloncesto.

Figuras de la historia del baloncesto local. En este caso concreto, en el de los jugadores de la calle Moros, que, en definitiva, es el nombre popular por el que todos conocíamos a la calle General Margallo.

Más allá, en ese recorrido de los jugadores de baloncesto de la calle Moros, que tanto y tan intensamente se batieron el cobre en defensa de los colores de sus equipos, honrando,a la vez, a la calle y a la historia del baloncesto en la ciudad de Cáceres, años sesenta y setenta, aparecen los surcos de otros nombres legendarios que entregaron lo mejor de su juventud al enriquecimiento de la afición en el deporte de la canasta.

Algo, claro es, que siempre hemos de agradecerles. Aunque sea desde este recuerdo.

Y entre ellos, también, Bernardo Cascos Barra, hijo de Bernardo Cascos Paulín, con tienda de ultramarinos en la calle Moros/Margallo, junto a la sastrería Hinojal, y el domicilio del doctor y caballero legionario Luis María Gil y Gil; esto es, justo enfrente de la callejina y que comunica la calle Margallo con la de Barrio Nuevo (entonces José Antonio).

Bernardo Cascos, hijo, que se inició en las canchas del Colegio de San Antonio de Padua, se distinguió por su raza baloncestística, y se comprometió tanto en el baloncesto hasta que logró alcanzar, a base de amor propio, el sueño que siempre anheló. Jugar en el San Fernando Club Baloncesto.

Otro nombre de ese imaginario equipo del Club Baloncesto Calle Moros sería, en este relato por el Cáceres de Aquellos Tiempos, en la calle Margallo, el de un tipo de señalada factura y condición humana como el que aportaría Manuel Arroyo Fernández, siempre Lete para todos. Una persona agradable, cordial, cercana a todos. Hijo de José Arroyo, veterinario, y Josefa Fernández, maestra.

También, claro es, el de Luis Guillén Zancas, hijo de José Guillén, habilitado de Clases Pasivas, con despacho en Margallo, junto a la Comandancia de la Guardia Civil, y de Petra Zancas, compañero de pandilla, de cuyos avatares conocíamos y sabíamos desde la amistad vecinal más próxima y cercana.

Todos ellos, puedo dar fe, personas de excelente factura humana. Y todos ellos, puedo dar fe, muy buenos jugadores que siempre se dejaron la piel en las canchas.

Hoy, pues, en este paseo por el recuerdo de las páginas de la historia del Cáceres de Aquellos Tiempos va por ese imaginario Club Baloncesto Calle Moros.

Un equipo, que, a buen seguro, hubiera conseguido los mejores logros, a pesar de la dura competencia de tantos jóvenes en tantos otros equipos por el panorama baloncestístico del Cáceres de Aquellos Tiempos. Y donde brillaban los nombres de mis queridos amigos Enrique Candela y Jesús Luis Blanco Morales, Fede Ballell, compañeros de bancada bachiller, Tomás González y otros, que un poco antes, habían impregnado, también, la ciudad, del mejor baloncesto cacereño en Aquellos Tiempos, donde se injertaban Angel Salgado, Valhondo, Pepe Manteca, Agusti, Teodoro Casado, Félix Candela, Cipri, Acebes, Nandi Candela, Santos Chaso Criado, Juan Palomino, Joaquín Sánchez «Terín», Paco Ovejero…

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