CURIOSIDADES DIVERSAS SOBRE CACERES (3)

El tercer capítulo de la serie «Curiosidades Diversas sobre Cáceres», se inicia con las recomendaciones que, en el Cáceres de Aquellos Tiempos, se hacían para que, ante la falta de apetito y la desgana alimenticia de la chiquillería, los mismos tomáramos jarabe Ceregumil.

ESTAMPAS CACEREÑAS EN CEREGUMIL (AÑOS 20 AL 40)

En este camino de Curiosidades es de señalar que un día del correr de aquellos años veinte aparecía en el mercado, junto al jarabe de Ceregumil, una lámina con el escudo de la ciudad de Cáceres y la bandera de España, con un largo espacio para notas, y que fue acogida, como es lógico, con una gran curiosidad, orgullo y satisfacción por parte de todos los cacereños.

Un tónico o jarabe que inventara, allá por 1907, el boticario granadino Bernabé Fernández Sánchez, con despacho en la localidad cordobesa de Montilla, y que estaba conformado de la maceración de extractos de trigo, cebada, maíz, avena, judías, lentejas, miel, azúcar de caña y agua. Con su fórmula el boticario salvó la vida de su hijo por intolerancia gástrica y desnutrición.

El resultado y el correr del tiempo se extendió y dio tal resultado que de la modesta botica se expandió por todas partes, que concluyó, inicialmente, con la creación de una fábrica en Málaga.

Asimismo la apertura de la fábrica se iba complementando con una serie coleccionable de cromos, postales y estampas que iban haciendo las delicias de la chiquillería.

Como siempre.

De tal suerte fue su evolución que su creador también apostó por la fórmula publicitaria combinada con el producto. Lo que hace incrustando láminas, cromos y postales provinciales de diferentes temáticas.

En esta misma línea, posteriormente, dentro de una tirada y colección especial protagonizada con la imagen de numerosas Vírgenes y Patronas de diferentes y variados pueblos de España, aparecía una lámina, ahí es nada, dedicada a la Santísima Virgen de la Montaña, siempre de señalado esplendor, y cuya imagen es la que podemos apreciar, precisamente, en esta fotografía de la izquierda.

Una estampa, igualmente, asimismo, que la aparición de la primera lámina que dedicaba productos Ceregumil a Cáceres, que fue acogida con una gran expectación, interés, y, en este caso, con una muy especial devoción por parte de todos los cacereños y cacereñas, que durante mucho tiempo tuvieron esta imagen de la Virgen de la Montaña sobre la mesilla de noche, incrustada en el espejo de un aparador, en la cartera o en el bolso… Y con ese aroma de la más profunda sensibilidad que siempre imana de la imagen de la Virgen de la Montaña.

Tal cual es la devoción de todo Cáceres, de siempre, con su Patrona, hacia la que vuelan, constantemente, plegarias, oraciones, peticiones y preces.

Y la tercera presencia de Cáceres en productos de la marca Ceregumil es el cromo que apareció en su día con el número 14 de la colección Regiones de España, allá por los años cuarenta, y que se adornaba con el dibujo de una pareja con el traje típico y un mapa provincial.

Una estampa de gran belleza y colorido donde destaca y sobresale ese especial tipismo de una elegante vestimenta y el mapa de la geografía provincial cacereña, en el que figura su extensión y el número de habitantes, que, en aquel entonces, alcanzaba las 542.000 personas en la suma de todos los pueblos y ciudades.

El reverso de la misma lámina se conforma, tal cual se puede apreciar, de una pequeña descripción orientativa alrededor de la provincia de Cáceres.

Un jarabe, Ceregumil, que servía de refuerzo para abrir el apetito en Aquellos Tiempos.

Y que hoy, con ciento diez años de andadura, se conforma, asimismo, de productos dietéticos o complementarios, con extraordinarias demandas procedentes de todos los lugares del mundo, habiendo abierto el abanico de su oferta a una diversidad de campos como la menopausia o la lactancia.

BERNAL, OTRO FOTOGRAFO DE AQUELLOS TIEMPOS

A principio de los años 60 se llegó desde Ceuta hasta Cáceres, con su cámara en ristre, Manuel Sabio Bernal (1931-1987). Y que, desde muy pronto, nada más instalarse con sus primos en la calle Margallo/Moros, se echó a la calle a buscarse las lentejas.
 
Conocido como Bernal y en base a su trabajo, constancia, cordialidad y una manifiesta simpatía fue abriéndose un hueco, paulatinamente, en medio de ese difícil y competitivo campo como el que suponía el panorama fotográfico del Cáceres de Aquellos Tiempos.
 
Buscaba clientes por la calle con una amplia sonrisa, sobre todo a las madres con el argumento de «¡Una fotografía para el niño…!«, llamaba a las puertas de los colegios para las fotografías del curso, de los hoteles para las celebraciones, de las iglesias para las comuniones…
 
Poco a poco se fue convirtiendo en otra imagen del paisaje humano y popular de Cáceres, abriendo las puertas de su estudio en el número 6 en la prolongación de Reyes Huertas.
 
Con esfuerzo, generosidad y calidad se ganó el respeto de Cáceres. Y pasó a formar parte del libro de los fotógrafos cacereños donde figuran tantos e ilustres nombres.
 
Bernal fue uno de esos fotógrafos que se dejó el pellejo en el camino. Un sendero que iba regando con goterones de sudor. Pero eso, a nuestro artista, cámara al hombro, no le importaba lo más mínimo. Entre otros motivos porque su tipología era de natural, extrovertida, afanada y animosa para todos los aconteceres fotográficos.
 
Manuel Sabio Bernal, sin embargo, nos dejó, lamentablemente, demasiado pronto.
 
Pero en Cáceres quedó grabada, eso sí, su calidad humana y su empeño artístico.

 

 

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