DE CACERES, EL CIELO

Abro la ventana del silencio en el eco de esta tarde de Semana Santa. Miércoles. Miro al cielo con toda la fuerza que hay en mis adentros… Una estampa enorme de cielo, etern0, de Cáceres…

… Y se hace la luz, entre azul suave y pálido de una inmensidad de emociones. Como toda una pincelada de pasión, como toda una pincelada de vida, como toda una pincelada de ese cielo, Cáceres, que se abre hacia los mares, de los propios cielos, como una proyección de hermosura y belleza, de amor… Sí, de amor infinito por esas campas que se amamantan, cada día, cuando se alza el día con las primeros rayos del amanecer, cuando el atardecer, cuando la noche…

Sí, siempre…

Cáceres se abre y se ofrece y navega por el aire de los cielos –¿o por los cielos del aire?– propagando esa bella tonalidad que un día se esmaltó con la calma y la dulce, serena, profunda tonalidad de un azul tan espontáneo, y sin embargo, de siempre, que uno se pregunta: Cáceres ¿estás en los cielos?

Sigo mirando sin pestañear… Insistiendo en la mirada de fondo, que se cruza por la navegación existencial de la vida, remando entre calles, Cáceres, que me llenaron, que me llenan y que me seguirán llenando de vida…

Se escucha tanto y tan intensamente el silencio azul del cielo que sus olas, tan suaves y mimosas, caminan entre las aguas de los azules eternos que hay incrustadas entre las brisas de las miradas, entre las pinceladas de los dioses de la naturaleza, entre el azul azulado de los azules, inmensos, de tu cielo…

¡Cómo camina y se perfila tu cielo, nítido, cruzado por esos segmentos de nubes blanquecinas que se pierden en tus azules de todos los colores tan azulados de tu cielo…!

Y es que Cáceres, sí, Cáceres, la tierra en la que nacían los dioses, la fantasía heroica, es cielo abierto de azul, como otras veces revolotean los colores de tantas acuarelas que esa amalgama de azules se tornasola con espectacular belleza…

En el aire el eco de las campanadas de la tarde, primaveral, de hoy, 31 de marzo… El cielo azul envuelve la magia, con ese celofán de genuinas estampas que se abren desde la ventana de una mirada que, afortunadamente, se convierte y transforma en eterna en el anhelo y el deseo de alcanzar los horizontes más lejanos de tus azules, siempre hermosamente cacereños…

Son, siempre, los cielos de Cáceres, con esta silueta de azul y unos matices blanquecinos de nubes…

El cielo, genuinamente hermoso, genuinamente abierto, genuinamente azul, de los azules primaverales de Cáceres que se barnizan con matices blanquecinos…

Miércoles Santo de Cáceres. Azul cielo y tímidas aguas blancas que cruzan y atraviesan las oleadas de la mar entre los pueblos de un Cáceres abierto con sus ventanales de par en par hasta lo infinito…

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