EL ALCALDE Y LOS FESTIVALES FOLKLORICOS HISPANOAMERICANOS (1961)

En el año 1961 se celebraba en Cáceres el IV FESTIVAL FOLKLORICO HISPANOAMERICANO-LUSO-FILIPINO, que, como siempre, en todas sus ediciones, gozó de una extraordinaria aceptación popular, con toda la ciudad volcada en los mismos.

Unos Festivales de una más que extraordinaria sensibilidad e identidad folklórica al son de bandurrias, guitarras, arpas, maracas, acordeones, gaitas, flautas, tamboriles, panderetas, chistus, trompetas, maracas y toda una larga serie de instrumentos musicales entre jotas, merengues, fandangos, corridinhos, tangos, muñeiras, jarabes tapatíos, tamboritos y, asimismo, toda una inmensa muestra de danzas, conformadas de una extraordinaria belleza, en el marco de la identidad de las tradiciones y de los pueblos participantes en un Certamen que caló, muy hondamente, y de qué manera, en el alma y en los sentimientos de todo el pueblo cacereño.

Un pueblo, que desde la primera edición de los Festivales Folklóricos, que tuvo lugar en el año 1958, muchos, aún, recordamos la preciosa estampa de los Indios Voladores, de México, en el incomparable marco de la Plaza Mayor.

La ciudad de Cáceres adquirió, desde aquel entonces, un poco ya lejano en el tiempo, el rango y la denominación de Plaza Mayor de la Hispanidad. Tantos años después, aún retumban en el escenario y en la sensibilidad de todos los cacereños, los ecos de aquellos Festivales que marcaron, de una forma extraordinariamente intensa, el ritmo de la ciudad durante largos años…

… Unos Festivales de un marcado colorido, en el transcurso de una alegre Fiesta con la participación a todas horas de miles de cacereños que admiraban, se entusiasmaban y aplaudían las danzas folklóricas del mundo hispanoamericano, luso y filipino, en el muestrario de su gran diversidad, con cita en cualquier escenario de la ciudad de Cáceres –la Plaza Mayor, los rincones de Ciudad Histórico-Monumental, el escenario de la Plaza de Toros, donde se celebraba el magno certamen–.

Y que, siempre, finalizaban con aquel impresionante y emocionante «Redoble«, la jota más típica y popular del folklore cacereño, convertida en el himno de los Festivales Folklóricos, con la participación de todos los espectadores, mientras los mismos acompasaban con sus palmas y cantaban el estribillo a voz en coro:

Redoble, redoble, vuelve a redoblar,

con ese redoble, me vas a matar.

Me vas a matar, me voy a morir,

con ese redoble, vuelvo a repetir.

Y así, incansablemente, mientras el grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres, con Pepi Suárez a la cabeza como directora, y Fito Romero, como director de la rondalla, iba trenzando por el coso taurino una mágica serpiente multicolor en la que tomaban parte prácticamente la totalidad de los danzantes y participantes en el Festival Folklórico celebrado, siempre, bajo el denominador común de la hermandad. Algo que quedó patente y grabado desde la celebración de la primera edición.

Hasta que, lamentablemente, un día cualquiera el viento de lo desconocido, ay, se llevó el Certamen por los penosos senderos del silencio al baúl de los recuerdos. Un tiempo de hechizo que hoy tantos y tantos recuerdan y añoran porque los Festivales Folklóricos Hispano-Americanos-Luso-Filipinos habían alcanzado una extraordinaria acogida en el seno y en el marco de la ciudad y en todos los cacereñosç, que, también, desde siempre, se distinguen por su hospitalidad.

En la fotografía, correspondiente al año 1961, podemos apreciar a don Casto Gómez Clemente, entonces alcalde de Cáceres, bailando con una joven ataviada con el traje típico de Monterhermoso durante la clausura del Festival Folklórico.

NOTA; Mi más profundo agradecimiento a Carmen Espárrago por la aportación de tan histórico, curioso y señalado documento fotográfico.

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2 comentarios

  1. Carmen Espárrago Saborid

    Ha sido un honor colaborar contigo .

    • Muchas gracias, queridos Carmen y Julio, por vuestra generosidad y sensibilidad, por vuestra aportación, en este recorrido en el que tan solo trato de hacer justicia a tantos y tantos que se dejaron el alma trabajando, afanosamente, por Cáceres. Es un placer repasar la vida y la biografía de don Casto, saber de sus aportaciones a la ciudad y recuperar su profunda dedicación al municipio cacereño que, en mi modesta percepción, se encuentra en deuda con el trabajo y la defensa de don Casto que llevó a cabo, sencillamente, y nada más y nada menos, que por una ciudad eterna que se llama Cáceres. Un gran abrazo. Juan de la Cruz.

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