El Nano se configura como todo un personaje popular en el Cáceres de Aquellos Tiempos. Bonachón y sencillo, humilde y cuajado de hondura y raigambre cacereña,  de esa humana ingenuidad que le acercó a todos, con lo que se ganó el cariño, al tiempo, del vecindario, en los paisajes y los parajes humanos del Cáceres de Aquellos Tiempos. Aquí os dejo mi artículo, titulado «El Nano», que aparece hoy, 21 de marzo de 2019, en el periódico regional extremeño «Hoy».

Mariano Amaral, el Nano, (1932-2011) fue un predicador, un icono del Cáceres de Aquellos Tiempos, que se distinguió por sus continuas ‘homilías’ plagadas de bondad, ingenuidad, sencillez y, sobre todo, por su pasión por la Virgen de la Montaña y estampas, haciendo de ello un modo de vida que pregonó por todo Cáceres.

Un personaje popular, de relieve, querido por todos los cacereños, y sobre el que un día Juan Carlos Fernández Rincón, coronel, mayordomo de la Cofradía de la Virgen de la Montaña y presidente del Banco de Alimentos, se propuso sacar a la luz una serie de testimonios e inmortalizar su figura.

De este modo en la próxima Feria del Libro de Cáceres se presentará la obra titulada ‘Mariano Amaral, el Nano, un hombre bueno‘, coordinado por Fernando Jiménez Berrocal y Juan Carlos Fernández Rincón, con textos suyos así como de conocedores de la figura del Nano, como Fernando García Morales, Paco Mangut, Santos Benítez y otros, y cuyos fondos irán destinados al Banco de Alimentos.

El Nano logró conciliar la identidad de todo Cáceres, dibujándose en el libro un trabajo sobre su exquisita factura humana por las callejuelas y plazoletas de la ciudad, quedando perpetuado nuestro personaje que supo abrir las puertas de la sensibilidad y hondura de los cacereños.

Entre otros motivos porque fue, sencillamente, un hombre bueno, de piadosa imagen que con sus ‘homilías’ rendía tributo de amor y de fe.

El Nano también era referente de que sus salidas procesionales daban pábulo a que se avecinaba lluvia, lo mismo que se popularizó la frase: «Ser más cacereño que el Nano».

Un Nano que no se cansaba de repetir constantemente:

Virgen de la Montaña,

Virgen bendita,

vela por tus hijos,

desde tu ermita.

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