EL TORNO DEL CONVENTO DE SAN PABLO

El torno del Convento de San Pablo es, de siempre, por la exquisitez de sus dulces, uno de esos lugares más sugerentes y emblemáticos de la ciudad de Cáceres. Y que conocí, apenas con cuatro o cinco años, de la mano de mi madre, siempre tan golosa y devota del Convento.

 

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El torno del Convento de San Pablo es, desde siempre, por la venta de ricos dulces, uno de los lugares más sugestivos en el corazón del Cáceres Monumental.

Allá en el Casco Histórico se encuentran los Conventos de San Pablo, que ocupan las Clarisas, y el de las Jerónimas. Conventos, ambos, donde unas monjas, todo bondad y trabajo, armonía y sosiego espiritual, lo cual no es poco para los tiempos que corren, trabajan, de forma afanosa, entre rezos, misas, meditaciones contemplativas y elaboración pura y armoniosamente artesanal de dulces, que es su principal fuente de sustento, desde que la campana suena y las levanta a eso de las seis de la mañana. Ellas dicen, de siempre, que con el alba y con las primeras luces del día.

Por las dependencias conventuales se escucha la inmensidad excepcional del silencio y se escucha el canto, siempre sorprendente, sugerente, hermosamente bello, del gregoriano. Un canto de una extraordinaria sensibilidad y que llega a lo más hondo del alma, aún sin querer. Aunque solo sea por la paz que desprenden sus notas y tonalidades así como la serenidad y la reflexión emocional que le transmite a uno en el cabalgar de sus sentimientos.

Lo mismo que se escucha, allí en las dependencias conventuales, el trabajo incansable en el obrador de estas monjas, con sabor a siglos, siempre extraordinarias y esmeradas reposteras, que defienden la imagen de la ciudad CACEREÑEANDO a través la dulcería tradicional, aprendida con mucho rigor, con un exquisito primor, con mucho amor y sobre todo con mucho mimo del recetario de nuestras abuelas. Todo un tesoro y todo lujo, de muchos años, cuajado en el horno del recorrido de la historia en las cocinas y en los hornos de Cáceres.

Monjas, las de entonces, las de nuestra niñez, allá por los finales de los sesenta, que por una peseta, de las rubias, que a veces, con pantalón corto y con calcetines nos podría parecer todo un mundo, nos llenaban un cartucho de raspaduras, en papel de estraza con forma de cucurucho, tras aquel ritual que nos enseñaron ante el torno para, ante nuestra entrada en el zaguán, que diríamos antes, escuchar al otro lado del mismo:
— ¡Ave María Purísima…!

Y allí, en aquel zaguán, con sabor a siglos de heroicas historias y de señaladas y arriesgadas aventuras en numerosas ocasiones, donde se escribieron muchas páginas de la vida de la Villa y de la ciudad, tras leer la lista de precios de los productos que se nos ofrece, el paladar se va endulzando poco a poco y la boca, al tiempo, se va haciendo agua, por el hechizo de un sabor inmensamente rico y exquisito.

Como es el que emana, entre suculentos aromas de perrunillas, magdalenas, buñuelos de viento, bizcochos, rosquillas de alfajor, floretas, pestiños, mantecados, pastas de almendra, yemas de San Pablo, trufas, nevaditos, merengues… y que dejan constancia de una muy esmerada labor y constancia.

Un torno, siempre, claro es, de muchos recuerdos, de muchas presencias, de muchas respuestas de «¡Sin pecado concebida!», y cuya sabor seguirá pregonándose por los siglos, con las cajas de dulces encaramadas sobre los aparadores de los cacereños y de los turistas, como un manjar típico, propio y tradicional de la dulcería conventual de las monjas clarisas y jerónimas, que le ponen el distintivo de Cáceres en el alma de su mano de obra.

¡Que aproveche, pues…!

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EL TORNO DEL CONVENTO DE SAN PABLO by JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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