ESTAMPAS TIPICAS CACEREÑAS…

Hace un par de días publiqué un artículo titulado «EXTREMADURA, LA TIERRA EN LA QUE NACÍAN LOS DIOSES«, un amplio y muy interesante volumen de Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, publicado por la editorial Espasa Calpe en 1961. Un estudio riguroso y profundo que debiera de divulgarse por Escuelas, Facultades y Bibliotecas de Extremadura para un mayor y mejor conocimiento de todos sobre nuestra región. Y con unas estampas, literarias y fotográficas, de relieve.

Y hoy, cuando ya he iniciado su prometida relectura, entre los silencios de las noches, que invitan a la reflexión, y los compases que incentivan a la lectura sosegada, serena, tomando notas, a caballo entre el recuerdo de su amistad familiar, a través de mi padre, su interés por la tierra parda y el anhelo de mi Blog, CACEREÑEANDO, me he animado a ofreceros una serie de fotografías del Cáceres provincial de Aquellos Tiempos, con algunas estampas que, entre la cruel emigración contra los intereses extremeños, y los nuevos tiempos van perdiéndose…. Ahí van, pues, esas estampas, que se incrustan entre las páginas del libro «Extremadura, la tierra en la que nacían los dioses«, conformado al hilo de los sentimientos del escritor, mientras tiene entre sus manos un libro de la calidad histórica, cultural, artística, económica, rural, social,  festiva, de Extremadura, como es, en este caso, uno de los muchos libros firmados por don Miguel Muñoz de San Pedro, una verdadera autoridad, del máximo rigor, respeto y consideración, en diversas materias cacerenses..

Iniciamos este recorrido por la imagen de esta joven cacereña,  a la izquierda de estas líneas. Perfecta, impecablemente vestida con la rica indumentaria del traje popular de Montehermoso, siempre tan rico, tan original, tan colorido y tan admirado en todos los lugares del mundo en los que hay oportunidad de lucir el traje típico femenino montehermoseño, que goza de un exquisito prestigio en todas partes.

Un traje cuajado de belleza y que representa un auténtico lujo que dignifica, honra, enorgullece y emociona a cuantas pequeñas, jóvenes y mayores disponen de ese privilegio de ataviarse con el que ha sido calificado por los más prestigiosos etnógrafos y folkloristas como uno de los trajes populares más hermosos, preciados y valorados del mundo.

Pero la emigración ha clavado en el alma de Extremadura un puñal con el que va mermando la población a pasos agigantados. Y, como consecuencia, los pueblos se van desangrando, con todo su bagaje que hay en su historia, como la misma tradición y manifestaciones populares, qué pena, cuánta lástima, por las vías, los caminos, los senderos del olvido, mientras todos nuestros pueblos, todos, al tiempo, perdiendo habitantes. Inclusive, también, las grandes poblaciones.

Al desangrarse, nuestras aldeas, nuestros pueblos, nuestras ciudades continúan perdiendo gentes, historias, tradiciones, familias, casas, recuerdos, sensibilidades, que tanto sabor y tanta vida prestaron, en su tiempo, a nuestros municipios… Un dato, objetivo, tan solo. Las cifras oficiales muestran que en el año 1960 la provincia de Cáceres contaba con 556.359 habitantes, el pasado año tan solo registraba 386.487 almas…

Lo mismo que va extinguiéndose, paulatinamente, el sabroso encanto de la filosofía rural, cuajada de hondura costumbrista, de sufrimiento rural, de festividades plenas de vida, de inveteradas tertulias, con sus componentes pegando la hebra sentados en una silla de enea y dándole a la húmeda, a través de una parrafada, sobre esa dispar serie de temas que siempre andan por los tertulianos de pana, vino y cigarrillo amigo en la comisura de los labios…

Dando un salto y paseando por la geografía popular festiva nos detenemos en esta imagen tan típica de las siempre lucidas, valientes y arriesgadas capeas que se celebran durante las fiestas de la localidad cacereña de Garrovillas de Alconetar.

Fiestas en las que, año tras año, un grupo de osados y atrevidos espontáneos se enfrentan tratando de esquivar y escaparse de las amenazas del morlaco que anda pendiente, diríase que con mil ojos, de llevarse por delante a cualquiera de cuantos torerillos, paisanos y lugareños, se echan al ruedo de los peligros y tratar de burlar las desesperadas embestidas del astado…

Espectáculos taurinos, a caballo entre el riesgo y la diversión, de los que andan pendientes de los cornúpetas y de cuantos espectadores clavan los ojos en los aconteceres del ruedo entre aplausos, gritos, chillidos y olés. Porque ya se sabe que nadie llega a conocer, ni los mejores ganaderos ni los más prestigiosos diestros, las intenciones de los astados que, en cualquier momento, se pueden llevar a cualquiera por delante. Fiestas, hermosas y bellas, genuinas y populares, típicas y festivas, de Garrovillas de Alconétar.

La Plaza de Logrosán, un precioso espectáculo de arquitectura típica se conforma como el tercero de nuestros ejemplos.

Una estampa que no solo no parece buscada, a propósito por el fotógrafo y autor de la misma, si no que se convierte, por su propia esencia y filosofía en uno más de los compases habituales de aquel años mil novecientos sesenta y uno, en que fue captado el documento y la instantánea, y que nos da cuenta del tránsito en el sosiego de los aconteceres del tiempo y de los naturales del pueblo. Exentos de prisa alguna, de nervios, de inquietudes, y caminando en la normalidad cotidiana que se dibuja en el día a día de esa dinámica común de tantos pueblos de nuestra Cáceres del alma.

Un corro alrededor de la fuente de la plaza, con un grupo de jóvenes y mujeres para captar agua, la estampa secular de esas casas que permanecen en pie, camino de los nuevos tiempos, mientras un paisano marcha, indiferente al corro, camino o de vuelta, quién sabe, de sus labores, de sus trasiegos, de sus quehaceres, de su campo, de tanto trabajo y cuidado para sacar unas perrillas con las que ir saliendo adelante poco a poco, jornada a jornada, segundo a segundo… Como si el jinete fuera asediado por el tic-tac del reloj del camino existencial de cada hora de labor… ¡Y son tantas y tantas, las mismas, al cabo del año, entra tantas y tan continuadas rutinas…!

Una estampa con cierto aire similar se puede apreciar en esta imagen lograda en la localidad de Guadalupe, donde se encuentra, ni más ni menos, que la imagen morena de la Patrona de Extremadura, la Virgen de Guadalupe, entre rogativas, preces, peticiones, rosarios, visitas, admiraciones y viajes de tantas promesas al hilo de tantas dudas e inquietudes Puede que la superación de una enfermedad familiar, acaso la proximidad del parto de una hija, quizás la colocación del hijo en cualquiera que sea el trabajo, que el caso es empezar y abrirse camino, a lo mejor unas oraciones por los difuntos, que ya no se encuentran entre las aguas de este río que es el de la mar de la vida…

Estampa, asimismo, con aire de belleza y sensibilidad popular, que ahonda , aún más, por los trajes populares de los protagonistas, mozos y mozas, que andan de parrafada alrededor de la fuente, en animada charla, sin mayores prisas, que hay tiempo para todo, antes de decirse un «¡Adiós!» o un «¡Hasta luego…!», repleto y embadurnado de esos ritmos y palpitaciones que nacen en el corazón cuando al mismo le llama o le golpea el énfasis del amor. Que así fue, que así es, que así será, siempre, uno de los ritmos del carrousel de los quereres…

Pasamos al municipio de Belvís de Monroy. Otro de esos tantos y tan hermosos lugares que se esparcen y pueblan la geografía altoextremeña…

Un lugar de relieve, se diría que mágico, con el castillo al fondo, de tantos sudores, de tantas aventuras, de tantas luchas, que quedan almacenadas en las despensas y en los rincones del olvido, lo de casi siempre en esta bendita tierra extremeña, y que se alza hacia los cielos de la eternidad…

Y por delante, esa estampa de unos campesinos con sus bestias, camino no se sabe de qué cotidianos recorridos, mientras las mujeres, una de ellas adornada con sombrero pajizo, con indumentaria de entonces, parecen como despedirse de los mismos, hasta la vuelta, que el hogar siempre espera, aunque sea con una hogaza de pan, un buen trozo de tocino., una patatera de chuparse los dedos, o un trozo del queso elaborado por sus propias manos, pero que saben, claro es, cómo no, a gloria bendita… Y acompañado, como es debido, por un trago de vino de pitarra y una conversación con la parienta… De cualquier asunto: La preocupación por los mochuelillos, el sudor moral del campo o, quien sabe, que a divertirse tocan en las fiestas patronales que ya se avecinan… Y a ver si nos tomamos un poco de descanso, que el cuerpo de este labriego, con el azadón y el arado, también necesita parar de cuando en vez…

Damos otro paso de esos encantos y encantamientos que surgen en la vida de aquella época, por los pueblos cacereños. Una estampa tan tradicional, tan costumbrista, tan típica, tan histórica, y en la que un cerdo resolvía el año, como se solía decir, popularmente, de una familia. El matrimonio, como se aprecia colgando los productos de la la matanza casera.

El berraco de marras, por lo que podemos apreciar, ya pasó a mejor vida tras sufrir el acuchillamiento de su San Martín particular, en esos tiempos de noviembre, cuando se inician los fríos, y los guarros, tras tanta buena vida, pasan a engrosar la alimentación familiar entre chorizos, morcillas, jamones, paletas, salchichones, lomos, tocinos y otros ricos elementos que salen de sus carnes…

Que ya cuenta el dicho popular que del cerdo se aprovecha todo.

Y tanto se aprovecha que ninguna familia de entonces, ante tanta carestía y dificultades o adversidades, desaprovechaba nada del cerdo.

Un animal que hoy goza, afortunadamente, de un prestigio excepcional, que ha hecho que el porcino se convierta en una de las principales bases de la economía extremeña por su exquisitez en todas y cada una de sus especialidades, que hacen que Extremadura sea capital mundial de las suculencias del cerdo extremeño, que hoza entre dehesas buscando bellotas. Y si en base a esa denominación nos llegan buenos dineros que enriquezcan a la tierra parda, bienvenido sea. Que ya va siendo hora que nuestra tierra goce de ese desahogo porque si hay que esperar mucho de Madrid, lo llevamos más bien crudo. De ahí las gigantescas cifras de la pérdida de población en todos los municipios desde los años cincuenta hasta hoy, sin que nadie, claro es, faltaría más, se sonroje lo más mínimo. ¡Pobre Extremadura, tan rica en tantas posibilidades de un campo de tantas posibilidades y de tantas magnificencias…!

Y ahí se encuentran esas gentes de tanto garbo y salero. Los extremeños, fieles a la tradición, se visten con el ropaje típico popular y se echan a la calle con cualquier motivo para entonar las canciones y ejecutar las danzas y los bailes populares al ritmo de flautas, de tamboriles, de panderetas, de laudes, de guitarras, de botellas de anís raspando con una cucharilla, de castañuelas, de bandurrias…

Canciones y danzas, coplas y músicas, indumentarias e instrumentos, que recuperaron, con tanto esfuerzo como ahínco, entre generosos sacrificios de cacereñismo auténtico y desbordante, auténticas personalidades del folklore altoextremeño, como Bonifacio Gil, como Manuel García Matos, como Angelita Capdevielle, como Valeriano Gutiérrez Macías, recorriendo andurriales, pateando los pueblos, hablando con todo quisque, forzando a los lugareños a exprimirse las meninges para captar pasos de baile, aires musicales, entonaciones, romances, coplas, estribillos, ambientes… Y que luego, posteriormente, iban llevando a los periódicos, a las revistas, a los libros los investigadores citados así como  a los escenarios de Festivales y Fiestas Populares de los municipios a trasvés de las interpretaciones y escenificaciones los numerosos Grupos de Coros y Danzas, de flautistas, de tamborileros, de agrupaciones, tan amantes de las peculiaridades folklóricas de la tierra parda… Folkloristas, los citados, que, ya, en el correr generacional, son sustituidos por personalidades en el tipismo popular y costumbrista cacereño como María Fernanda Sánchez Franco, creadora del grupo cacereño de Coros y Danzas «El Redoble«, autora del libro «Indumentaria Tradicional de la Provincia de Cáceres, Recuerdo Vivo«, Félix Barroso Gutiérrez, de Santibáñez el Bajo, licenciado en Historia, enamorado, estudioso e investigador en la inmensidad de Las Hurdes, José Luis Rodríguez Plasencia, natural de Cilleros, Licenciado en Lengua Española y Filología Francesa, autor del libro «Gentilicios en Extremadura«, José María Domínguez Moreno, autor, entre otras, de la obra «Cultos a la fertilidad en Extremadura«, Fernando Flores del Manzano, (Cabezuela del Valle, 1950), .doctor en Filosofía y Letras, premio de investigación folklórica»García Matos«, pionero en el estudio del pastoreo y la trashumancia en Extremadura, y con publicaciones como «La vida tradicional en el Valle del Jerte«, «Mitos y leyendas de tradición oral en la Alta Extremadura» o «El bandolerismo en Extremadura«…

La «Jota del Candil», de Alcuéscar, «El Redoble«, jota dieciochesca Cáceres, «La Jota Cuadrada«, de Monroy, «El Pindongo«, «El Perantón«, el «Riani sí sí, sí«, la «Jota de Guadalupe«, «La Carta«,  «El Cerandeo«, «El Quita y Pon«, «La Jerteña«, «El Pollu«, y otras muchas danzas folklóricas populares y típicas como una muy larga de canciones tradicionales y de celebraciones festivas como los Carnavales, las Romerías, y un largo etcétera, que vienen a constituir el mejor recuerdo a tantas generaciones que sudaron la gota gorda del trabajo, de las privaciones, de las necesidades, y que nos legaron todo un mundo de mágicas esencias en las que hoy se apoya Extremadura combinándolo, claro es, con las exigencias y los circuitos de los nuevos tiempos…

Finalmente, como no podía ser menos, la tertulia. ¿Qué habría sido y qué sería de esa larga serie de pueblos cacereños y de todas partes sin las tertulias? Ahí podemos apreciar a un grupo de paisanetes lugareños metidos de pleno en una tertulia, que tiene lugar a la puerta de cualquier casa, en cualquier calle y de cualquier pueblo.

Una serie de paisanos, que ya han dado por finalizadas las tareas habituales del día, se echan un cuarto a espadas, en la puerta de la casa de cualquiera de ellos, o, lo que es lo mismo, se sientan para pegar la hebra sobre todo tipo de cuestiones, que andan circulando por el pueblo. Con preferencia, por supuesto, por las novedades. Siempre entre bromas e ironías, entre piques y rumores de la esencia más sustanciosa de pueblo, de chismorreos, mientras le van pegando una serie de caladillas al cigarrillo y a la espera de que pase el tiempo, en medio de la parrafada.

Mañana, seguro, los  contertulios volverían a reunirse. Acaso en un bar y echarse unos tragos para el coleto, lo que nunca viene nada mal, por supuesto. Que un vino a tiempo, siempre alegra el alma…

¡Buenas gentes, buenas gentes, estos lugareños de nuestros pueblos, cada día más encogidos en su población, con bastantes de tales municipios al borde la extinción…!

Y, si no, al tiempo… ¡Qué pena, con la riqueza que se esconde en tantos sentidos, en el panorama geográfico de las tierras que se abren, de par en par en nuestros pueblos, en algunos, ya, sin médico, sin farmacia, sin escuela, sin pequeñuelos, sin brazos jóvenes, porque no han tenido más remedio que largarse al Pais Vasco, a Madrid o a Cataluña..!

¡Pobre y lastimosa Extremadura, tan sangrante por tantas heridas, en pleno siglo veintiuno y sin que nadie, desde las altas instancias, sea capaz de poner un hálito de vida en los mismos…!

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