José García Santos, un fraile franciscano que durante toda sus vida divulgó las enseñanzas de Francisco de Asís, de Antonio de Padua, de Pedro de Alcántara, que cantaba como los ángeles y que recaló en Cáceres durante un tiempo… Intelectual, amigo de los jóvenes del Cáceres de Aquellos Tiempos, su figura, aún silente y esmaltada, quedó marcada en cuantos tuvimos el placer de conocer y saber de su bondad, de sus consejos, de su mano amable…
Nació en la pequeña localidad zamorana de Gema de los Vinos, 1932, en el seno de una familia muy religiosa, con dos hermanos también religiosos. Uno, franciscano, y una monja, y se despidió de nosotros en el convento cacereño de San Antonio el pasado año 2020.
En su tiempo en Cáceres fue enseñante de las asignaturas de latín y francés en el colegio de San Antonio, ejerciendo como secretario del mismo, asesor religioso en la Sección Femenina, e impartiendo clases de Formación Religiosa a las jóvenes durante la prestación del Servicio Social en la Escuela Hogar, allá en la calle San Antón.
El religioso gustaba, asimismo, del ejercicio de la lectura, del paseo reposado, de la predicación, de la charla amena y fluida, lo mismo que también se identificaba con el silencio y la reflexión, a caballo entre la sencillez y la humildad, como saboreaba sus caminatas admirando el murmullo de la eternidad en el Casco Histórico-Monumental de Cáceres y sus buenos amigos frailes como, por ejemplo, el padre Pacífico o el padre Serafín.
Licenciado en Filosofía y en Teología, disponía de un verbo fluido y ameno, ejercía la bondad, se esmeraba en sus misiones y en sus trabajos, ofrecía la mano amiga y la sonrisa abierta y se incrustó tanto en sus vocaciones, además de la propia filosofía religiosa, que llegó a cantar con el Orfeón Cacereño, con Trinidad León al piano, y con el grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres. Y hasta ejerciendo de solista en alguna canción con motivo de la grabación del disco titulado «Canciones y Danzas de Cáceres» y entonado por dicha agrupación.
El padre García Santos cantaba profundamente, con una voz tan alegre como acentuada, cuando entonaba esa estrofa que tanto le llenaba en su pálpito emocional, y sonriendo, con la Virgen de Guadalupe al medio:
Tiene Guadalupe hermoso,
O, si se prefiere, cuando entonaba esa parte del estribillo, de la «Jota de Guadalupe«, que nos emociona a todos los extremeños, cuando cantamos a nuestra Patrona, la Morenita de las Villuercas:
Virgen de Guadalupe, dame la mano
para subir la cuesta de Puertollano,
de Puerto Llano, niña, de Puertollano,
Virgen de Guadalupe, dame la mano.
El autor de este Blog dispuso de la suerte de saborear de su amistad, a pesar de la diferencia de años, y de aquellas siempre entrañables conversaciones que implantaban sosiego y confianza.
Hace largo tiempo andaba tratando de recopilar algunos datos sobre José García Santos. Y recalé en el Convento del Palancar, charlando con el padre Manuel Tahoces, y con Antonio Arévalo Sánchez, que fuera superior del Monasterio de Guadalupe y director del Colegio San Antonio, en Cáceres, con quince años de trabajo intenso en el citado centro educativo. Otro fraile de pro, hoy secretario provincial de la Bético-extremeña, significado luchador en defensa de la cultura, de la orden franciscana y de la sensibilidad del mensaje de Antonio de Padua.
Muchos cacereños, ya mayores, claro, recordarán la imagen de José García Santos: Su serenidad y afabilidad, su cordialidad con todos, la sencilla intensidad de una vida profunda en su significado, haciendo permanente camino al andar, como escribiera Antonio Machado.
Fue maestro de frailes de coro o estudiantes en el Monasterio de Guadalupe, pasó por los conventos sevillanos de Espartinas y de San Buenaventura, galopó en peregrinación hasta el cacereño retiro de soledades inmensas e intensas en El Palancar, con las manos abiertas a todos. Ya fuera en las homilías, ya en los ejercicios espirituales, ya en las tertulias, ya en los estudios…
Quería caminar por los senderos diversos de la vida que se le ofrecían desde el franciscanismo más auténtico y transparente, más claro, como un mensaje constante. Se embarcó hasta Las Palmas, Córdoba, La Rábida… Por esas andaduras, siempre calaba con la transmisión de su palabra amiga, en calma y en paz, de una penetrante divulgación de su profundidad religiosa.
Regresó, probablemente influenciado por su admiración y conocimiento de la vida de Pedro de Alcántara, al minúsculo Convento del Palancar. Setenta y cuatro metros cuadrados de santidad, de oraciones, de esmero, de retiro, de vida contemplativa, donde pasaría una muy larga estancia de diecisiete años, apasionado en todo el amplio campo de su esmero vocacional, y donde durante unos cuantos años ejerció como capellán, como guardián, como párroco, mientras, además, traducía la vida y la obra de Beatriz de Silva, fundadora de la Orden Monástica de la Inmaculada Concepción.
Camino de sus últimos pasos, acaso agotado, traspasó, por última vez, con un alma de soñador y con una maleta de adioses humanos, espirituales, amigos, el umbral del conventual cacereño de San Antonio.
Hoy, en esta tarde cuajada de rayos primaverales, tan abiertos como su propia palabra, tras hablar de forma distendida y detenida con el padre Antonio Arévalo, un humanista de relieve, me lleno de aquel recuerdo, tantos años atrás, y plasmar, con la mayor de las emociones, este modesto recorrido por la semblanza de un fraile que solo quería amar, desde la atalaya y el fervor de su palabra, la mano que le condujera a la esperanza.
Gracias, fray José, o fray Pepe, como le gustaba escuchar. Gracias, pues, ayer, ahora, siempre, por tu generosidad.
NOTAS.
A.- Fuente: Necrológica: José García Santos, OFM, por el padre Antonio Arévalo Sánchez.
B.- Las dos últimas fotografías pertenecen al Blog «Cofrades«, en publicación de Pasión de Molviedro. Con nuestro mayor agradecimiento.
Buenos recuerdos de ese fraile y profesor, amigos de los alumnos y para defender su fra mejor….ilado, lo
Muchas gracias, querido Juan Antonio, por tu comentario. El padre José García Santos era una exquisita persona, un significado profesor, un profundo franciscano, cuajado de humildad, de sencillez y de fe de vida. Juan de la Cruz.