FUNDADORES Y COLABORADORES DE LA REVISTA «CRISTAL» (1935)

El 1 de noviembre del año 1935 se ponía en marcha en Cáceres, en medio de señalados pero muy comprometidos esfuerzos, la revista cultural «Cristal». Todo un reto por parte de un grupo de intelectuales y universitarios cacereños.

La revista «Cristal«, de una impecable hondura cultural, estaba conformada por toda una serie de referentes, en esa misma dinámica que representa y supone la siempre esforzada sensibilidad en tan complejo tema como el que se enmarca en el desarrollo y divulgación de las inquietudes de carácter cultural. Más, aún, como todos comprenderemos, en Aquellos Tiempos tan complejos y difíciles.
«Cristal» nació bajo la dirección honoraria del jurisconsulto, periodista y escritor, José Ibarrola Muñoz, y la dirección efectiva de Antonio Hernández Gil, que fuera Presidente de la Real Academia de Jurisprudencia, senador por designación real y presidente de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino.
La revista «Cristal«publicaba dos número al mes, con una suscripción por tan solo la escasa y modesta cantidad de una peseta. Pero el caso era, como nos confirmaría un día, hace ya muchos años don Dionisio Acedo Iglesias, sacar la revista por encima de todo e incentivarse, de paso, para el lanzamiento del próximo número. Lo que representaba, para todos los componentes del grupo, una ilusión y un recoveco de esfuerzos en sus planteamientos.
 
Fue, precisamente Antonio Hernández Gil quien señaló que la aparición de la revista «Cristal» en Cáceres, venía a representar todo un «fruto de la preocupación y las inquietudes de un grupo de jóvenes disconformes con el abatimiento intelectual de Cáceres» en aquella época.
 
Un extraordinario empeño que fue navegando, aguas arriba, en medio de muchos y muy delicados esfuerzos, y también de la alegría de sus componentes, al ver la aparición, cada quince días de la revista en la calle, y que, sin embargo, se vio obligado a finalizar su recorrido y su andadura, lamentablemente, en julio de 1936, por causas de la Guerra Civil Española.
 
Cabecera del primer número de la revista «Cristal».

La revista cultural cacereña «Cristal«, que arrancaba, como señalamos al principio, noviembre de 1935, se editaba en los Talleres Tipográficos de la Editorial «Extremadura«, fundada en 1932.

Ya, en la portada de ese primer número, cuajado del pulso de la fuerza por parte de sus componentes se señala: «Cristal», desde su primer número, con la intención de existir, divisa un horizonte lejano; aquí, negros tintes de realismo duro; allá, en declive, suaves tintas–leyendas y fantasías– de muchos colores y muchas sombras. Emprende la marcha. Su ídolo es una luz vacilante, inmortal. Tal vez la conquista resulte imposible. No obstante irá caminando, paso a paso, recreándose, recogiendo enseñanzas, trazando perfiles, esbozos de obras nuevas…».
Asimismo leemos en el Editorial: «He aquí, pues, la cristalización de un entusiasmo pujante. Entusiasmo y fe ciega, nuestro único orgullo, porque la fe admite, al propio tiempo, glorias y penas. Transportar y no aparentar; nuestra más legítima aspiración…».
Unos objetivos, apuntamos, con toda modestia, verdaderamente admirables en la fuerza de unos jóvenes con un alma potente en energía para arrancar mirando a los lejanos horizontes de sus miradas. Y al tiempo, ¿ por qué no?, de sus sueños y de sus anhelos y aspiraciones, de inquietudes y expectativas…
 
En la fotografía, gentileza de Lola Silva, aparecen, de derecha a izquierda Pedro Lumbreras Valiente, jurista de relieve y autor de obras como «La reconquista de Cáceres por Alfonso IX de León», Diego María Silva Alcántara, que fuera primer teniente de alcalde con Luis Ordóñez Claros, el tercero por la derecha, pendiente de identificación, Antonio Hernandez Gil, Eduardo Guerrero Oyonarte José Trujillo Peña, entre otros.
Y en el centro podemos apreciar la imagen de don José Ibarrola Muñoz, abogado, periodista y escritor, que presta su nombre, desde largo tiempo, al Paseo Alto, concretamente desde el año 1920, y al que acudía, ya de mayor, sus aires puros un día y otro también, sin falta alguna, apenas, en su concilio con tan histórico Paseo cacereño.
 
En la misma también colaboraron personalidades y maestros de diferentes ramas históricas, intelectuales y profesorales, en el Cáceres de Aquellos Tiempos, como vienen a representar los nombres de Dionisio Acedo Iglesias, que firmaba como Juan de Acre y que estuvo al frente del periódico «Extremadura» entre 1939-1971, Medalla de Plata de la ciudad y que presta su nombre al callejero cacereño, Miguel Angel Orti Belmonte, catedrático de Historia en la Escuela de Magisterio y en el Instituto «El Brocense«, que dirigiera el Museo Provincial de Cácerestambién con su nombre en el rótulo de una calle cacereñaPedro Romero Mendoza, un forjador de la cultura cacereña, que guió la revista cultural «Alcántara» durante varios años y «Premio Cartagena«, de la Real Academia Española por su obra «Siete ensayos sobre el Romanticismo Español«, también con calle en Cáceres, Miguel Muñoz de San Pedro, un historiador de notoria relevancia, con numerosas publicaciones en su haber, entre las que destaca, por ejemplo, el volumen titulado «Extremadura, la tierra en la que nacían los dioses«, y, años más tarde, uno de los máximos exponentes en un logro de singular tarea y compromiso como el de la rehabilitación de la Ciudad Antigua de Cáceres, junto a otro grupo de esforzados cacereños, Agustín Bravo Riesco, sacerdote y profesor de Religión en el Instituto «El Brocense», Juvenal de Vega y Relea, Inspector Jefe de Primera Enseñanza, escritor y en posesión de la Medalla de Alfonso el Sabio, Ana de Lancastre Laboreiro e Sousa, autora de señalados ensayos de carácter histórico como «Infantas lusitanas reinas de España e infantas españolas reinas de Portugal«, F. García Sánchez-Marín, Juan Luis Cordero, Federico Reaño Osuna, Tomás Gómez, Angel Dotor, académico de Historia y Bellas Artes y autor del libro «Cáceres y su provincia», Alberto Juliá y otros…
Un día del correr del año 1936, cuando ya se escuchaba, lamentablemente, el ruido de los primeros disparos de la Guerra Civil Española, ese «cristal» que habían mimado todos los citados y alguno más, con un exquisito cuidado y entusiasmo, sin el menor ánimo de lucro, y en su siempre apasionada defensa y lucha por intentar conseguir un Cáceres mejor, se rompió en numerosos trocitos de sensibilidad cultural que se esparcieron y expandieron, quizás de forma multicolor, en un abanico de esencias impregnadas de la más calidad humana por el Cáceres de Aquellos Tiempos.
Gracias, pues, desde este modesto rincón, «Cáceres, el blog de Juan de la Cruz«, a todos aquellos –tanto los citados como los no citados– que tanto se arremangaron de una forma tan valiente como esforzada, entre los surcos de la dinámica cultural de aquel Cáceres de entonces, tan necesitados de brazos como los de ellos, y que doblaron el espinazo en un trabajo tan duro como ilimitado y que, al mismo tiempo y de ese modo fueron sembrando, poco a poco, toda una serie de semillas que hoy quedan incrustadas, afortunadamente, para la historia de las letras extremeñas, en la hemeroteca.
 

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