Gabriel Romero Ruiz (1930-1972), era Cáceres. Al menos, así lo decíamos todos. Y así lo escribió un día el maestro, amigo y Tico Medina en el periódico ABC. Porque Gabriel Romero era mucho Gabriel y mucho Cáceres. 

 

gabrielromero5Aquel 31 de enero del año 1973 Tico Medina, toda una pluma magistral, siempre profunda y plena de rasgos de verdad del alma, escribía en ABC, el periódico nacional por excelencia, un artículo bellísimo titulado «Manifiesto Cacereño«.

Tico Medina, maestro, jefe en su día del autor de estas líneas, siempre compañero, amigo siempre, y amigo de Gabriel Romero Ruiz, dejó plasmado en el periódico por excelencia de aquel entonces:

«Lo había escrito Gabriel, Gabriel Romero, antes de que la muerte le golpeara la vida entera. Lo había escrito Gabriel, con aquella mano grande, abierta sobre el pecho:

«Quiero llenar mi corazón de tierra,

de tierra de secano, sin malicia.

Quiero llenar la boca y la palabra

de tórtola, de surcos y de encina.

gabrielromero6Y añade mi querido Tico: «Ahora, cuando vuelvo a Cáceres, me dicen que Gabriel ha muerto. Gabriel Romero, Han puesto su nombre en la esquina de una calle…». Y continúa con una lúcida reflexión: «Gabriel era Cáceres, yo lo juro«.

Lo juramos, porque lo sabemos, muchos cacereños de aquellos tiempos que mamamos sus versos, su palabra, su poesía, sus escritos y que situábamos el dial de la radio en «Radio Cáceres. La Voz de Extremadura» para impregnarnos de su mensaje informativo por el trasiego periodístico y de la actualidad en el Cáceres de Aquellos Tiempos.

corosydanzasfestivales1966Le nacieron en Coria, en el año 1930. Y muy pronto descolló por sus inquietudes. Gozaba de una voz de relieve que educó musicalmente. Formo parte de la Masa Coral Cacereña, bailó las jotas típicas y costumbristas del sabor popular con la agrupación de los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Cáceres, como se aprecia en la fotografía, también fue solista en esta agrupación folklórica con la que grabó –grabamos– un L.P. en la casa discográfica Hispavox, formó parte de aquel quinteto de música polifónica denominado «Los Trovadores«…

Componía versos casi desde siempre, versos de compromiso y de conciencia social. Y por eso un día participaba en la Velada Literaria en honor de la Virgen de la Montaña, junto a poetas como Fernando Bravo, lo mismo que en otra ocasión admiró y sorprendió a poetas de alto relieve en el panorama de las letras españolas en la Villa y Corte cuando leyó algunos de sus poemas en la sede del grupo «Alforjas para la Poesía«.

Declamaba con el rasgueo del silencio expectante, escribía como el rayo que no cesa, dominaba la fenomenología social desde el micrófono consciente de que su palabra y sus palabras se convertían en aquella expresión popular que correteaba por toda la provincia: «Lo ha dicho Gabriel Romero«.

A propósito de dicha frase un día le comentó a mi progenitor: «¡Caramba, don Valeriano, no me lo diga usted también porque eso me echa una carga encima de mucha responsabilidad…!». Gabriel era, disfrutaba y seducía hasta el convencimiento de sus informaciones, de sus noticias, de sus reportajes, desde aquella altavocía de la emisora que seguía, en verdad, nunca mejor dicho, todo Cáceres

Y desde donde, además, participó en numerosas campañas, de esas de firma solidaridad en lo que él era un hombre apasionadamente solidario, y en las que todo Cáceres se emocionaba y participaba de ese alentador, vital y entusiasta que se llamaba Gabriel Romero Ruiz. Uno de los hitos en la historia de la comunicación, en la historia periodística, en la historia social de Cáceres.

Y es que Gabriel Romero, un todoterreno de la radiodifusión y de la sensibilidad social cacereña, se hizo un hueco de señalados considerandos en el periodismo y en la sociedad a base de inquietud, de trabajo, de paseos, de saludos con uno y otro y otro cacereño, de palpitaciones. Vitales y emocionales. Porque ambas conformaban la raíz de su compromiso, de sus horizontes y de su conciencia.

También, sin que nadie más que él supiera de donde sacaba el tiempo, junto al abrazo de su hermano Enrique, periodista y novelista, también de raza, dejó por el camino aquellas dos obras de teatro que llevan por título «La corona de catorce estrellas» y «Las brujas«.

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Inauguración del Hogar del Pensionista en la Plaza de Bruselas, a cargo del ministro Licinio de la Fuente. Gabriel Romero a su derecha, con el micrófono.

Gabriel, añade ahora este modesto periodista, era mucho. Trabajador, constante, riguroso, decidido, enamorado de su profesión, como enamorado hasta la médula estaba de Cáceres, por donde caminaba, casi siempre con las prisas volanderas de la información, entre multitud de adioses, de saludos, de abrazos. Y también, por qué no decirlo, de miradas furtivas de aquellos tímidos chicuelos, como un servidor, que le admirábamos porque era un cualificado mensajero social de los andurriales y trajines del pulso ciudadano. Pero, sobre todo, era cacereño de profundas concepciones, como el pulso del latido del corazón. Lo sabemos muchos de los que andamos por estos pagos del sabor del cacereñeo.

Y era tanto y tanto en su vertiente informativa y radiofónica que mi querido compañero Miguel Angel Muñoz un día dejó escrito en uno de sus cientos de artículos en el periódico «Extremadura» que «Radio Cáceres no se entiende sin Cayetano Polo, Polito, sin Gabriel Romero y sin Fernando (García Morales, claro es), y aquel «Cáceres, Tres menos Cuarto«.

Todos sabíamos y recordamos que ellos, los tres, eran una porción, inmensa, de la propia inmensidad del sabor cacereño, del hilo de la actualidad.

Fueron muchas las veces, cuando escribo al hilo de la memoria, que me dijo: «¡Animo Juan!. Me gusta lo que publicas en el «Hoy». Y añadía: «¡Ya verás como te abres camino en el periodismo!». El entonces alumno de la Facultad de Ciencias de la Información y escuchante no era, entonces, más que un modesto currinche al lado de aquel profesional, dieciocho años mayor, y que se había forjado en la Universidad, con mayúsculas, de la calle, de la vida, de la intensidad del esfuerzo. Buena gente, compañero, buena gente.

Gabriel, maestro, amigo, en el compás de esta asignatura que se conforma desde el periodismo, como una notaría de la actualidad, con quien compartí entrañables momentos –él, siempre, maestro; yo, siempre, un humilde alumno–, se multiplicaba, galopando, para estar en casi en todas partes a la vez. Por la calle Pintores, por la Plazoleta de San Juan, por San Pedro, por San Antón, por la Avenida de España, por el Paseo de Cánovas, por la Avenida de la Montaña, por Primo de Rivera, claro. Como hacían tantos compañeros que se iban dejando la piel por el recorrido de las confluencias derivadas de la información. ¡Qué hermosura de radio tan local, tan próxima, tan cercana, y tan cacereña, tan cacerenista, tan cacereñeadora y siempre, como suele escribir un servidor, cacereñeando…!.

Gabriel, a quien le pilló el toro del infarto de forma áspera, mortal, se nos fue el mismo día, precisamente, que cumplía 42 años. Vividos, eso sí, con raíces y surcos de las más diversas dinámicas cacereñistas.

Tras su fallecimiento José Augusto Oliver Marcos en la necrológica que publicó en la revista «Alcántara» dejó constancia que era un «periodista dinámico y certero, acompañado de afabilidad, gracia y magnífico humor, que lo hacía eminentemente popular«.

Gabriel, Gabriel Romero, como jurara ese sempiterno maestro del periodismo llamado Tico Medina, un intelectual del periodismo de calle, era Cáceres. Y, como conclusión, Gabriel, Gabriel Romero, era Cáceres y una pieza esencial en el panorama de la ciudad de aquellos tiempos.  Tan es así que en la misma necrológica Oliver Marcos subraya:

«Su muerte, por inesperada, causó honda sensación en todo Cáceres que acudió a sus funerales masivamente haciéndole el homenaje póstumo, sincero y ferviente a que era acreedor«.

Unos funerales, por cierto, que estuvieron presididos, además de por los familiares, por las autoridades civiles y provinciales, con participación de lo que bien podríamos denominar el todo Cáceres.

Asimismo Valeriano Gutiérrez Macías subrayaba en el diario ABC que «vinculado de siempre a la prensa y la radio Gabriel Romero participó en importantes campañas en las que acreditó sus dotes profesionales y humanas«.

Y hoy, tras hablar con su hermana Carmen, entre las palpitaciones emocionales del recuerdo inveterado, adornado de flores de pasión en el camino de aquellas nuestras charlas, me cuenta una anécdota, mejor aún, una estampa, que lo dice todo, coincidiendo con Tico Medina con que Gabriel era Cáceres.

Aquel velatorio, en la despedida de Gabriel, contó con la presencia y el desfile de cientos de cacereños volcados en dar su adiós a nuestro siempre querido Gabriel. Y Carmen, acaso con unas lagrimillas adobadas de aquellas imágenes, me señala: «En un momento, con tantas personas en el velatorio, en un lado se encontraban Alfonso Díaz de Bustamante, alcalde, y Valentín Gutiérrez Durán, gobernador civil, al medio un montón de gente, y, al otro lado, –suspira mi querida Carmen– estaba, Juan, estaba, estaba Zacarías«.  Zacarías, aquel célebre maletero de Cáceres que formaba parte entrañable de ese paisaje humano del Cáceres, pues, de aquella época. Una imagen, pues, que define, de modo exhaustivo, la simbología popular que configuraba y concitaba Gabriel Romero.

Gracias, Gabriel, porque este recuerdo de silencios, regados con el penetrante aroma de tu compañía, de tu generosidad, de tu palabra, de tu mensaje social, me ha permitido deslizar unas cuartillas, siquiera sea para el álbum de la historia del Cáceres de Aquellos Tiempos, en los que tanto fuiste, en los que tanto representaste y que tanto te debe.

Un abrazo en los páramos de la eternidad que germinan en el aroma de la virtud de los mejores recuerdos de la historia de nuestro Cáceres. Gracias, de verdad, Gabriel Romero Ruiz, porque tú fuiste uno de esos emblemas que, desde tu honradez y autenticidad, hiciste, siempre, Más y Mejor Cáceres.

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