JOSE DE CARVAJAL Y LANCASTER, UN CACEREÑO EN LA CORTE DE FERNANDO VI

José de Carvajal y Lancaster, 1698-1754, cacereño, estadista, político y diplomático de un señalado prestigio, es uno de los nombres de mayor relieve que emanan en los nombres de la historia de la ciudad.

 

jose de carvajal lancaster
José de Carvajal Lancaster, Ministro de estado con Fernando VI, es, sin duda, uno de los nombres cacereños que figura con moldes de oro en la política española.

Hijo de Bernardino de Carvajal Sande y Vivero Moctezuma, que ostentaba el título de II Conde de la Quinta Enjarada, creado por el Rey Carlos II en 1678, y de María Josefa de Lancaster Padilla Noroña y Sylva, perteneciente a una familia de notoria importancia inglesa descendiente del Infante Jorge de Lancaster, sus abuelos eran el Duque de Abrantes, título creado por Felipe IV en 1642, a favor de Alfonso de Lancaster y Lancaster, por la vía de la línea materna, y por la paterna el Duque de Linares. Familias de alta cuna y notoriedad dentro del panorama nobiliario español.

Su hermano mayor, Juan, alcanzó el ducado de Abrantes y también fue Duque de Linares, Marqués de Sardoal, Marqués de Valdefuente, Marqués de Puerta Seguro, Conde la Mejorada, Conde de la Enjarada y Grande de España, llegando a Teniente General. Su hermano Isidro fue arcediano, canónigo catedralicio y Obispo de Cuenca, uno de los fundadores de la iglesia de San Felipe Neri, y otro hermano, Alvaro, también fue, asimismo, arcediano y canónigo en Cuenca. Por su parte Fernando de Lancaster Noroña y Silva, Duque de Linares, Marqués de Valdefuentes y Virrey de la Nueva España, era su tío.

Tras finalizar sus estudios de Leyes en el Colegio San Bartolomé, de Salamanca, que ya en aquellos tiempos gozaba de reconocimiento internacional, comenzó su trayectoria de Oidor en la Real Chancillería de Valladolid.

José de Carvajal y Lancaster, de preclara inteligencia y habilidad, desde la formación y una mezcla de respeto y audacia, comenzó su destacada trayectoria de la mano y tutela tanto del primer ministro José del Campillo, de quien fue secretario personal, de José Patiño Rosales, Ministro reformador del Rey Felipe V, así como de Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, que durante un tiempo fuera mano derecha del Rey Fernando VI, desempeñando la Secretaría de Estado de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, mientras entre ambos, José de Carvajal y Lancaster y el Marqués de la Ensenada, dos pudo haber habido como una especie de alianza por la que, incluso sin querer, y dadas sus facultades, se podría decir que casi anulaban la personalidad de Su Majestad.

Desde el comienzo de su actividad política el político caceeño destacó por su capacidad intelectual, sus conocimientos, su rectitud, su habilidad, su delicadeza y su inteligencia, participando en el Consejo de Estado como secretario del ministro.

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Rótulo de la calle Carvajal Lancaster en Cáceres, gentileza de Paco Mangut.

Asimismo el Rey Felipe V decidió enviarle como embajador especial a la Dieta de Frankfurt, la reunión imperial para elegir sucesor tras la muerte de Carlos VI y que, en buena parte, gracias a los informes de José de Carvajal y Lancaster, logra la elección al frente del Sacro Imperio Romano Germánico del candidato por parte de España, el duque de Baviera, Carlos Alberto de Wittelsbachy, a la sazón, Carlos VII. Lo que le supuso a nuestro paisano su verdadero lanzamiento político entre cualificadas muestras de alabanza y loa a su sensibilidad histórica, política, diplomática y, sobre todo, intelectual.

Posteriormente fue presidente del Consejo de Indias, donde llevó a cabo un gran papel. Y también es nombrado presidente de la Junta de Comercio y Moneda. Poco tiempo después Fernando VI, también conocido como el Reformista Pacifista, le designa Decano de Consejo de Estado pasando enseguida a ser Secretario de Estado y Asuntos Exteriores, lo que equivalía a la condición de ministro y, además, con los mayores poderes en el delicado y complejo panorama de sus misiones.

Un cargo verdaderamente transcendental y decisivo para la marcha de la Monarquía, ya que la política exterior, siempre tan importante, pasaba a depender de José de Carvajal  y Lancaster. Por lo que dicho cargo se conformaba de la máxima confianza del Rey Fernando VI, convirtiéndose, de este modo, en una figura clave en el ámbito de la política exterior española.

Retrato de José de Carvajal y Lancaster que figura en la Real Academia Española.

Un político, José de Carvajal y Lancaster, que al hacerse cargo de la Secretaria o Ministerio de Estado ya señaló, textualmente, que veía «a este reino necesitadísimo de paz«. Una misión que persiguió al máximo. Por lo que no podemos por menos que señalar que el mismo, siempre recto, ilustrado y respetado, fuera, probablemente, verdadero artífice del pacifismo fernandino.

Ya en este sentido la prestigiosa historiadora María Dolores Gómez Molleda subraya que «El pensamiento político de Carvajal tiene un centro: Las Indias. Un sistema: La Paz. Y un modo: El Equilibrio«.

Lo mismo que Manuel Espadas Burgos destaca su sagacidad, diplomacia y un sentido eminentemente pacifista y abierto al mejor entendimiento, con una política de cercanía a Francia y a Inglaterra, él, que era un cualificado anglófilo, basando su actuación, en este campo «en el secreto y en la maña«. Un pacifismo que se podía calificar como de a caballo entre el mantenimiento amistoso en lo que se denominaba el poder continental del país galo y la figura de acercamiento y estrechamiento de lazos al poder marítimo, de casi siempre, histórico, de Gran Bretaña. Además de su pronunciada neutralidad en las Guerras de Europa. Pero que, como figura en las páginas de la historia, facilitarían y conformarían estabilidad y una recuperación interior española.

Estudioso y conocedor de las obras del Cardenal Richelieu, de nombre Armand Jean du Plessis, que fue primer ministro con el Rey Luis XIII, y de Jean-Baptiste Colbert, ministro del Rey francés Luis XIV, sus criterios y horizontes, se dirigieron, sobre todo en el campo de cuestiones internacionales, hacia esa neutralidad de la que tanto participaba y consolidar a la Monarquía como forma de Estado.

Y es que a José de Carvajal Lancaster le distinguía, sobre todo, el olfato político, con prestigio, reconocimiento público de la máxima seriedad, rectitud y de una formación ilimitada, ganándose, desde el primer momento, lo que fue muy importante, la admiración y consideración de Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, y persona de absoluta y total influencia en muchas de las decisiones del Rey. Bárbara de Braganza era hija de Juan V de Portugal.

En este sentido no es de olvidar que a su llegada al trono el Rey Fernando VI se encontró con la Guerra de Sucesión Austriaca, también conocida como Guerra de la pragmática Sanción en una lucha, demasiado insaciable, por obtener el poder hereditario en la Casa de Austria y que desempeña una feroz batalla, que duró hasta ocho años, tras el fallecimiento de Carlos VI.

Acaso porque José de Carvajal Lancaster es un profundo conocedor, estudioso y convencido de la importancia de la política de la Ilustración que se iba imponiendo paulatinamente en España y, a la vez, un adelantado a su tiempo.

Una etapa del mayor relieve en la que el político cacereño destaca por su capacidad de entendimiento en el avance y en la búsqueda de una política que él mismo calificaba de reformista, entre sus numerosas y delicadas misiones, posibilitando todo tipo de acuerdos, de convenios, de tratados, de avances sociales y de logros en la política exterior. Todo ello en base a un arduo e intenso trabajo negociador. Consiguiéndosede este modo, según determinados historiadores, el mantenimiento de la paz. Todo porque José de Carvajal Lancaster, que dispuso de casi todo el poder, se mostraba firmemente convencido de que el proceso de la Ilustración era vital para alcanzar los objetivos propuestos por el nuevo Gobierno.

Una forma de poner en marcha lo que se conoce como el absolutismo ilustrado. mantenimiento del poder, de la monarquía y las clases más fuertes, y una búsqueda de alianzas con la gente de a pié y prometiendo finalizar con la pobreza, la injusticia y la tiranía. Aunque, posteriormente, llegaría el siglo de las luces.

En aquella difícil y compleja etapa, acentuada sin duda por el carácter del Rey Fernando VI, de quienes muchos señalan y acentúan su timidez, introversión, melancolía y debilidad, José de Carvajal Lancaster destacan sus negociaciones como el acuerdo denominado «Tratado de límites en las posesiones españolas y portuguesas en América» para evitar el contrabando británico por el Río de la Plata, a cambio de ceder dos áreas en la zona fronteriza tanto de las Amazonias como en el Sur. Lo que provocó un duro conflicto con los indios guaraníes que se alargó durante once ásperos y severos años, que acabó con la expulsión de los jesuitas de la zona, y que hasta determinó el cese fulminante del padre jesuita Francisco de Rávago, a pesar de ser el mismo, en aquellos momentos, confesor del Rey, con todo lo que suponía dicho cargo, acusado de impedir el acuerdo con la corona portuguesa.

Otro acuerdo notable fue el «Tratado de Indemnización y Comercio entre las Coronas de España y de Gran Bretaña«.

También lleva a cabo la firma de un Concordato entre la Santa Sede por medio del cual se adquirió el patronato universal y del Tratado de Madrid, además de buscar, de modo constante, como uno de los epicentros de su política, la mayor estabilidad en el ámbito de las relaciones con América, porque la misma continuaba facilitando muchos beneficios y las inquietudes de la aristocracia se justificaban basaron en el mantenimiento, como fuera, de ese flujo de riquezas que emanaba del Nuevo Continente. Mientras tanto iba abandonando, de forma paulatina la pelea por la recuperación de un área como era la mediterránea.

Probablemente porque a esas alturas pudiera considerar más práctico, de cara al sostenimiento de la Monarquía ya a la tranquilidad social, la ampliación de todo tipo de promociones comerciales, a raíz de los esquemas trazados desde la política de reformas del Rey Fernando VI y de todo su gobierno como forma de tratar de lograr y estabilizar la tan deseada paz en España.

Todo un planteamiento reformista que estuvo claramente diseñado por las adversidades políticas que llegaban de tiempos atrás, las dificultades y contrariedades económicas y sociales así como el aperturismo y establecimiento de las más adecuadas sendas culturales para alcanzar, como objetivo, una meta de nuevas líneas de evolución gubernamental y por la ciudadanía.

Un tiempo en el que el gobierno de Fernando VI apostó, entre otros impulsos, por la construcción y potenciación naval de la Armada, lo mismo que defendió la máxima proyección de caminos, canales y puertos, elaborándose, también, el catastro de Ensenada tratando de sustituir los impuestos de consideración y tipología tradicional por un único impuesto.

Asimismo José de Carvajal y Lancaster fue nombrado presidente de la Junta de Comercio y Moneda posibilitando el establecimiento de la Real Compañía de Comercio y Fábricas de Extremadura, con sede en Zarza la Mayor y que se dedicaba a la fabricación y comercialización de tejidos. Una compañía que llegó a disponer en su día, ni más ni menos que en aquellos complejos tiempos, de 102 telares y 132 operarios.

Apasionado de la cultura, de las nobles artes y ciencias, a la que dedicaba el escaso tiempo libre del que disponía, en medio de una serie de cargos y puestos de extraordinaria dedicación e importancia, de gran claridad, lucidez e inteligencia, era un exponente de conocimientos de las páginas políticas, históricas y literarias de los autores de mayor consideración.

De siempre, en su trayectoria política, optó por la máxima neutralidad como camino más idóneo, desde el convencimiento personal, moral y como forma de llegar a la ciudadanía, del mejor modo posible, y potenciar y garantizar al máximo el proceso y desarrollo de la Monarquía.

En su inquietud y sensibilidad cultural procedió a impulsar la fundación de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, denominada así en honor del rey Fernando VI, así como, en un gesto de gran sensibilidad, puso en marcha el Jardín Botánico en Madrid.

José de Carvajal y Lancaster, que presta su nombre a una de las calles de Cáceres, lo que ya, de por sí, resulta muy importante, aunque muchos desconozcan el relieve de su personalidad política, también ejerció como Director de la Real Academia Española, que ocupó entre 1751 y 1754, fecha en que falleció en el Palacio madrileño del Buen Retiro.

Una muerte, la del político cacereño, que vino a suponer y a representar, a una escala imprevista, el abatimiento y el derrumbamiento de la casi práctica totalidad de las reformas que se habían ido impulsando desde el Gobierno de Fernando VI y canalizadas, en buena medida, por José de Carvajal Lancaster.

Volcado, también en su obra personal, dejó señalados legados para la posteridad, como son, por ejemplo, el Testamento Político, 1745, Mis Pensamientos, 1753, y la Representación, publicada en 1752.

El ilustre cacereño forma parte también de las páginas de la historia como caballero de la Insigne Orden del Toison de Oro.

No obstante como no se puede contentar a todos Marcelino Menéndez Pelayo define al gobierno de Fernando VI como «La parte más oscura de nuestra historia desde el siglo XVI acá…, de modesta prosperidad y reposada economía, en que todo fue mediano y nada pasó de lo ordinario ni rayó en lo heroico, siendo el mayor elogio de tiempos aquellos decir que no tienen historia».

Si bien es de justicia dejar constancia de que el Rey Fernando VI también fue conocido como El Prudente y El Justo, gracias, entre otras, a las decisiones y los consejos de José de Carvajal Lancaster. Un político cacereño que figura, con letras de oto, en la historia de España.

Y es que la política llevada a cabo por el Rey Fernando VI podría ser aplicable a la política desarrollada por José de Carvajal Lancaster, y que persiguió siempre, sin éxito, la obtención de Gibraltar. Tal como figura su influencia en el reinado de Fernando VI, y que según determinados estudiosos ha sido marginado en la historia de España de una forma poco correcta, en el que se consiguieron cualificadas reformas estructurales y políticas, con un reinado destacado por su carácter pacifista, aunque otros le señalan como quien abrió el camino al siglo de las luces ya bajo el reinado de Carlos III.

Finalmente señalar que José de Carvajal y Lancaster habitó durante un tiempo en el número 37 de la calle San Vicente de Sevilla, actual sede del PSOE de Andalucía, y que fue, antes, según recoge el diario «El Mundo«, en una información publicada el 12 de octubre de 2015, la casa que «se hizo y fabricó para su manejo» José de Carvajal y Lancáster, ministro del Consejo de Estado de Su Majestad Fernando VI y presidente del Consejo de las Indias, según reza una lápida situada en el patio y fechada en el año 1753.

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JOSE DE CARVAJAL Y LANCASTER, UN CACEREÑO EN LA CORTE DE FERNANDO VI by JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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