El 10 de marzo del año 1173 figura en las páginas de la historia de Cáceres como el día de la degollación de los cuarenta Fratres que trataban de defender la Villa a capa y espada de los asedios de los almohades. Y, una vez más, la leyenda y la historia cabalgan juntas.
Pero se trata de un episodio que, en nuestra modesta opinión, todos los cacereños debieran de conocer lo mejor posible. Porque estamos hablando de una parte significativa de la historia de Cáceres.
Todo arranca hace solo ochocientos y cuarenta y dos años. Y es que las peleas entre moros y cristianos por la Villa de Cáceres no paraban en los últimos tiempos en medio de duras y sangrientas batallas. Muy probablemente, al parecer, por la estratégica importancia geográfico-militar de la misma.
Hasta que el califa Abu Ya´qub Yusuf conquista para los almohades la Villa y se la arrebata a las tropas cristianas en el transcurso de un asedio cruel, duro y despiadado en extremo que acabó con la degollación de los últimos defensores cristianos y que durante seis largos meses sufrió los duros envites del enemigo atacante.
Previamente, el año 1169, las huestes del rey Fernando II de León libraron duras, esforzadas y sangrientas peleas, tras las cuales arrebataron Cáceres a los almohades, que juraron venganza eterna de aquella derrota y que no pararían en armas, nunca mejor dicho, para asaltar y reconquistar de nuevo la Villa.
Los Fratres mitad monje, mitad soldados, con juramento de votos tanto de obediencia como de lucha, una Orden de carácter militar y religioso, que previamente habían sido denominados como Congregatio de Cáceres, bajo el mando del caballero Pero Fernández, Señor de Fuentecalada, conocidos como Senyores de Cáceres, como señala la historia, fueron los caballeros en los que Fernando II de León dejó el mando de la Villa. Caballeros que se encomendaron a la advocación de Santiago Apóstol.
Pero Abú Ya´qub, califa de Sevilla, en su afán por recuperar los terrenos perdidos anteriormente ante la cristiandad, quería y anhelaba la conquista de Cáceres, de la que había hecho objeto de honor por el propio Alá.
Para llevar a cabo las correspondientes operaciones pone al mando de un numeroso ejército árabe a Abú Hafs Omar, su lugarteniente, con el objetivo único de que luchara a brazo partido contra los cristianos que dominaban Cáceres y arrebatarles tan importante y emblemático enclave.
Abú Ya´qub y Abú Hafs Omar se pusieron manos a la obra. Y, desde el primer momento, a pesar de la larga batalla, fueron ganando posiciones, de forma paulatina, a los cristianos, que, día tras día, perdían soldados, como perdían terrenos, torres, posiciones, defensas…
Hasta que quedaron reducidos, prácticamente, a la Torre que, a la postre, tendría el nombre de Bujaco para la posteridad, y que fue, simbólica y realmente, el último bastión defensivo antes de que se izara el pendón almohade como poder de dominio sobre la Villa. Porque fue el empeño atacante y guerrero de los almohades bajo una premisa: La conquista de Cáceres a costa de cuanto fuera preciso.
Aún así es de dejar constancia que los Fratres se dejaron la vida, nunca mejor dicho, en la defensa del honor de la Villa y derramaron hasta la última gota de sangre, pagando con el precio de la degollación en lo alto de la Torre, cuando ya habían perdido todas las posibilidades de defensa de Cáceres, y en la que quedaron completamente extenuados.
Lo que dice, mucho, en favor de aquellos heroicos Fratres que pasaron a la historia numantina de Cáceres en su defensa ante los invasores almohades.
NOTA: La fotografía de la Torre de Bujaco está captada del blog minube y la correspondiente a la pintura se corresponde con la imagen del Rey Fernando II de León, publicada en el blog catedralesgoticas.es.
LA DEFENSA NUMANTINA DE CÁCERES POR LOS FRATRES EN 1173 by JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.