LA EXTREMADURA VACIADA

Extremadura se sigue desangrando poblacional, demográficamente hablando, ante tantas pasividades que hieren ya, en profundidad, a quienes tienen que coger los bártulos y marcharse de la región.  LA EXTREMADURA VACIADA es el título de mi artículo que, sobre este tema, hoy aparece publicado en el periódico regional extremeño «HOY».

Aprovechando, lamentablemente, que el Pisuerga pasa por Valladolid, el Tajo por Cáceres y el Guadiana por Badajoz, la España Vaciada, mejor con mayúsculas, está tomando el pulso, y bien, a todos los Gobiernos, municipales, provinciales, autonómicos y nacional (sí, cuatro gobiernos, cuatro), sin contar Mancomunidades y otras instituciones, algunas de dudosa necesidad, para reivindicar, en este largo tiempo de crisis, la urgente atención a la riqueza interior de España. En este caso, hablemos de Extremadura.

            Y que se defiendan mucho más y mucho mejor esa abundante serie de pueblos extremeños que han caído en picado, demográficamente hablando, como hemos escrito en numerosas ocasiones, sin que las benditas Administraciones se inmuten lo más mínimo. Lo de siempre, se comenta en las filas migratorias de la región, el problema, de extraordinaria gravedad, no va con la clase política, más pendiente de otros temas más rentables para los que se acomodan en sillones aterciopelados sin que nadie les pida cuentas.

            Una tierra extremeña que desde aquellos cincuenta, ya del pasado siglo, con distintos Gobiernos y hasta hoy, no ha dejado de perder, estrepitosamente, gentes en sus aldeas, en sus pueblos, y ya, ahora mismo, también, en sus grandes ciudades, porque sus gentes marchan a buscarse los garbanzos allá en el exterior de las lindes regionales.

            Un grito desgarrador, el de la Extremadura Vaciada, que han defendido tanto y tantos, tan infructuosamente, a lo largo de tanto tiempo, entre tantas estampas de pena, de soledad, de llanto interior, de abatimiento de los municipios, entre tantas desatenciones de todos esos Gobiernos, cada uno en sus respectivas responsabilidades, ante lo que representa uno de los mayores dramas histórico-sociales de la región, como resulta la sangría del patrimonio humano. Consecuentemente, también, en todos los campos.

Parece claro que ha llegado el momento para dejar a un lado esa bondad y resignación del que se conforma parte de la esencia extremeña y pasar la factura correspondiente a quienes han tolerado, con sus desidias, tanto desgarro social.

No hace demasiado tiempo dejábamos constancia, en estas mismas páginas, de las cifras “oficiales” y demoledoras de la pérdida de población extremeña en sus cuatro puntos cardinales.

Este es el tiempo en que se necesitan expertos de relieve en todos los caminos de las vías políticas, de hablar alto y claro, de no tolerar ni permitir que Extremadura siga desangrándose por tanta ineptitud habida y por haber.

El articulista ha visto llorar físicamente hablando, en muchas Casas y Centros Regionales, que se esparcen por las campas migratorias de la geografía nacional, a hombres hechos y derechos –como se dice coloquialmente-, porque un día no tuvieron más alternativa que salir de sus pueblos, porque Extremadura les duele en el alma, porque muchos ya, a estas alturas, con dos generaciones de diferencia, hijos y nietos, el regreso a la tierra parda, que dijera Luis Chamizo, es imposible…

Ahora es uno de esos momentos en que la gente extremeña debe de subirse al Tren, y no al AVE –que sigue sin traquetear por los raíles de las vías ferroviarias, a pesar de las promesas de Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez— del grito de la España Vaciada que ya clama por la justa demanda de ser atendidos desde el esfuerzo de la igualdad entre todos.

Que lo podamos ver…

NOTA DEL AUTOR: La fotografía que ilustra el texto es de la aldea del Arco, perteneciente a Cañaveral y está captada del blog «Extremadura Misteriosa«.

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