LA FARRUCA, LAVANDERA

Las Lavanderas del Cáceres de Aquellos Tiempos fueron unas mujeres tan admirables como ejemplares en su extraordinaria e inmensa capacidad de esfuerzo para sacar las casas adelante. Aquí os dejo mi artículo «La Farruca, lavandera», que hoy, 16 de abril de 2019, aparece publicado en el periódico «Hoy».

Estatua-homenaje a las lavanderas, levantada en la cacereña Avenida de las Lavanderas.

Aquellas sufridas y sacrificadas lavanderas quedan en la historia conformando una estampa ejemplar en el Cáceres de Aquellos Tiempos.

Entre ellas, Vicenta Polo Salgado, La Farruca, que desempeñaba su trabajo en el lavadero de Beltrán.

La Farruca, (Cáceres, 1907-1989), hija de Andrés, hortelano, y Vicenta, sus labores, nació en la calle Picadero. El apodo proviene de la familia paterna a quienes apodaban farrucos por su carácter y temperamento, al que ella hacía honor siendo una mujer echada para adelante.

Su familia, como la de todas las lavanderas, llevaba una vida dura, con bajos jornales y frecuentes temporadas de paro. Por su condición social, no asistió a la escuela, ayudando desde pequeña en las tareas caseras, con el cántaro a por agua, aprendiendo a coser y cocinar.

Empezó a trabajar como lavandera muy joven y llevar unas pesetas a casa, con las familias de Cayetano PoloPolito”, los Acha, Juanita Franco, entre otros, y recorría sus senderos durante muchos años con la rodilla para cargar la cabeza con el barreño, el batidero, dos cubos, uno con ropa y otro con el jabón casero y comida, y el rodillero de madera con una almohadilla de trapos viejos, lo mismo en mañanas gélidas, con pilas cubiertas por láminas acristaladas de hielo, calentando agua para evitar los sabañones; que en días de calores sofocantes…

Lavanderas que multiplicaban un trabajo tan severo porque las necesidades lo requerían.

Sus tiempos libres eran pasear por la Plaza y Cánovas, a veces asistía al cine instalado en la Plazuela de San Juan, en el buen tiempo visitaba las huertas de la Rivera, como la de los Periquene, y en las noches estivales salía a la fachada con la silla de enea, buscando frescor y pegar la hebra.

La Farruca, una esmerada lavandera más de 50 años, quedando para la historia la estatua en homenaje a tan reconocidas mujeres.

 

 

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