LA GRAVE COGIDA DE REVERTE EN CACERES, EN 1899, EN LA REVISTA «LA LIDIA»

El 31 de mayo del año 1899, el afamado diestro Antonio Reverte Jiménez resultó cogido de señalada gravedad en la Plaza de Toros de Cáceres, donde actuaba con motivo de las Ferias en honor de San Fernando, compartiendo cartel con Enrique Vargas «Minuto». Los astados pertenecían a la ganadería del Duque de Veragua.

 

cogidarevertecaceresLa cogida fue de tal calibre que la prestigiosa revista taurina nacional «La Lidia«, que tan solo se conformaba de tres páginas, una de ellas con una lámina a todo color, le dedicó la correspondiente al 3 de julio de 1899, tal como podeis ver.

Según especifica la revista en la información de la corrida Reverte «al pasar de muleta al segundo toro de la corrida y, al dar un pase pecho, fue cogido por el muslo izquierdo, campaneando aparatosamente y despedido, dando al caer con la cabeza sobre el testuz«.

Los doctores apreciaron «una herida en la cara interna del muslo, de cinco centímetros de diámetro el orificio, que se internaba por bajo de la femoral, sin interesarle milagrosamente«.

Como consecuencia de la grave cornada que le infirió el toro del Duque de Veragua el diestro que le acompañaba en el cartel, Minuto, tuvo que matar los seis astados de la corrida y que, hasta donde cuentan las crónicas, quedó muy bien en la lidia de tres de los astados «y salvando con habilidad las dificultades de los otros tres«.

No obstante el espada, a pesar de la gravedad de la herida y con la oposición de los médicos, salió de la ciudad de Cáceres ese mismo día, Y tuvo que ser curado en el regreso a Madrid por el doctor Bravo que le acompañaba.

Antonio Reverte Jiménez (1870-1903) fue un torero de una clase extraordinaria, que se distinguió por su pundonor y valentía, logró alzarse como uno de los ídolos de su tiempo e inventó un lance taurino tan bello como la llamada «revertina«: Un arriesgado quite saliéndole al toro sin picar y quitarle poder en escalofriantes recortes con el capote plegado al brazo.

El torero se doctoró en tauromaquia de la mano, ni más ni menos, que de Rafael Guerra Bejarano, «Guerrita«.

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