LA SANGRÍA MIGRATORIA CRECE EN EXTREMADURA

Extremadura, que hoy cuenta tan solo con 6265 habitantes más que en 1920, perderá en 15 años, según el INE, más de 70.000 personas. Una verdadera sangría humana.

Granadilla, en Cáceres.
Granadilla, en Cáceres.

El Instituto Nacional de Estadística acaba de hacer público otro informe demoledor para Extremadura y en el que señala que, en tan solo quince años, la región podría perder hasta 70.789 habitantes más. Una nueva riada. o, mejor, dicho, sangría o hemorragia migratoria del mayor calado que se clava, otra vez, en Extremadura.

La caída de la población en nuestra Comunidad resulta tan preocupante que sorprende que no se hagan públicos los trabajos y planes de recuperación demográfica en la región.

Un tema, el de la emigración extremeña, de extrema gravedad, y al que el periódico “Hoy”, le va infiriendo destacado relieve, con artículos y reportajes. entre ellos de un servidor, sobre el vaciado humano o sangría migratoria de Extremadura, mientras los pueblos y los grandes municipios, continúan perdiendo gentes y cerrando, casi definitivamente, las puertas a una cada vez más lejana, difícil y, prácticamente, imposible revitalización.

De este modo hemos de dejar dolorosa constancia de que si en el año 1920, Extremadura contaba con 1.064.318 habitantes, hoy, noventa y ocho años después, la región tiene solo 6265 almas más. Es decir, 1.070.583, cuando en 1950 llegó a contabilizar con 1.408.320 personas. Un dato demoledor, sobre todo al comprobar cómo la población española de 1920, registraba 22.012.663 personas y hoy, según el INE, asciende a 46.659.302 habitantes.

Toda una cruda regresión, que arranca en aquellas duras décadas migratorias, cuando se aceleró la marcha de los grandes polos desarrollistas en España, con el epicentro, claro es, en Cataluña, el País Vasco y Madrid.

Una tragedia, mayor, aún, de un futuro inminente, con los datos del INE, si se analiza, sobre todo, el desmoronamiento agrícola-ganadero, que siempre supuso la mayor la defensa de nuestros pueblos.

Ante ello solo queda la opción de que el ejecutivo extremeño exija ante el Gobierno central, los más ambiciosos programas desarrollistas y de inmediata aplicación en nuestra región, para tratar de sujetar y mantener, de forma enérgica, el segmento vital de nuestros pueblos, que siguen abatiéndose por la bandada migratoria que se nos impuso desde aquel comienzo de la segunda mitad del pasado siglo, cuando los brazos más jóvenes, de la resignada y paciente Extremadura, se largaban de sus domicilios y tierras, para aupar con su esfuerzo las Comunidades citadas. Una emigración que continúa sangrando en una tierra que no sabe protestar como otras para alcanzar sus objetivos.

Hoy se necesitan urgentemente fuertes apoyos a emprendedores extremeños, incentivación a las iniciativas de los más jóvenes, estabilidad para los mayores que ven peligrar su puesto de trabajo, sostenimiento de la vida de los pueblos y fomentar las estructuras potenciales así como la puesta en marcha de las nuevas tendencias socioindustriales en la economía regional para frenar tan negativos datos como los que apunta el INE.

La preocupación por el futuro de los pueblos y ciudades de Extremadura, de sus gentes, conforma un auténtico drama, porque la lista de agravios hacia nuestra tierra es amplia. Más allá de la marcha de los emigrantes o del olvido del campo, ahí quedan, por ejemplo, el maltrato con el ferrocarril o la debilidad de los políticos ante el desmoronamiento regional.

Según se deduce de la Constitución Extremadura es una Comunidad con los mismos derechos que Cataluña, el País Vasco y Madrid, pero si vemos las cifras de la renta per cápita, publicadas por Europa Press en marzo pasado, se señala que Extremadura dispone de 17.262 euros/habitante, muy lejos del de Madrid, en primer lugar, con 33.809 euros/persona, y por debajo incluso de Ceuta y Melilla.

¿Cuáles son los proyectos del Gobierno regional ante el futuro de los extremeños y sus jóvenes con esas previsiones para que la región pierda otros 70.789 habitantes en quince años?

Lamentablemente el INE se suele equivocar muy poco en estas proyecciones. Por lo que los datos referenciados representan un nuevo mazazo en las ilusiones y expectativas, sobre todo de los más jóvenes, que son los que se marchan de Extremadura, por las malas expectativas regionales, y de las que habrá que culpar a autoridades extremeñas y no solo al Gobierno nacional.

Tenemos mucho que aprender, efectivamente, de los dirigentes de otras regiones que hasta saben crear un clima de angustias y trasladarlas al ejecutivo del país, para que les hagan caso. Y hasta hay que saber protestar por las desatenciones, con una cultura reivindicativa, que, en su resignación y paciencia, no posee el extremeño pero que es capaz de coger las maletas y levantar con sus brazos otras Comunidades españolas.

Ante esta severa injusticia contra Extremadura, se necesita una seria defensa regional. Porque la emigración, sencillamente, no supone más que la supremacía de unas Comunidades Autónomas sobre otras.

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