LOS CINCO PRIMEROS DIPUTADOS CACEREÑOS DE LA DEMOCRACIA

El 15 de Junio de 1977 se celebraron en España las primeras elecciones generales. Y de las urnas salieron los nombres de los cinco primeros diputados cacereños en las Cortes Constitucionalistas.

De esos cinco escaños que se disputaban en Cáceres para el Congreso de los Diputados, en medio de una manifiesta intensidad emocional y política, que se vivió en la provincia de Cáceres como en toda España, porque se abrían las urnas de la democracia, Unión de Centro Democrático, el partido liderado por Adolfo Suárez González, que estaría al frente del mismo hasta el 23 de febrero de 1981, cuando la intentona golpista de Tejero, obtuvo cuatro actas de diputados y el otro escaño lo obtenía Partido Socialista Obrero Español.
Los cuatro diputados constitucionalistas, que fueron elegidos por los votantes de la provincia de Cáceres y en las listas del partido Unión de Centro Democrático, fueron los siguientes:
Juan Rovira Tarazona, uno de los fundadores de Acción Regional Extremeña, AREX, partido que se integraría en Unión de Centro Democrático, y que llegaría a ser Ministro de Sanidad y Seguridad Social, y Delegado del Gobierno en Cataluña; Manuel Bermejo Hernández, que alcanzaría la presidencia de la Junta Preautonómica de Extremadura; Santiago Parras Iglesias, Consejero de Transportes, Turismo y Comunicaciones en la misma, y Felipe Romero Morcillo, Consejero Adjunto a la Presidencia.
El diputado socialista por Cáceres en esas elecciones fue Pablo Castellano Cardalliaguet, líder de la Agrupación Socialista Madrileña en la clandestinidad, siendo conocido por el alias de “Hervás”, presidente del partido en Cáceres, Consejero de Trabajo de la Junta Preautonómica y presidente de la Asamblea de Extremadura. El mismo fundaría, en su día, la corriente Izquierda Socialista en el seno del PSOE, y que posteriormente sería expulsado del partido fundando el PASOC.

Todos ellos, a pesar de las diferencias y brechas ideológicas entre Unión de Centro Democrático y el Partido Socialista, supieron hallar las vías de entendimiento, desde el diálogo, el debate, la transparencia, la concordia, el entendimiento, la claridad de conceptos y la aproximación de encuentros, para cooperar a poner en marcha la institución preautononómica.

Lo que se posibilitó, por cierto, desde la mayor de las modestias, sobre todo por la escasez y parquedad presupuestaria. Un escollo, el económico, que les valió, por cierto de mucho, según la opinión de todos ellos, en aquel entonces y más tarde, también, desde el paso de los años.
 
Un trabajo, el de aquellos parlamentarios, tanto centristas como socialistas, de lo que este periodista puede dar fe, como la puede dar de sus numerosas reuniones de trabajo, encuentros y conversaciones de profundo contenido en defensa de los intereses de la región extremeña.

Reuniones, encuentros y conversaciones que se desarrollaban en el Congreso de los Diputados, en los diversos despachos tanto en Madrid como en Extremadura, en el Salón de los Pasos Perdidos, de la Cámara Baja, en la cafetería, en la curva del Congreso de los Diputados –justo debajo del hemiciclo– que es conocida coloquialmente, como la M-30…

 Y siempre, todos ellos, en la medida de sus posibilidades, de sus planteamientos, siguiendo las directrices y criterios de sus respectivos jefes de filas, Adolfo Suárez y Felipe González, tratando de buscar por todos los medios a su alcance los mejores caminos, repletos de ilusiones y de esfuerzos, para comenzar la construcción de lo que muchos denominaban o denominábamos, en aquel tiempo de esperanza, de inquietud y de miles de sueños la configuración de la Nueva Extremadura.
Un trabajo, el que llevaron a cabo todos ellos, y otros, en sucesivas legislaturas, del que merece la pena dejar constancia expresa como un acto que, al menos en nuestra humilde opinión, consideramos un acto de justicia.
Y de cuyo ejemplo, en la línea de la concordia, del entendimiento, de la confianza, y en beneficio de la región, se conseguían determinados grados de compromiso, que solo saben las paredes, y algunos testigos de esa parte de la historia de Extremadura, en medio de tantos recorridos de las nuevas vías políticas que se pusieron en marcha con el mayor y mejor afán por parte de todos.
De esto hace ya, justamente, 40 años.
Hoy, cuarenta años después, quiero rendir un homenaje de gratitud democrática, de respeto, de agradecimiento, y, de paso, por cierto, de profunda amistad con todos ellos, que se caracterizaron, sobre todo, por un señalado sentido democrático, abierto, expansivo y muy claramente extremeño. Un espíritu, sobre todo éste último, que les permitió avanzar bastante en temas no demasiado fáciles.
Y ellos, los cinco diputados constitucionalistas de la provincia de Cáceres, elegidos por el voto sagrado de las urnas, que se abrieron el 15 de mayo del año 1977, aportaron, afortunadamente, lo mejor de su cosecha.

Y de cuyo ejemplo, en la línea de la concordia, del entendimiento, de la confianza, y en beneficio de la región, se conseguían determinados grados de compromiso, que solo saben las paredes, y algunos testigos de esa parte de la historia de Extremadura, en medio de tantos recorridos de las nuevas vías políticas que se pusieron en marcha con el mayor y mejor afán por parte de todos.
Sobre todo el del respeto, las buenas maneras, la capacidad de diálogo, la sensibilidad humana y política, más allá de las distancias y diferencias que había en el difícil y complejo campo de juego como representaba el ir levantando el edificio de la institución preautonómica.
Muy lejos, por cierto, situados en el escenario de hoy mismo, de las asperezas, las crispaciones, las tensiones, los recelos, los insultos y, sobre todo, la tremenda duda de que el camino entre el partido en el Gobierno y el primer partido de la oposición –siempre claves para el país– pareciera repleto de minas que no dejan de ponerse en el camino. Que una cosa son los criterios ideológicos y otra cosa son las necesidades de asuntos de Estado.
NOTA: Las fotografías están captadas de la prensa cacereña de entonces.

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