LOS SILENCIOS DE DON BRAULIO

El pasado día 8 tuvo lugar la celebración del Día de Extremadura, festividad de la Virgen de Guadalupe, Patrona de la Comunidad Autónoma, y cuyo municipio, junto a otros treinta de Cáceres y Badajoz, a estas alturas del siglo XXI, continúan perteneciendo a la diócesis de Toledo, que dirige el Primado Braulio Rodríguez.

Una decisión que arranca en la historia cuando, allá por el 1222, el Arzobispo de Toledo, en aquel entonces Rodrigo Ximénez de Rada, también militar y guerrero, procede a comprar los Montes de Toledo, con 31 pueblos extremeños incluidos, pasando a la diócesis toledana que, ahora, desde hace nueve años rige el Arzobispo y Primado Braulio Rodríguez.

Un Arzobispo que en una de sus mínimas declaraciones al respecto como ante aquella pregunta que en su día le plantearon sobre cuándo pasaría Guadalupe a una diócesis extremeña, respondió, sencillamente, que es un tema político y nacionalista. Lo que demuestra que conoce poco y quizás no demasiado bien, al pueblo extremeño que siente una devoción infinita por su Virgen de Guadalupe, la Morenita de las Villuercas, y que somos miles los extremeños que reivindicamos –siempre con exquisita prudencia, lo que no parece conducir a ningún sitio—que la iglesia debiera incrustar a Guadalupe en la provincia eclesiástica extremeña.

Hemos de convenir, aunque solo sea por sentido del deber, que los máximos responsables eclesiásticos de Extremadura, dependientes del Arzobispado toledano, y partidarios de que Guadalupe se incruste en una de esas tres diócesis de nuestra Comunidad, den cuenta y remitan al Primado,  todos aquellos documentos que, con frecuencia, aparecen en los medios de comunicación extremeños, por parte de historiadores, religiosos, escritores, periodistas, políticos y fieles, con todo tipo de reflexiones, en defensa de la reivindicación manifestada. Un tema que escuece en el alma extremeña.

Pero don Braulio calla ante la densidad de artículos, declaraciones, peticiones, manifestaciones y rogativas por parte del pueblo extremeño, que se acumulan en las hemerotecas, para que Guadalupe, capital religiosa de Extremadura donde se venera con extraordinaria fe a Santa María de Guadalupe, pase a depender de una de las tres diócesis de la región. Aunque dicha petición, que casi nadie cuestiona en Extremadura, suponga todo un acto de justicia, de sensibilidad popular, de respeto a la región extremeña, la única comunidad autónoma en la que su patrona se encuentra en una diócesis ajena a su geografía administrativa. Y aunque el Arzobispo guarde silencio ante tantas razones y argumentos, que no son, precisamente, minucias, Eminencia, creemos que las mismas no conforman más que una gigantesca deuda de la iglesia con Extremadura, que pasa, entre otras, por su decisión.

Podemos deducir que el Arzobispo y Primado, Braulio Rodríguez, debe de ser consciente de la histórica capacidad de resignación, paciencia y aguante del pueblo extremeño, todo moderación, para con tamaña injusticia.

Tanto es así que ante el cortísimo espacio de tiempo que pudo estar Guillermo Fernández Vara con Francisco I en la Plaza de San Pedro el día 12, para trasladarle esta anomalía, (“Cinco minutos con el Papa”, titulaba acertadamente el periódico “Hoy”), y aunque Su Santidad se mostrara muy receptivo, según el mandatario extremeño, entregándole una amplia documentación, con señaladas referencias de tamaña injusticia, don Braulio también ha callado. ¿Por qué? ¿Tan complejo habría resultado incentivar a los extremeños diciéndoles que la Virgen de Guadalupe debiera de pertenecer, eclesiasticamente hablando, a Extremadura? ¿O es que, acaso, se trata de un tema intocable por consejo de alguno de los máximos responsables vaticanos?

¿Cómo es posible que la iglesia española no disponga de la mayor afinidad posible con las nuevas estructuras y planteamientos de nuestro Estado Estado en pleno siglo XXI? ¿Consentirían semejante agravio eclesiástico, como el de Guadalupe, los catalanes, los vascos o los propios castellano-manchegos, tal como lo soporta Extremadura?

Permitasenos dudar, hoy por hoy, de la celeridad vaticana, porque en asuntos como el presente, a la iglesia le cuesta mucho trabajo mover ficha.

Más aun teniendo en consideración el criterio del Arzobispo y Primado, sin cuyo consentimiento, al parecer, la reivindicación de Vara, en nombre de Extremadura, corre el riesgo de que se convierta en papel mojado y pueda pasar, por tanto, al olvido en alguna estantería vaticana.

Hoy quisiéramos confiar, con la fuerza de la fe, en la capacidad de justicia histórica y de consideración que se merecen la Comunidad Autónoma extremeña y sus gentes. Más, aún, por parte de la Iglesia. Sobre todo si tienen en cuenta razones tan consistentes como las que se compendian en la documentación entregada por Vara a Francisco I.

 Ya sobran en demasía los silencios sobre este tema que tanto duelen en Extremadura. Aunque siempre queda la esperanza del milagro. y, más, tratándose de asuntos de la iglesia.

Si bien ya reza el dicho popular que doctores tiene la Santa Iglesia… Pero, salvo error u omisión, el Día de Extremadura de 2019 Guadalupe continuará muy probablemente en la diócesis de Toledo.

NOTA: Este artículo aparece publicado, hoy, 26 de septiembre, en el periódico digital extremeño y diario «REGION DIGITAL«.

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