LUCAS BURGOS CAPDEVIELLE, CARICATURISTA Y DIBUJANTE DE AQUELLOS TIEMPOS

Lucas Burgos Capdevielle, chapeau, fue un caricaturista, dibujante, pintor, que, prácticamente, nació con el lápiz en la mano intentando buscar, a muy temprana edad, la tipología especial que encontraba en los rasgos físicos de los personajes a caballo entre sus trazados y su capacidad creativa. 

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La Comisión del Hojeo una de las más señaladas creaciones caricaturescas de Lucas Burgos Capdevielle, realizada en 1929.

Y, al tiempo, fue, también, un claro exponente de la popularidad, la inquietud y semblanza cultural, el callejeo y la humanidad que rebosaban, de forma cotidiana, esas pequeñas capitales de provincia, de entonces, que diría el maestro Miguel Delibes.

Lucas Burgos Capdevielle ya trabajó desde su propia imaginación desde muy temprana edad, buscando modelos de dibujos de periódicos y de revistas, pasó por las clases de una personalidad y maestro en las artes del dibujo como don Tomás Martín Gil, ahondó sus conocimientos en la mayor profundidad en la Escuela de Artes y Oficios, donde destacó muy tempranamente, y aprendió, y mucho, de la mano de don Gustavo Hurtado y de Sánchez Varona, ahí es nada, que vieron un artista en ciernes.

Como consecuencia de todo ello, de sus inquietudes y esfuerzos, de esa identidad para conectar con todos y confiando en sus propias fuerzas y dinámicas muy pronto empezó a colaborar en los periódicos «La Montaña» y «El Noticiero«, donde sus dibujos caricaturescos eran muy positivamente comentados y elogiados por los lectores que destacaban el sucinto perfil con que diseñaba a los personajes que iban desfilando en las publicaciones, fruto de su imaginación y habilidad psicológica para trazar unos diseños plenos de aciertos.

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Un día de 1950, Lucas Burgos Capdevielle se miró en una fotografía, se vió en el espejo y compuso esta caricatura suya.

Posteriormente Luquita, como se le conocía popularmente en los ambientes callejeros de la ciudad, persona cordial, culta, cacereñeadora, emprendió, durante un tiempo, la aventura de hacer los Madriles, que consideraba necesario para su proyección, y que consideraba, también, una verdadera zona neurálgica en sus horizontes. Porque en Madrid, decía, se concentra el mayor porcentaje de la capitalidad artística. Y allí, muy pronto, engarzó, a caballo de su calidad artística, de su trabajo imparable, de su imaginación desbordante y de categoría humana en el ambiente que anhelaba.

Fruto de ello fue dejando sus caricaturas, sus dibujos, su obra, y lo que otros llamarían su desbordante cultura pictórica, entre otras publicaciones de prestigio, en el periódico «Informaciones«, en la revista «La Unión Hispanoamericana«, en el semanario humorístico-satírico «Gutiérrez«…

Y, al tiempo, fue ganando concursos de dibujos, participando en numerosas exposiciones, colgando muestras de sus creaciones, con en la Primera Exposición de Arte Extremeño, en la que colgó, ni más ni menos, que toda una amplia colección de treinta caricaturas, o el importante prestigioso Salón de Otoño de Bellas Artes de Madrid… Lo mismo fue impulsando su prestigio y expandiendo elegancia, al mismo tiempo que hacía gala permanente de su bonhomía. Con que cuadraba una personalidad encaminada al éxito.

A pesar de sus triunfos en la Villa y Corte, en la que sus muy acertadas cualidades en las complejas artes de la caricatura, alcanzaron distinguida notoriedad y relieve, donde alcanzó notables compañeros y amigos de tertulias de gran prestigio, como Pedro Muñoz Seca, Wenceslao Fernández Flores o Ramón María del Valle Inclán, todo un lujo, le dolía la distancia de los trescientos largos kilómetros que se le separaban de su Cáceres de mil eternas pasiones, su gente, sus estampas de siempre apegadas en el corazón del alma, sus adioses por las calles de la capital, sus saludos a todo quisque, la humanidad que rezumaba y rezuma la entrañabilidad, siempre de Cáceres, tierra grabada a sangre y fuego en sus sentimientos.

Por esa serie de motivos, aunque otros artistas y figuras en diversos campos, residentes en Madrid, lamentaron su ausencia justificándolo y tratando de convencerle de que  podría triunfar, todavía, mucho más.

Pero, al fin y a la postre, se reencontró con su Cáceres de siempre. Su bar Avenida, su Plaza Mayor, su calle, entonces, Generalísimo Franco, aunque siempre fuera Pintores, y que en otros tiempos llamaban Alfonso XIII y Pablo Iglesias, el eco de la algarabía de las campanas del Casco Histórico-Monumental de Cáceres, el despertar y la evolución paulatina de Cáceres, los adioses, los largos saludos con los conocidos y amigos impregnado de sabor vecinal y provinciano, las tertulias de relieve cultural, intelectual y social.

Todo un lujo, pues. Y se recogió entre aquellas inveteradas callejuelas y plazoletas de la recoleta vida de Cáceres, con su vida de siempre, y ejerciendo el complejo arte de la docencia, como señalaba, para encauzar a los más inquietos y avisados alumnos por las vías del dibujo. Lo que llevó a cabo, entre otros centros y academias, en el Colegio San Antonio, de la calle General Margallo y en la Escuela de Maestría Industrial.

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Así vió Lucas Burgos, en 1950, a Valeriano Gutiérrez Macías.

Ya en 1950 el escritor, ensayista e investigador cacereño Valeriano Gutiérrez Macías le definió como «legítimo prestigio no solo de esta región, sino de España«, subrayando, al mismo tiempo, que «su arte exquisito fue la mejor embajada en la capital de España«.

Del mismo también se señala que «Su habilidad en el dibujo le llevó a una concepción de la caricatura gráfica, descubriendo la psicología del personaje«.

Y de este modo el catedrático  y escritor Ramón de la Garnilla deja constancia expresa de que «El lápiz de esta artista, el mejor de la región en este género (en referencia al de la caricatura), ha sorprendido el gesto, la actitud, la figura de personas conocidas en Cáceres«.

Señalemos en este recorrido, en torno a una figura de la talla de Lucas Burgos Capdevielle que, ya, en el periódico «El Adarve«, de Cáceres, publicado el 30 de mayo de 1924, y a raíz de la Exposición Regional de Bellas Artes que tuvo lugar en el Palacio de los Golfines, con obras de Juan Caldera, Gustavo Hurtado, Javier, Perate, Eulogio Blasco,, Conrado Sánchez Varona y Lucas Burgos Capdevielle, entre otros, José de Hinjos escribe lo siguiente:

«Nuestra prensa local se ha ocupado repetidas veces de este caricaturista, que ha logrado popularizar su nombre entre nosotros, al ir exponiendo regularmente gran parte de su meritísima labor. Es inútil, por lo tanto, repetir una vez más que reúne condiciones excelentísimas para captar las más sobresalientes cualidades físicas y psicológicas de sus modelos. Aun aquellos que no ofrecen motivos esenciales, rasgos agudos, logra prenderlos de su pluma con una habilidad extraordinaria, dibujándolos con una veracidad, con una seguridad y al mismo tiempo con una comicidad admirable«.

Asimismo subraya José de Hinjos:

«A Burgos en este género artístico de tan limitado y escaso horizonte, le hace falta, quizás, dar más seguridad y elegancia a la línea, ya que se resienten algunas de sus caricaturas por el dibujo, que si no le quitan el parecido y la gracia de cada una de sus partes, hacen sufrir al conjunto. De esta manera ganarían sus caricaturas en vistosidad y fuerza, y Burgos, tan afortunado cultivador en este arte, llegaría a una perfección extraordinaria«.

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En 1945 Lucas Burgos ganaba el Premio de carteles de Ferias de Cáceres con esta bella pintura.

Dejemos constancia en este repaso a la figura del maestro Lucas Burgos Capdevielle de la reseña crítica que, titulada «Para Lucas Burgos Capdevielle«, sobre la extraordinaria obra y talla artística, aparece publicada el 3 de enero de 1927 en el periódico «Nuevo Día«, que firma el Licenciado Gregorio López, y que obedece a la pluma del prestigioso escritor y periodista cacereño Juan Carrero.

En la misma se puede leer:

«No abandones un momento siquiera el camino de la fama y del triunfo que tus estudios y tus obras pregonan y rodeado como estás de un ambiente de gloria, llegues a la cima y al fin con todo entusiasmo, para que la opinión autorizadísima de censores y críticos de innegable sabor, extienda y te entregue como justo premio la brillante ejecutoria que te servirá para consolidar tu reputación como artista consumado«.

Asimismo el escritor y periodista el Licenciado Gregorio López, conocedor en profundidad de las cualidades artísticas, creativas y hasta de los rasgos y perfiles inclusive desde una perspectiva psicológica, que traslada el autor, de forma caricaturesca a su obra, apunta un texto del siguiente tenor:

Y es que Lucas Burgos Capdevielle se conformaba como uno de esos más que incansables trabajadores y buscando, siempre, la creatividad, la innovación y los nuevos campos, sin perder esos compases que tanta imagen y prestigio le imprimieron a lo largo de su vida.

LUCASBURGOS1ONCURSOCARTELES1935«En busca de más amplios y fértiles horizontes en el arte marchaste a Madrid y saben tus paisanos, les consta con satisfacciones, que los críticos eminentes, los grandes artistas que se encumbraron merced a su genio, unánimes en su juicio, admiraron tus obras y su elogio fue inmediato y sincero, bastando una frase, la del gran Francés, al contemplar una caricatura y exclamar: «Necesariamente se averigua que este hombre aquí pintado, es sordo», para en ella expresar su autorizadísimo juicio«.

Más adelante el crítico señala en su artículo sobre las características de las caricaturas que elaboraba, con su sin par y muy particular visión, el siempre entrañable pintor Lucas Burgos Capdevielle:

«Son inimitables, son estupendas tus producciones y más meritorias y estimables porque el apunte, las rayas son tomadas velozmente y el conjunto ofrece en todas un mágico acierto, un asombroso parecido con los rasgos y facción del caricaturizado«.

Y, ya en el último párrafo, le dedica las siguientes palabras al prestigioso artista cacereño:

«Trabaja con alientos, con entusiasmos grandes, no desmayes ni te canses en la tarea; que no te envanezcan los triunfos cosechados, ni la contrariedad o el desdén haga que tu ánimo flaquee. El día del triunfo decisivo y rotundo se avecina y yo, como amigo y cacereño, veré con alegría sin límites y con justificado orgullo, que un paisano ahí en la Corte, exaltó a la patria chica, y encumbrándose por sus propios méritos, escaló por su valía, sitio preferido y el más distinguido por dentro del arte«.

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Pedro Romero Mendoza, director de la revista «Alcántara», una eminencia, en 1949, por Lucas Burgos.

Fruto de su intenso trabajo, en su inmensa mayor parte con la esencia y el transfondo de Cáceres, fue la calle a la que hoy presta su nombre y apellidos como reconocimiento y tributo de una entrega y dedicación absoluta a la ciudad.

Lo que, siempre, ennoblece, y de qué manera, al personaje del relieve intelectual llamado Lucas Burgos Capdevielle.

Una obra intensa, cuajada de inquietudes y, al tiempo, de la calidez de la armonía que siempre le distinguió, mientra se paseaba, dulce, agradablemente, por los parajes de sus dibujos.

Siempre cuajados de ese relieve de señalados considerandos como para pasar a formar parte de la historia del Cáceres de su alma.

Una virtud, pues, que, ante todo, hemos de reconocerle por su ingente contribución y labor de exaltación de la ciudad: En sus Palacios, Casonas, Torres y Murallas del Casco Histórico-Monumental de la ciudad, en sus personajes, en sus gentes, en sus paisajes, en sus estampas cotidianas y callejeras de la vida urbana que se deslizaba en los aconteceres y rutinas del día a día, en sus tradiciones y costumbres…

Todo ello, sencillamente, porque un buen día Lucas Burgos, perteneciente a una ilustre saga, que creara y pusiera en marcha su abuelo, monsieur François Capdevielle, llegado de Oloron-Sainte Marie, en los Bajos Pirineos, y de quien fuera nieto, se lo propuso a sí mismo. Ni más ni menos que continuar la sensibilidad y la dinámica artística que estaban conformando los Capdevielle en Cáceres.

lucasburgos-1923Lucas Burgos Capdevielle, un apasionado del trabajo, también ilustró, con el rigor ameno y la calidad de su lápiz, diversas obras. Como esta estampa que podemos ver y aparecida, con su firma, en la obra «Los niños, un libro para grandes«, del matemático y pedagogo cacereño Lorenzo Alcaraz Segura, nacido en Guadalupe, y editado el año 1923 en la Imprenta Moderna, de Cáceres.

Asimismo es de señalar que su obra está presente, también, en el cacereño Museo de Pedrilla. Y es que su dedicación a Cáceres figura ya, con mayúsculas, en la historia de la ciudad, a la que consagró una parte vital de su tiempo y de su obra.

Hoy, pues, nuestro recuerdo a un hombre todo cacereñeador que fue conocido, admirado y muy querido por el todo Cáceres.

Aunque, como siempre, el paso acelerado del tiempo, va devorando a estos impresionantes personajes de Aquellos Tiempos y dejándolos semiolvidados en los parámetros de las estanterías de las hemerotecas y, en el mejor de los casos, en los rótulos de una calle y de cuyo nombre no son demasiados los que conocen alguna de las particularidades, obras, hechos, notoriedades e importancia de unas figuras capitales en la propia historia de Cáceres.

fotosmamiTambién creemos que merece la pena dejar constancia expresa de esta muy curiosa y llamativa tarjeta de visita, creada y pintada, claro es, por el maestro, caricaturista, dibujante, pintor, y siempre excelente persona y cacereñeador, llamado Lucas Burgos Capdevielle, todo un artista de muy señalados considerandos, que gira alrededor de ese gran foco de la belleza histórico-artística cacereña que es la Torre de Bujaco.

Toda una muestra, como todas sus obras, de la exquisita sensibilidad artística que rezumaba la visión, la capacidad creativa, el estudio, los trazos, las particularidades y la perfección que de siempre desbordó ese insigne artista cacereño y que figura, por derecho propio, en el Libro de Oro de los Artistas Cacereños llamado Lucas Burgos Capdevielle.

Y en esa línea de curiosidades causales y casuales de la bida no podemos atrás, creemos que bajo ningún concepto, el retrato que le dedicó, al mismo un pintor de la talla del extremeño Antonio Solís Avila, (1) , que fuera dibujante oficial del periódico «ABC» de Aquellos Tiempos, ni más ni menos, al prestigioso caricaturista y pintor Lucas Burgos Capdevielle.

¡Chapeau, maestro!, y siempre uno más de los grandes amigos de mi padre, Valeriano Gutiérrez Macías, cuya caricatura, trazada por don Lucas Burgos Capdevielle, con gran esmero y acierto, claro es, con su particular visión, presidió siempre, junto a otras obras maestras de pintores cacereños, su despacho, allá en la Avenida de Hernán Cortés. Un despacho, obvio resulta decirlo, en casa de un escritor e investigador, repleto de libros, de periódicos, de recortes, de apuntes, de anotaciones… Y, de paso, de miles y miles de ideas volanderas que se le escapaban, ay, por falta de tiempo…!

NOTAS:

(1) «ANTONIO SOLIS AVILA, UN PINTOR DE PURA RAZA EXTREMEÑA», por Juan de la Cruz, en «CACEREÑEANDO, EL BLOG DE JUAN DE LA CRUZ»

 

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