Entre 1951 y 1986 la Patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña, se encontró acompañada, además de por el pueblo cacereño, como siempre, por las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada.
Una Orden religiosa que llegó a Cáceres el año 1951, bajo la denominación de Hijas de la Iglesia, y que con una quincena de monjas se instaló en la clausura conventual del Santuario, en medio de su génesis contemplativa, de sus cánticos y de su cercanía con una ciudad y unos fieles y devotos cacereños que transitan con frecuencia hacia uno de los lugares más relevantes, significativos y hermosos de la ciudad.
El santuario de la Virgen de la Montaña.
Una vida, la de las religiosas, que se compaginaba con la intensidad de su cercanía a la Virgen. Y que con su hábito y velo blanco dejaban una estela de armonía por los pasillos del alma. Aquellos del Santuario de la Patrona, plenos de paz, esperanzas y plegarias; los otros pasillos, los de las gentes cacereñas, que guardaban en sus adentros aquella dinámica de los hermosos cánticos y aquella presencia, allá, en la capilla del Cristo de la Salud. A la vera misma de la Patrona. Tan solo con la separación, de una artística reja de hierro forjado, de intensidad emocional para los fieles, al otro lado de la clausura.
Apenas unos escasos metros de distancia entre la capilla y los asientos escalonados de las monjas de blanco y la Patrona de Cáceres, con miradas de pasión, con sentimientos de hondura, con Aleluyas volanderas por las campas, siempre inmensas, de los aires de la Sierra de la Mosca. Un lugar sublime donde se alberga, tantos años ha, la Virgen de la Montaña, como un haz esplendoroso de luces que se expanden hacia todos los lugares y gentes de Cáceres.
Hace unos meses el autor de este blog, CACEREÑEANDO, EL BLOG DE JUAN DE LA CRUZ, estableció contacto con la portavoz de la Orden religiosa, tras los recelos propios de las clausuras monásticas, armonizadas en el silencio y la contemplación. Un intercambio de correos electrónicos, unas fotografías, unas anécdotas, un poco de historia en la semblanza y el recorrido de la Orden por diversas ciudades de España, con treinta y cinco años de devoción intensa en la ciudad, y toda una amplia panorámica de recuerdos que albergaban, aún, un par de monjas del Cáceres de Aquellos Tiempos.
¡Siempre, siempre, siempre, la Virgen de la Montaña…! Siempre, siempre, siempre, protegiendo a sus hijos, cacereñas y cacereños entregados, siempre, a la Patrona.
En esos intercambios de ida y vuelta, la portavoz de la Orden me adjuntó la fotografía que acompaña a este texto y que se corresponde con los años sesenta. Ya se denominaban Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada. Ahí está el documento histórico para las páginas con el libro de la historia de Cáceres…Una fotografía, en nuestra siempre modesta opinión, de excepcional relevancia. Tal vez sea una de las escasísimas estampas que se puedan ofrecer con la presencia de dos de las monjas de la clausura ante la Virgen de la Montaña.
Un día, por una serie de circunstancias, acaso porque la vida es así, sencillamente, las monjas se marcharon de Cáceres. Pero en el pálpito de la historia cacereña, de la ciudad, abrazada, siempre, a ese entorno emocional y solemne, que se da siempre cita junto a la Patrona, la historia de la vida del santuario. Con sus emociones y sus lágrimas, con sus pasiones y sus canticos, con sus salmos y las visitas de los peregrinos, con el dulce gregoriano, con las preces y las rogativas, con la sensibilidad devota de los caminantes que se alzan desde el alma al corazón de la Virgen…
La Virgen de la Montaña…
Cáceres, siempre, con su Patrona, con su Virgen…