MONJAS Y SACERDOTES ENTRE SERPENTINAS Y CONFETTIS (1965)

Día de la Provincia en Cáceres, 1965. La Avenida de España se conforma como un hervidero de alegría festiva en la celebración de una Fiesta con rango de extraordinaria.

José Luis Caldera, Benigno Tovar y Pedro Tovar, entre serpentinas y confettis...
José Luis Caldera, Benigno Tovar y Pedro Tovar, entre serpentinas y confettis…

El día ha salido bueno de verdad, dice el paisanaje que aguarda la celebración del Día de la Provincia. Y, además, acorde con el sabor y la llamada la fiesta, invitando a todos a una siempre animada y magna concentración en las zonas del recorrido del desfile.

Un desfile que se conforma de llamativas carrozas diseñadas por consagrados artistas, tras darle mil vueltas a la configuración de su obra, tan esperadas por todos los cacereños, con ricas imágenes de las comarcas, con la presencia de numerosos grupos folklóricos llegados desde diferentes puntos de la provincia, con una exhibición de trajes y de las ricas canciones, jotas y otras danzas populares…

Una muy amplia muestra, asimismo, de productos típicos de pueblos cacereños con el color y el aroma generoso de las frutas, con verduras, con los siempre sabrosos dulces salidos de los hornos, con trajes, con artesanía naciente de los alfares, con varias generaciones de antigüedad y al amor de la lumbre, entre lebrillos, piporros y cántaros, de telares, armoniosos y creativos por parte de los trabajadores del pueblo cacereño, con aparejos de labranza, arados, colleras, que tanto honran a las buenas gentes de la tierra parda, con todo un aluvión de variedad y diversidades que llaman la atención de miles de personas que se convocan, que se dan cita y participan, con la mirada expectante y en medio de un carrusel configurado por expresiones de exaltación. Siempre, claro es, alrededor del recorrido de la pintoresca celebración. Y de las que las gentes de Cáceres arden en deseos.

Un acontecimiento popular cuajado de jolgorio y de alegría, de diversión, de sonrisas en un ambiente que cuenta de la mayor participación y con el gentío que se desborda por los riachuelos de la cacereña Avenida de España en toda su extensión. Por allí la Avenida de la Montaña, por allá la calle General Primo de Rivera… Atrás quedaba la Feria de Mayo… Pero eso ya se aparcaba en el pasado. Caminemos, pues, adelante.
Suenan los acordes musicales conformados por las bandurrias, por las guitarras, por los laudes, por las cucharas raspando las botellas de anís, por los panderos, por las flautas, por las castañuelas. Se escucha el conjunto de la masa coral. A la que se añaden espontáneamente, de forma popular, todos. Cacéres canta y baila y celebra el Día de la Provincia en el sabor de aquellos tiempos donde los acontecimientos festivos gozaban del mayor aplauso ciudadano.
Se corean entre rítmicas palmadas, por miles de espectadores, las canciones de la tierra, se lanzan piropos a las mozas, que se enorgullecen del rumor de los jóvenes, se palpa el sabor del tipismo ancestral y tradicional extraído, a golpe de esfuerzo y de investigaciones, por muchos estudiosos y que, entre todos, se fueron recuperando… Tal cual como sucede por todos los pueblos de España convocados en sus acontecimientos feriales y en el ritmo de fiesta como un acto de recreación e identidad popular. De norte a sur y de este a oeste por la piel de toro española.
Las guapas jóvenes que lucen en las carrozas, bien aderezadas con las mejores galas, campuzas cacereñas de pura cepa, y otras identidades etnográficas, saludan desde lo alto –sonrisa arrolladora, pasión de cacereñismo– arrojando al público toda una continuada serie de serpentinas y confettis. Un vaivén de sorpresas…
Cáceres, mientras repasamos las dos curiosas secuencias y fotogramas de los reporteros gráficos de NODO, que acompañan este ensayo, canta y baila como hacen, en sus citas con la historia popular, todos los ciudadanos de todos los pueblos,
También, claro es, por supuesto: Una gran Batalla de flores. Adioses, amor, pasión, diversión colectiva de un pueblo con ganas de jarana, desde las carrozas se escapan algunos obsequios a los espectadores, en forma de golosinas, por las que se pelean en acelerada carrera y disputa los muchachuelos y, también, los mayores, mientras que otros, más decididos, se lanzan hasta la misma carroza a ver si alcanzan una perrunilla, que se llevan triunfalmente entre aplausos del personal al héroe del dulce típico cacereño, mientras el mismo exhibe la perrunilla desmijada como si de un trofeo se tratase.
 
— ¡Qué bien bailais las jotas cacereñas, caraja, y que pedazo de salero teneis todas…! –grita un paisano de traje de pana negra, a pesar de los sofocantes calores de ese junio, botas camperas, gorra capada entre motas volanderas, camisa a rayas verticales de azul y marrón, colilla en la comisura de los labios… 
El gentío se apretuja al máximo para presenciar el desfile de carrozas. Sobresalen las cabezas y los ojos mirando a las carrozas. Los hombres, las mujeres, los niños, la juventud, diríase que todo el personal, tiene y mantiene el ánimo predispuesto para una buena tarde. Y apurando ese deseo todos se divierten en la fiesta, que para eso se celebra, mientras los decibelios de los acordes musicales populares cambian su tono de mayor a menor, o viceversa, según evoluciona el paisaje del desfile en el paraje del Día de la Provincia.
Unos, los menos, las autoridades, en la tribuna presidencial, por mor de los rigores y exigencias de la normativa, con traje, así como impecable; otros, casi la práctica totalidad de los asistentes como observadores, con aire deportivo, polos, camisas de manga corta, pantalones vaqueros, o de tergal; las muchachas, siempre atractivas, con su sonrisa de azucena y de jazmín, de amapola, de terciopelo y lirios; otros con el pelo engominado y a la última moda; otros, con indumentaria sacada del baúl casi del olvido, heredada de sus antepasados y conservada como una joya. Diríase que primorosamente.
Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl divertiéndose en el Día de la Provincia. 1965.
Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl divertiéndose en el Día de la Provincia. 1965.

Por allí se agolpaba, como suelen apuntar las crónicas periodísticas de la historia, que se almacenan en las buhardillas de los archivos y hemerotecas, el todo Cáceres, con sus vecinos que llegaban desde San Blas o desde la barriada de Aldea Moret, o, acaso, desde Aguas Vivas, desde diferentes pueblos de la provincia, norte, sur, este y oeste, acompañando a sus representaciones del municipio o de la comarca…

Y ese todo Cáceres, haciendo un alto en el camino, disfrutaba, de forma entusiasmada, en la exaltación de la festividad  con cita en el Día de la Provincia…

 Entre ellos, en la tribuna, instalada a la altura del edificio que se alzaba como el Asilo de Ancianos, con tan admiradas monjas y venerables mayores en sus dependencias, podemos apreciar a los sacerdotes José Luis Caldera, Pedro Tovar, que fuera párroco de la iglesia de Santiago, Benigno Tovar, hermano del anterior, coadjutor de San Blas…
En el otro documento fotográfico apreciamos a  unas monjas pertenecientes a la Orden de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, con tanta y tan buena labor en Cáceres, siempre entregadas a los pobres, los marginados, escuelas, centros de acogidas, aunque en la imagen se encuentran disfrutando, alegremente, en medio de un ramillete en abanico, dibujado de serpentinas y confetis multicolores. Las mismas son, al parecer, por los datos facilitados por un lector sor Aurora (Cruz Roja) y Sor Pilar (Colegio La Milagrosa).
Es de señalar, asimismo, que las hermanas de la Caridad de S.Vicente de Paúl, como nos indica Jimena Ruiz, continúan haciendo una gran labor con el comedor para necesitados, instalado en la casa donde reside la Congregación en la Parte Antigua.
 
N: Las imágenes están entresacadas del reportaje dedicado por Noticiarios y Documentales (el popular NODO) al Día de la Provincia de Cáceres del año 1965.
 
NOTA: A mi querido amigo Francisco J. Paniagua Mata que todos los días cacereñea a base de bien. Gracias, Maestro.

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