SANTA CATALINA, UN CAFE EMBLEMATICO DE AQUELLOS TIEMPOS

La historia de Cáceres también tiene sabor, como todo municipio, pueblo o ciudad que se preste, en cafés. Cafés de tertulias, de conspiraciones, de sueños, de ideales, de charlas de todo tipo y condición. O, simplemente, de dejar pasar el rato contemplando el caminar del paisaje ciudadano. El Café Santa Catalina, de Cáceres, fue, sencillamente, uno de esos lugares de lujo de Aquellos Tiempos. 
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Una preciosa imagen de «Un elegante Salón del Café Santa Catalina» de Aquellos Tiempos. Año 1922.

Tan de lujo y tan de sabor que con solo contemplar de forma detenida, eso sí, la ilustración fotográfica correspondiente, que podeis ver a la izquierda, ya sacamos la conclusión de esa lujoso café, donde solo el muro de la excavadora, con el paso del tiempo, se llevó por delante chácharas, murmullos, pegadas de hebra y de darle a la húmeda con las más variadas parrafadas.

Un Café que surgió de la nada y de todo al mismo tiempo, gracias a la decisión emprendedora de un empresario pacense, de nombre Felipe Montalbán, cuyo primer establecimiento se puso en marcha en 1851. Y que vio, en ese lugar de encuentro que es la Plaza Mayor de Cáceres, epicentro histórico, un punto idóneo para alzar los primeros pasos del no menos histórico Café Santa Catalina, que rezumaba los ecos de la ciudadanía en una población que andaba, por aquellos tiempos de 1907, sobre las 15000 almas.

Pero su lugar de ubicación inicial, una caseta en la misma Plaza Mayor, fue convirtiéndose en foco y punto de encuentro. Acaso porque, como bien sabemos todos, la Plaza siempre fue un camino de trasiegos y trasegantes, de paseantes y de vendedores, de mercados y de paso para encaminarse, salvo excepciones, casi a cualquier parte.

Por la propia visión de su dueño el Café Santa Catalina fue cogiendo nombre, aires, difusión y prestigio. Y también hasta vuelos. De tal forma que no había cacereño que no presumiese de haber pasado por el Santa Catalina.

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Anuncio del Café Santa Catalina instalado en la calle Alfonso XIII, 2.

Con el correr del tiempo Felipe Montalbán decide trasladarse a la calle Alfonso XIII, hoy Pintores, y antes Pablo Iglesias y luego Generalísimo Franco, y allí decide ser, ya, un Gran Café. De relieve y distinción, que dirían los castizos. Lo que se lleva a cabo posteriormente, tal como podemos ver en el anuncio que se publicaba, por ejemplo, en el periódico «Nueva Era«, que se definía como republicano, allá en su número 7 y correspondiente al 10 de septiembre de 1910.

Un anuncio en el que no puede decirse más en menos palabras: Cafés, Vinos, Pasteles, Licores, Aguardiente, Mantecadas de Astorga, servicio a domicilio, Periódicos y Revistas Ilustradas. Y a su sabor y olor allá que acudían en masa los cacereños. Sobre todo, claro es, los más distinguidos y los de mayor y mejor condición social. La aristocracia, la burguesía,los ricos ganaderos y agricultores de altos vuelos, viajantes y representantes de empresas de postín y otros acaudalados tipos de la ciudad y de otras que venían de paso.

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Anuncio del Café Santa Catalina, publicado el 3 de enero de 1922 en el diario «La Montaña», de Cáceres.

Pero Felipe Montalbán quería más aún. Por ello, ni corto ni perezoso se lanza al esquinazo de la Plaza con la calle Empedrada; es decir el número 31 de la Plaza Mayor y el número 2 de la calle General Ezponda, como se determina y especifica en el anuncio correspondiente. Allí se alza un edificio emblemático de tres plantas, de aire elegante y señorial, de marca, como se suele decir. Con bellos salones y amplios ventanales que servían para observar y hasta controlar, si se nos permite la expresión, los aires ciudadanos de la ciudad cacereña. Y es que el Santa Catalina ya estaba considerado como ese punto de encuentro de los paisanos de mayor potencial económico.

Unos años después, ya en el año 1931, se pone en marcha allí mismo el Hotel Europa. De tal guisa que una personalidad tan señalada como es Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, escribe en la sección titulada «Del pasado próximo cacereño«, en el número 51-52 de la revista «Alcántara«, correspondiente a los meses de enero y febrero del año 1952, un artículo titulado «Alas (1913)» en el que señala en sus crónicas de tiempos de antaño:

«En el auge de la construcción, Cáceres iba creciendo y mejorando su parte nueva. Las casuchas que achicaban la Plazuela de San Juan, fueron derruidas, mientras en la Plaza Mayor, esquina a la calle Empedrada, en el nuevo edificio alzado por don Víctor García, se instalaron el Hotel Europa y el Café Santa Catalina, negocios dirigidos, respectivamente, por Jurado y Montalbán. Durante muchos años este Hotel sería el más importante –casi el único– de la localidad, y por muchos años Santa Catalina iba a ser el centro de reuniones más grato y distinguido«.

Un hotel en el que, como señala J. R. Alonso de la Torre «hacían tertulia Gonzalo López Montenegro, presidente de la Diputación Provincial, el coronel Rodríguez Arias, que llegaría a general, el alcalde Antonio Aranguren, y el periodista Narciso Maderal, que fundó el vespertino «Nuevo Día» y que rigiera la ciudad desde la alcaldía entre 1937 y 1940.

Un café simbólico, de sabor, de saber, de cotidianeidad cultural, social y política, que marcó una etapa como la que trazaran, también en su día, el Viena, el Jamec, que iniciara su andadura el año 1935, o el Avenida, que abre sus puertas en 1940, entre otros. Un Café por donde fue fluyendo ese encanto de las citas puntuales para pasar revista a los casi siempre afilados perfiles de la actualidad en numerosas vertientes. Tertulias que, al fin y a la postre, posibilitaban nombramientos, ceses, cambios, ideas, y donde se pulían hasta líneas de acción sobre los marchamos y el devenir de la ciudad cacereña.

NOTA: La fotografía del Café Santa Catalina la subió en su día Sebastián Castela Lancho al grupo FOTOS ANTIGUAS DE CACERES.

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