UN TUNO CACEREÑO

Cáceres alberga un tuno de siempre y que bien puede representar el prototipo de aquellos primeros mozalbetes que iban conformando, entre caminos, libros y guitarras, paulatinamente, los esquemas de la tuna, hace ya, unas centurias de años. Adolfo Zabas Fernández, un personaje singular se agarró a la tuna que, como dice, le dio la vida. A sus 71 años sigue cantando por esos mundos de Dios, «UN TUNO DE AQUELLOS TIEMPOS» es el título de mi artículo que hoy aparece publicado en el periódico regional extremeño «Hoy», como homenaje a un personaje singular.

Adolfo Zabas Fernández, (1951), cacereño de la calle Peña, es un tuno de Aquellos Tiempos, que se enfrentó al severo toro de la vida.

Hijo de un policía nacional estudió en el colegio de San Antonio, pasó por la escuela de Maestría Industrial, se compró una guitarra en la Avenida de la Montaña, cantaba en la soledad de la Ciudad Medieval, ofreció un recital con canciones sefardíes en la Universidad Laboral, y pasó por el Orfeón Cacereño.

Soñaba con la topografía y la tuna. Su padre no podía pagar su deseo de ser topógrafo, le dio trescientas pesetas y siempre tendría una casa en Cáceres. Fue camarero en Benidorm, fajín o maletero, en Madrid se hospedó en un lugar de penas, con comida y cama a cambio del trabajo en un hostal, de frecuente prostitución, cuyas habitaciones limpiaba, pasó calamidades.

Pedía por la calle cinco pesetas para ir a clase y perdió muchas, vendió insecticidas y christmas, lloraba en una buhardilla ante las contrariedades, vestía en el frío invierno un abrigo de señora extraído de un contenedor… Y cantaba como los ángeles.

Sufrió amarguras. Trabajaba dónde y cuándo surgía, hasta que empezó a tocar la guitarra y cantar en bodas y comuniones, en restaurantes… Un puzzle que iba armando pacientemente.

Solista de la tuna de la Escuela de Montes, ganando un concurso de TVE, grabaron dos discos y su voz retumbaba con fuerza cacereña.

También trabajó en Guinea francesa hasta que un día encarriló su vida por Alicante. Ya era topógrafo y profesor en la Escuela Politécnica Universitaria. Muchos años después ingresó en la Tuna España, una asociación de antiguos tunos, el único cacereño en la misma, con la banda con los colores de la bandera nacional. Una entidad de Marca España, con frecuentes actuaciones por numerosos países.

Siempre, al fondo, su acento, su simbiosis y la sangre de un cacereño por esos lares tan diversos.

 

Y he aquí otro artículo sobre el tuno amigo y cacereño Adolfo Zabas, escrito por un servidor, titulado, sencillamente, «UN TUNO CACEREÑO»:

 

Adolfo Zabas Fernández, (1951), cacereño de la calle Peña, es un tuno de Aquellos Tiempos, que, por una serie de circunstancias, no tuvo más remedio que enfrentarse al severo y astifino toro de la vida.

Hijo de José Zabas Bermejo, policía armada, y de Pastora Fernández Andrada, que tenían otros tres vástagos, estudió en el colegio de San Antonio, jugaba al frontón, pasó por la Escuela de Maestría Industrial, alcanzando el grado de Ayudante de Topógrafo y Delineante, se compró una guitarra en una tienda de Avenida de la Montaña, cantaba en la soledad de la Ciudad Medieval, ofreció un par de recitales con canciones sefardíes en la Universidad Laboral, y pasó por el Orfeón Cacereño.

Sin embargo soñaba con la topografía y con la tuna. De este modo, su padre, que le confesó que no podía pagar su carrera en Madrid, le dio trescientas pesetas, un gran abrazo y que siempre tendría una casa en Cáceres, donde sus progenitores querían que se quedara.

Adolfo se decidió, por otras vías. Cogió los bártulos y comenzó a andar otro camino diferente. Entonces se enroló, como tantos y tantos miles de extremeños, en las filas migratorias, en esa sangrante salida, a la fuerza, de la tierra parda.

Fue camarero en Benidorm, posteriormente hizo largo tiempo de fajín o maletero, se largó a Madrid hospedándose en un lugar de las más tristes penas, con tan solo comida y cama a cambio del trabajo en un hostal, de frecuente prostitución, cuyas habitaciones tenía que asear, muchas veces con asco, por una serie de cuestiones que no hace falta explicar. Iba pasando calamidades de todo tipo y con una vida por delante.

En aquellos tiempos, sin un duro en el bolsillo, llegó a pedir en el Metro de Madrid cinco pesetas tanto solo para asistir a las clases de Topografía. Pero, por esas características de la condición humana, perdió muchas. Vendió insecticidas y christmas, ofertaba libros del Círculo de Lectores, estuvo un tiempo tras el mostrador de un estanco en Madrid, lloraba en una buhardilla ante las contrariedades, vestía en el frío invierno por las calles madrileñas un abrigo de señora y sin botones extraído de un contenedor… Y cantaba como los ángeles.

Sufrió amarguras que le rasgaban el alma hasta puntos cuasi vitales. Trabajaba dónde y cuándo surgía, de lo que fuera, como fuera, tan solo por mantenerse en pie en ese difícil pulso no perder el alambre en el equilibrio de la vida, aunque le alcanzara siquiera fuese para lo mínimo necesario en la manutención. Hasta que un día, a caballo entre la casualidad y el azar, empezó a tocar la guitarra y cantar en bodas y comuniones, en restaurantes… Todo un puzzle, según surgía, que iba armando pacientemente.

Asímismo de un modo más casual, pasó a formar parte de la tuna de la Escuela de Montes, de Madrid, en la que su voz, potente, armoniosa, fuerte y alegre dinamizaba el ritmo de la tuna. Una tuna que llegó a ganar un concurso en Televisión Española, grabando dos discos en la casa Hispavox, con su voz retumbando con fuerza cacereña.

Aquel tuno, abrasado por sus incertidumbres, embargado por las penalidades del crucigrama de sus pasos, alegre y dicharachero, pero, también dejaba los aires y ecos de su potente voz por los restaurantes turísticos del Madrid castizo, que había que pasar la pandereta, esperar el ruido de las monedas y hasta algún que otro billete a la voz de:

Como dijo el conde de Romanones,

mejor si son billetes marrones.

En una de aquellas actuaciones, entre brincos y sonrisas, al ritmo de la tuna, cantando “Las cintas de mi capa”, “Fonseca”, “La tuna compostelana”, se enamoró de una joven que más tarde sería su mujer.

Obtuvo, como buenamente pudo y pasando las de Caín, el título de topógrafo y trabajó en Guinea francesa, hasta que un día decidió encarrilar su vida por Alicante. Ya era topógrafo, con despacho propio, para pasar posteriormente a ejercer como profesor en la Escuela Politécnica Universitaria.

Muchos años después ingresó en la Tuna España, una asociación de antiguos tunos, el único cacereño en la misma, que luce con orgullo los colores de la enseña nacional en su banda. Una entidad de Marca España, con frecuentes actuaciones por numerosos países.

Siempre, al fondo, su acento, su simbiosis y la sangre de un cacereño por esos lares tan diversos, tan comprometidos y delicados a lo largo de una muy difícil juventud, ahora que el tuno pasa revista a una vida, en la que los cuernos astifinos del astado le pasaron muy de cerca en muchas ocasiones, aunque salvara milagrosamente la vida de ese cacereño que a sus setenta y un años continúa cantando en rondas, en festivales y en certámenes:

Cuando la tuna te de serenata,

no te enamores, compostelana,

que cada cinta que lleva mi capa,

guarda un trocito de corazón.

Adolfo Zabas, un tuno cacereño, que viene a ser como el prototipo de aquellos curiosos aires iniciales de la tuna, siglos ha, cobijado bajo el rasgueo de su guitarra, su voz, su ánimo y aliento vital así como todo un abanico de misterios que iba tejiendo a salto de mata.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4 comentarios

  1. Reyes Borrega Gil

    Querido amigo Adolfo.
    Doy fe de lo relatado por Juan. En muchos de esos episodios fuí testigo presencial en primera fila y los compartí contigo, también montones de ilusiones y proyectos. Los que no pude compartir ni ser testigo son el tributo que pagamos en el jardín laberíntico de la vida, cada uno busca la salida por el entramado de calles para seguir en la búsqueda de sus anhelos.
    Muchísimas veces te puse de referente de lucha y entrega, tanto en tu faceta musical como en la laboral y en el infatigable esfuerzo por alcanzar tu objetivo, ser topógrafo, y presentarte ante tu padre con ese logro.
    Siéntete muy orgulloso de todo lo que has conseguido por ti mismo, por tu coraje, por tu firmeza ante la adversidad, por seguir cada día con ganas de hacer algo nuevo y seguir respirando aire fresco.
    Dos puntualizaciones: tu padre te dio trescientas pesetas y un billete de tren. La segunda es que lo que estás consiguiendo no es por ser extremeño, es por ser Adolfo Zabas Fernández y rodearte de gente que te valora y quiere en el sitio que sabiamente elegiste.
    Querido amigo un tremendo abrazo y «to palante».

  2. RAMÓN+GIL+RODRIGUEZ

    Si a esta orla, tan profesional como humanamente glosada, le añadimos el orgullo de haber compartido su bondad, su arte (autodidacta y perseguidor infatigable de los orígenes de su crisol de nacencia, en la cultura musical), su experiencia y anecdotario «tunal» y patrio, siguiendo los pasos de nuestros antecesores Orellana, Pizarro, Cortés,…por todo el orbe, haciendo gala de su Cacereñismo y su Hispanidad; ahí tenemos al personaje que tan honrosamente nos representa.
    Gracias por tu amistad y ¡Que Dios te bendiga, Adolfo!
    Y a ti, Juan, por hacer del Mejor Notario de Nuestras Riquezas, de Aquéllos y de Estos Tiempos.

  3. Adolfo+Zabas+Fernández

    Mi agradecimiento, Juan. Has sabido plasmar con todo acierto lo pasado y lo sentido por aquel muchacho, que lleno de ilusion y de coraje dejó su tierra para superarse a sí mismo y forjarse un futuro.
    Parece que los extremeños, de eso, sabemos mucho.
    Gracias paisano.

    • Un placer, querido Adolfo, haber ido pasando revista a esa figura de la tuna y lidiando con y antes las duras alternativas que se te iban poniendo delante. Y que fueron llevando, entre unas y otras circunstancias, a sentido de lucha infatigable, desde la bohemia y la bonhomía. Y, al tiempo, gracias por tu incursión amiga por este blog, CACEREÑEANDO, que se ofrece, de forma totalmente abierta, a todos los cacereños, intentando dejar plasmadas historias, tradiciones, personajes, rincones y otros pormenores de la ciudad de Aquellos Tiempos. Un fuerte abrazo. Juan de la Cruz.

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