UNA POSTAL DESDE CACERES (1972)

La tarjeta postal siempre sirvió como un vehículo de recuerdo desde la distancia para los seres queridos. Y hoy os ofrezco, a través de una tarjeta postal de Cáceres, del año 1972, una historia sencilla. Pero curiosamente cacereñeadora.

 

curiosidades.postaldecaceres1972 (2)Y esa allá por el año 1972 esta postal de Cáceres irrumpía, como novedosa, al parecer, dentro del panorama de las tarjetas, características y habituales al uso de aquellos tiempos, al haber procedido a incorporar las banderas de una serie de países que, al decir de entonces, motivaban, y mucho, a los compradores de las mismas. Tal cual podía ser la de adentrarse en un estanco o en una librería-papelería de Cáceres y encontrarse con una estampa como esta. Y que se conforma, en nuestra modesta opinión, como de un impacto emocional para el visitante.

Sobre todo por aquello de vehicular la unión entre la ciudad que se visitaba, Cáceres, con las enseñas nacionales de donde solían proceder buena parte de turistas y viajeros que se perdían, entre halos de hechizo y fascinación, por las callejuelas, por las plazoletas, entre el bullicio y el trasiego urbano del día, o en medio de la inmensidad del silencio de la noche, pespunteando el recorrido del Casco Histórico-Monumental… ¡Siempre tan bello…!

Y ahí, en la estampa postal que podemos apreciar, se funden la Cocina Típica de Cáceres, el Arco del Cristo, el Aljibe y el Palacio de los Golfines de Abajo con las banderas de España, de Francia, de Gran Bretaña, de Alemania, de Bélgica, de Holanda…

Luego, por el reverso de la tarjeta postal, más allá del «Querida Familia«, «Chère Famille«, «Dear family«, «Liebe Familie«…, unas palabras de cariño a los destinatarios de las mismas. Pero, seguro, que, en casi todas las ocasiones, se deslizaban, al mismo tiempo, unas frases y unas palabras de admiración ante el sortilegio de este Ciudad que se abraza al hilo de los tiempos. Porque es, sencillamente, un impulso vital. El de plasmar, con una tarjeta postal, al hilo de las emociones de visitar Cáceres, el dejar unas letras que identifiquen su recorrido como «Maravilloso«, como «Unico«, como «Una maravilla«, como «Teneis que visitar Cáceres» o como «Tenemos que volver a Cáceres«… Y, tal vez, añadir: «Y recorrerla, despacio, lenta, sosegadamente…».

Sencillamente, Cáceres, siempre sugerente y sugestiva y siempre, también, alzada hacia los cielos de admiración por parte de todos. Mientras sus puertas, también, al mismo tiempo, quedan abiertas de par en par para que sigan llegando visitantes, turistas, excursionistas, empedernidos, a nuestra Ciudad que tantos y tan bien cantaron (y cantan) a lo largo de los tiempos.

Por la propia boca de los visitantes al describir su recorrido por Cáceres, por las páginas de revistas y periódicos impresos por todo el amplio mundo, por reportajes de multitud de emisoras de radio y televisión, por la vía de las nuevas tecnologías que se imponen, ya, de modo imprescindible, en la sociedad, y que llegan a todos los lugares de cinco continentes…

Quizás porque, como en el caso de Cáceres, la hermosura se hace eterna como un poema interminable cuajado en un río de versos de pasión que fotografía el alma de unas líneas que se apretujan, en este caso, en una tarjeta postal. ¡Pero con cuánta inmensidad y sutileza que llega al alma del visitante…!

Y es que ahí está y se encuentra, en la canción y el murmullo de ese poema, ni más ni menos que toda una ciudad llamada Cáceres…

Y así, esperemos, continúe siendo por los tiempos de los tiempos y por los senderos, los carriles, las veredas y los surcos de la inmensidad que se expande, como un abanico, por las campas de la propia eternidad.

Cáceres, pues, Ciudad Eterna.

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