CALLE CALEROS, ¡PEDAZO DE CALLE…!

La calle Caleros, una de las más antiguas, importantes y de gran sabor popular de Cáceres, por antonomasia, y que aparece, como tal, en documentos del siglo XIV, tras la reconquista de la Villa, surgió en la necesidad de la expansión de la ciudad ante el aumento demográfico y que comenzaba a crecer, ya en la Edad Media, más allá de la ciudad Intramuros conformando, por tanto, la zona Extramuros.

calle caleros foto blog pueblos de españa.
La calle Caleros es una de las de mayor sabor popular de toda la ciudad de Cáceres y que bordea la muralla.

El nombre de la calle Caleros tiene su origen en la costumbre de que los integrantes de un mismo gremio y actividad habitaran en la misma rúa, que, en este caso específico, bordea la muralla por su parte oriental, transcurriendo entre el Arco del Cristo y el Arco del Socorro. Precisamente la blancura es una de sus señas de identidad.

Acaso porque hubo un tiempo, largo, en que uno de los distintivos de la calle, del barrio, cuyo corazón es la calle Caleros, y de una buena parte de la ciudad, consistía, precisamente, en el encalamiento de las fachadas y de los patios, que se blanqueaban de forma periódica, lo mismo que el resto de las dependencias de las casas.

La calle Caleros, cuyo gremio de artesanos y comerciantes, fue, en su momento, y a lo largo de mucho tiempo, uno de los más numerosos de Cáceres, de acreditado prestigio, por la calidad de la cal, por la de los caleros, por la de la propia caliza y por los calerizos, fue, también, al comienzo de su nacimiento, claro es, uno de los arrabales de aquella villa.

Tal cual lo iban siendo otros barrios como el de Moros, por los que comenzaba a fluir, de forma paulatina, una parte de la vida urbana. Y es que, al parecer, en la misma calle Caleros llegaron a confluir en sus buenos tiempos más de cuarenta hornos que lograron convertir a la calle en una de las más industriales de la ciudad. Incluso, al parecer, en Cáceres hasta pudo haber, al tiempo, hasta cien hornos de cal, que se repartían, básicamente, entre la Ribera del Marco y El Calerizo y que con el paso del tiempo, poco a poco, irremisiblemente, iban desapareciendo.

Señalemos que las caleras, de una altura de entre dos y tres metros, eran hornos de combustión conformados de piedras superpuestas. Los caleros llenaban la parte superior de piedras de tipología caliza. El mismo se abría, por la parte baja, con una puerta por la que se introducía la leña para alimentar la elaboración de la cal, y que tenían que mantenerse en combustión entre doce y dieciocho horas. En función de la cal que pretendiera extraerse. Un oficio duro, severo, sacrificado. Pero que honró, y de qué manera, a la calle y a Cáceres.

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La Calle Caleros muestra toda su profundidad y tipología popular en esta fotografía.

Un día, de hace ya siglos, pues, el Concejo de la Villa de Cáceres decide poner nombres de gremios a las calles y plazas. Como el de Caleros. En el callejero local figuran, asimismo, entre otras, calles con nombres como Pintores, Carniceros, actualmente Sergio Sánchez, Tenerías, Labradoras, Caldereros, Carreteros, Aperadores, Hortelanos, Hornos, Plaza de las Canterías y, muy recientemente, el Ayuntamiento honraba a todo Cáceres con la Avenida de las Lavanderas y Turno de Oficio, dedicada, claro es, al gremio de la abogacía.

Una industria, la de los caleros, de señalada importancia en la historia social y económica de Cáceres. Hasta el extremo de que el ex ministro y ex presidente del Gobierno, Segismundo Moret, le concedió tanta importancia que. gracias al descubrimiento de las minas de fosfato y de cal, emanado de la zona, logró llevar el tren hasta la boca de las mismas, generando una intensa actividad que posibilitó el alzamiento y construcción de un poblado de extraordinario relieve en la vida de la ciudad.

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Una imagen de los años sesenta con una lavandera en la confluencia de las calles Caleros y Villalobos.

Una Villa, la de Cáceres, que en 1880, cuando aún no era ciudad, acordó poner en su honor el nombre de Barrio de Moret, que posteriormente pasaría a denominarse Aldea Moret. También el Concejo le nombró Hijo Adoptivo en el año 1881 y hasta le dio, en el año 1913, el nombre de una de las calles más importantes y transitadas del casco urbano. La hasta entonces denominada Cortes.

La calle Caleros, cuya armonía estética han sabido conservar a base de bien sus vecinos, sin que la misma pierda el menor relieve, lo que es digno de consideración, se abraza, en sus proximidades, a todo un inmenso río de rúas y plazas de entrañable sensibilidad como son Fuente Concejo, la Plazuela del Socorro, Ribera de Curtidores, Cada Adarve del Cristo, Calle Amargura, Cuesta del Marqués, calle San Roque, calle Alto de Fuente Frías… y todo un puñado de calles que se arremolinan en esta zona de una considerable transcendencia y repercusión en la historia de la ciudad de Cáceres.

Tal como marcan los cánones de la tradición, de la tipología y de la fenomenología social, popular y humana en el recorrido de la historia de la ciudad.

Una calle, siempre, cuajada de vida, de esfuerzos, de penalidades y, al tiempo, de un profundo cacereñismo…

Y que, como todos sabemos, desde siempre, por cierto, forma parte de la esencia, de la historia y de las dinámicas de la capital cacereña entre una inmensidad de sensaciones y de sensibilidades que, en modesta opinión, siempre, también, nos hacen vibrar el alma de cacereñismo.

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La ermita del Vaquero se alza en un esquinazo de la calle Caleros, donde vivía el pastor Gil Cordero.

En la misma sobresale la ermita del Vaquero, construida en el siglo XVII, sobre la casa del pastor y vaquero Gil Cordero, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe en 1326 en la puebla, en la Sierra de las Villuercas.

Tras una larga lucha por parte de los vecinos de la calle Caleros en el año 1667 Juan de Carvajal y Sande, aunque otros historiadores consideran que es Juan de Sande y Carvajal, Presidente del Consejo de Hacienda y Caballero de la Orden de Calatrava, procede a encargar la elaboración de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Con lo que dio pie, ya, para la construcción de la ermita, que inicialmente llevaba el nombre de la que es patrona de Extremadura desde el año 1907, por cédula pontifical del Papa Pio X, y con el obispo Ramón Peris Mencheta al frente de la diócesis de Coria.

La consagración de la misma se lleva a cabo el 8 de septiembre del año 1668.

La ermita es obra de Sebastián de Acosta y en su portada se alza una hornacina con la imagen de la Morenita de las Villuercas como recuerdo para la eternidad. Su retablo, de madera policromada, es obra del brocense Juan Bravo.

Aunque, por esas circunstancias de la historia en sus páginas en su lugar durante unos cincuenta años se instaló una mancebía que se plagaba, ya en aquellos tiempos, de meretrices, colipoterras, alcahuetas y buscones de aquel Cáceres.

Una ermita que en su día cayó en el silencio y también en el olvido, por esas causas que ni la propia historia sabe explicar, hasta que, afortunadamente, a raíz de una reivindicación y movilización popular de los vecinos de la calle, allá por los años ochenta, se procedió al adecuado arreglo y adecentamiento de la misma, con lo que ya pueden presumir, con razón, de que tienen hasta una ermita y con una larga historia detrás.

Una calle en la que, como nota de especial curiosidad, en el número 23, allá por el lejano año de 1879, se ocuparon dos monjas francesas de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, fundada por Juana Jugan, de poner en marcha un asilo para atender a los más viejos y necesitados de la ciudad. Y en cuyas dependencias, tan solo podían cobijar a veinte ancianos.

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Dos vecinas de la calle Caleros encalando la fachada de la casa los días previos a la bajada y llegada de la Virgen de la Montaña.

Pero el hecho evidente es que la calle Caleros tiene solera, sabor popular, que se configura como una de las más emblemáticas en la historia de Cáceres y en la que lo más importante y significativo, además de su larga tradición histórico-popular, es, sin lugar a dudas, el paso de la imagen procesional de la Virgen de la Montaña, cada año, cuando la patrona baja desde el Santuario hasta la Concatedral para la celebración del Novenario.

Y que posibilita el que todavía haya personas, vecinos y familias que se agarran al mantenimiento tradicional de recibir a la Virgen de la Montaña en base a a esa tradición popular en el calendario y en la conformación de la calle de encalar, al menos, la facha de la vivienda, tal comos podemos apreciar en la fotografía, del diario «Extremadura» y correspondiente a este mismo año

Seguramente porque la calle Caleros vive el pulso y el pálpito de los segmentos del paso de la Virgen día a día. Y, con mucha mayor intensidad, claro es, a medida que se acerca su emocionada y emocionante bajada a la ciudad.

calle caleros virgen montaña 2015
La Virgen de la Montaña guarda, desde siempre, una especial simbología en el marco de la calle Caleros.

Un recorrido emocionalmente intenso desde que la Virgen de la Montaña es recibida en Fuente Concejo, por las autoridades y el pueblo, donde se le entrega el bastón de mando de la ciudad, a los acordes del himno nacional, y donde una inmensa mayoría de fieles y devotos de la Virgen, en definitiva, todo el pueblo, camina tras su patrona.

Ante tal acontecimiento todos los vecinos de la calle Caleros ya llevan un montón de días acoplando todo tipo de preparativos, empezando por el encalamiento de las casas, como ya hemos señalado. Una tradición que, lamentablemente, se va perdiendo por la callejuela y el rincón del olvido. Preparativos que arrancan en la emoción más intensa, y en donde se canta con alegría emocionada, se baila porque lo pide el cuerpo, se reza porque lo solicita el alma, se llora porque se escapan las lágrimas y sus gentes se emocionan hasta lo más hondo porque no se puede contener el alma.

La Virgen de la Montaña, conocida también popularmente como la cacereña más bonita, entra en la calle Caleros al ritmo del «Redoble«. Desde las balconadas y ventanas de Caleros, en esa tarde inolvidable, histórica, con moldes de oro y humanidad y devoción, llueven pétalos, llueven besos, llueven canciones, llueven, a la vez, piropos y plegarias, llueven vivas que se escuchan hasta en el santuario de la Virgen. Quizás, incluso, más allá. Llueven fervores.

De principio a fin la calle Caleros, siempre con su patrona, es el lugar más sensitivo, emocionalmente hablando, para acompañar a la Virgen. Y donde, como se suele decir, no cabe ni un alfiler porque la devoción participativa se supera de año en año y hasta parece que la calle se revienta. Pero de hondura de conceptos tradicionales y religiosos.

Un día, pues, de lujo y de sentimiento devocional inmensamente calero. Tanto que un año alguien quiso desviar el recorrido procesional para que el desile procesional entrara a la Concatedral por la Avenida de la Montaña, el vecindario se puso de uñas y armó la marimorena. Pero la Virgen, camino del novenario anual, pasó, faltaría más, por la calle Caleros.

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El azulejo que distingue a la Calle Caleros como Hermana de Honor de la Santísima Virgen de la Montaña.

Allí se arremolinan miles de personas en un acontecimiento verdaderamente sensitivo. Por varias razones. Primera y más importante: Porque la Virgen de la Montaña pasa por su calle; en segundo lugar, por la fe y la devoción de todos los caleros o caleranos, si se me permiten las palabras; en tercer lugar, porque la calle Caleros es Hermana Mayor de Honor de la Virgen de la Montaña, tal cual reza en el azulejo que lo inmortaliza.

Una calle aderezada de vida, de colgaduras, de arcos, de mantones, de estampas, de colchas, de banderas, de flores, muchas, muchísimas flores, y, al tiempo, plena de olor intenso e inmenso de romero, de jazmines, de hierbas aromáticas.

Y es que la Virgen de la Montaña, como cuentan los vecinos, es, de siempre, calerista. Y allí, mientras los vecinos cargan con las andas, siquiera sea unos pasos, mientras otros se esfuerzan por rozar el manto, o la esquina de las andas, y nadie escucha el sonido de las horquillas, se mece y se baila al paso, entre admiraciones y toques de palmas, se escuchan las estrofas populares y los acordes del «Redoble«.

Una jota de pique, que se dice en términos folklóricos-populares, la jota típica popular cacereña, y en las que, desde que la misma, que emana del siglo dieciocho, se habla de la calle Caleros, con estas letrillas:

Las de la Calle Caleros
se lavan con aguardiente,
las del Caminito Llano
con agüita de la fuente.

O:

A las de la calle Caleros
la multa les van a echar,
por tener en los zaguanes
las tinajas de la cal.

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Muchas jóvenes cacereñas reciben a la Virgen y la acompañan hasta la Concatedral ataviadas con los trajes típicos de campuza y de montehermoseña.

Muchas jóvenes reciben a la Virgen con el traje de campuza, el traje típico y popular de la ciudad de Cáceres, engalanadas con el pañuelo de mil colores, con refajos, con polleras, como muchas son las que la reciben vestidas, de forma elegante y airosa, bella, armoniosa, con el traje típico de Montehermoso.

La calle Caleros se transforma en una algarabía de músicas, de exaltaciones. La Banda de Música Municipal y la de la Diputación Provincial, siempre con la Virgen, interpretan aires populares y pegadizos. Por allá, el pueblo, por acá, la tuna, dejando su capa al suelo para que pase la Virgen sobre las mismas.

Y en el centro, con el manto que le regaló el Ayuntamiento con motivo de las bodas de plata de su coronación canónica, el 12 de octubre de 1949, con el escudo de Cáceres en el delantal, la Virgen que, a lo largo de nueve días de estancia en la Concatedral, va a recibir miles de peticiones y de oraciones y de deseos y de preces y de miradas y de lágrimas y de deseos y de angustias y de sueños y de ofrendas y de flores y de esperanzas y sugerencias y de anhelos y de promesas inveteradas…

Una calle con sabor y pulso propio y que figura, por derecho propio, en las páginas de la historia de Cáceres. Por la calle en sí, por el barrio y, también, por sus gentes. Y una calle que se ha ido plagando, a lo largo de toda su historia, de las más variopintas imágenes, de todo tipo y condición popular.

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Un piconero por la calle Caleros en el año 1961.

Por ejemplo, a pesar de la severidad que había en el fondo de la misma, la de estos carboneros que, arrancando en las gélidas madrugadas invernales de pueblos cercanos a Cáceres, a lomos de un burro, cobijados bajo una manta, la gorra calada hasta las orejas, ya andaban a eso de primera hora de la mañana pregonando sus mercancías con las que se ganaban la vida, a base eso sí, de muy duros esfuerzos y muchas calamidades y mucha hambre.

La estampa, ay, de los piconeros y carboneros que no paraban de caminar por el recorrido urbano, en el sudor del día a día, para calentar los fogones y los braseros de los hogares cacereños que en esos inviernos de Aquellos Tiempos tenían que echar mano del siempre socorrido recurso del carbón y del picón.

Una calle cuajada de sabor, de eternidad, de estampas como las dos que figuran a la izquierda de estas letras hilvanadas con esa sensación de cómo va pasando el tiempo sin que caigamos en la cuenta del transcurrir del mismo, hasta que no nos topamos con este tipo de imágenes.

aguadoras por la calle Caleros (Julita G. Parra, NO ERES DE CC si...)Lo mismo que por aquellos tiempos, ay, de entonces, desfilaban, con mucho amor y sufrimiento, con extraordinario corazón y un impresionante esfuerzo, mujeres de pasión y miles de sudores, repletas de sacrificio y de sensibilidad, de hondura, que caminaban, una y otra y otra vez por aquella calle Caleros, arriba y abajo, abajo y arriba, a la fuente y de la fuente, tal como se aprecia en la imagen, como lo hicieron durante muchos años por tantas y tantas calles, con cántaros de barro, y a por el agua. Al cuadril, clavados en la cadera, y encima de la cabeza sobre un rodillo…

Mujeres, siempre de un gran fuerza y coraje, que salía de lo más profundo de sus adentros. Y a las que hoy, como siempre, testimoniamos nuestro cariño y agradecimiento. Como ejemplo de todas ellas podríamos citar, entre otras muchas lavanderas cacereñas a Lorenza, «La Gata«, que según señala en uno de sus artículos de la sección «Ventanas a la ciudad», era «un compendio de tradiciones cacereñas«, cuando se reunían los vecinos por la Navidad y cantar romances y villancicos con la pandereta, con el almirez, con la zambomba y también, claro es, con la botella de panete.

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José Luis Franco, Franquete, que naciera en la calle Caleros, es Hijo Predilecto de Cáceres.

En la calle Caleros nació, por ejemplo, un cacereño de una talla humana inmensa, como es José Luis Franco, conocido por todos como Franquete.

Su bonhomia, su alto grado de cacereñismo, su generosidad, han llevado a que Franquete sea Hijo Predilecto de Cáceres, ciudadano bondadoso y ejemplar, amigo de todos.

Franquete es, por encima de todos, como ha dicho miles de veces, cacereño, cacereñeador y cacereñista, y que ha hecho del cacereñeo su vida. Amigo de todos, al servicio de todos, Franquete, radiofonista, humorista, vital, es hijo de José Franco, que trabajara de conductor con don Pablo Vioque, y de María, y desde niño ya se ganó el cariño y la admiración del todo Cáceres.

Y que cada día que pasa, en los compases de la propia vida, figura como uno de esos cacereños que se ha ido labrando, desde siempre, esa imagen de cordialidad, de generosidad, de bonhomía, de cacereño ilustre, siempre cercano a todos, siempre incardinado en el corazón de la ciudad con su más profundo cacereñismo,

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Santos Benítez Floriano, Cronista Oficial de Cáceres, también vino al mundo en la calle Caleros.

Y de la calle Caleros también emana la saga familiar que arranca con Santos Floriano González, que ya en 1900 regentara en la Plaza una imprenta y una droguería. Y en esa cacereñísima calle nació Santos Benítez Floriano, que antes de ser designado Cronista Oficial de Cáceres fue Premio Extraordinario de Bachillerato, licenciado en Geografía e Historia, director del Patronato de Turismo, Artesanía y Cultura tradicional. También es mayordomo de la Cofradía de Jesús Nazareno y de la Virgen de la Misericordia.

Y en la calle Caleros también nació Rafaela García, que a los nueve años de edad ya trabajaba, para ganarse el pan con el sudor de su frente, lo que se dice pronto, pero que muy pronto, de niñera en el palacio del Conde de Canilleros, y que fue homenajeada hace escasos meses por el Ayuntamiento al haber cumplido los cien años de edad, en medio del cariño de toda la larga estirpe familiar que la sigue en el ritmo de la vida en Cáceres.

Una calle, de y desde siempre, con una larga lista de personajes que se fueron y se van incrustando en las páginas de la historia de Cáceres por una variada muestra de sensibilidades.

Calle que marcha entre piedras y lavanderas, entre caleros y saetas, entre crónicas de la historia y oraciones al altar de la Montaña, entre silencios, que dormitan en el seno de la ciudad, y pasiones que se agigantan en el transcurso del tiempo como uno de esos señeros pasos de la propia capital cuando cualquier vecino, de la calle Caleros o de cualquier otra calle, se acerca a la mimsa y va viendo, paulatinamente, el sosiego sereno del camino.

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Teresa, La Navera, vaya voz, le canta al Nazareno desde su rincón en el Adarve.

Teresa Macías, la Navera, seguramente la saetera más popular de todo Cáceres, también vivió un puñado de años en la calle Caleros, y donde se fue a vivir nada más casarse. Una calle en la que Teresa, a la que quería todo Cáceres, fue la mar de feliz. Sobre todo cuando cantaba, lo que hacía de maravilla, y, más aún, en su recuerdo de aquellas Navidades, como nos relata su hijo Fernando Montes Macías, en las que se reunían los vecinos y se lo pasaban pipa entre villancicos al ritmo de zambombas, panderetillas, almireces, guitarras, botellas de anís, botellas de panetes, castañuelas. Y, claro es, con mantecados, mazapán, turrón, polvorones y sidra en la celebración navideña de paz, amor y felicidad.

Pero lo suyo fueron las saetas que recorrían el alma, la esencia y el paisaje de las emociones en la Semana Santa al ritmo de los desfiles procesionales y el paso de Vírgenes y Cristos. Tan es así que Cáceres ha inmortalizado con un azulejo el Rincón de Teresa, la Navera, incrustado en el callejero de la ciudad, allá, en El Adarve, en lo que fuera la Casa-Palacio de los Pererros, en la inmensidad del corazón de la Ciudad Medieval.

Un lugar privilegiado, en esencia, desde el que, en medio de un impresionante silencio, sin ruido alguno, con todos pendientes de su voz, Teresa, nuestra querida Teresa, se arrancaba e impregnaba los latidos del corazón de todos, mientras se nos compungía el alma al paso del Nazareno, en la Procesión de la Madrugada o del Cristo Negro, con aquellas sublimes letras que salían de la reflexión serena de don Miguel Muñoz de San Pedro o de ese poeta de Ahigal, Juan García, conocido como el Cartero-Poeta. Una de las letras decía:

Con las alas de un mosquito

hizo la Virgen un manto

y le salió tan bonito

que lo estrenó el Viernes Santo

en el «intierro» de Cristo.

Como allí, en la más que cacereñísima calle Caleros, en su número 53, Narciso Mangut Gaspar, casado con Vicenta López, que, en su día, puso en marcha su negocio con un horno de cal, allá en el Camino de maltravieso, y que heredaría, posteriormente, su hijo Baldomero. Por aquellos pagos de Caleros también vivió, por ejemplo, Agustín Vaca Holgado, calero asimismo de profesión, hijo de Sebastián, también calero, y de una lavandera, Dioni Rebollo, que es de las que blanquea la fachada de la casa de año en año en los días previos a la bajada de la Virgen. Por allí también se andaba Tomás Holgado, perteneciente a una familia tan popular como son los Cachichi, como estaba La Salva, con su tienda de chucherías mil, que arrastraban a una legión de chiquillos…

Y como estaba la lavandera de siempre, Lorenza, la Gata, que según señala en uno de sus artículos de la sección «Ventanas a la ciudad«, era «un compendio de tradiciones cacereñas«, cuando se reunían los vecinos por la Navidad y cantar romances y villancicos con la pandereta, con el almirez, con la zambomba y también, claro es, con la botella de panete.

Una calle, Caleros, con c de Cáceres, con c de costumbrismo, con c de cordialidad, con c de cariño, c de corazón que vuelan hilvanados en la esencia de su magia.

Y una calle que en el año 1952 aparecía con ese profundo sabor que podemos apreciar unas líneas más arriba.

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Azucena Alvarez, que puso en marcha el grupo de Facebook «No eres de Cáceres si…» vive abrazada a la muralla en la calle Caleros.

Y en la calle Caleros vive y saborea el paladar del costumbrismo y de su vitalidad Azucena Alvarez, que regenta la papelería El Atril, en la calle Roso de Luna, y que echándole mucho amor propio y pasión a la ciudad puso en marcha hace un tiempo un grupo de Facebook, denominado «No eres de Cáceres si…«, en el que constantemente aparecen fotografías antiguas y modernas, historias de los personajes célebres, de sus actividades, de sus paisajes, de sus gentes, de sus costumbres, de sus añoranzas, como aparecen poesías. Todo un puzle, por consiguiente, de vital calidad histórico-documental, social y participativa en el Cáceres de hoy.

Una calle en la que también vivió Teresa Sánchez Romero que, nacida en el 44, y con escasez de diversión ciudadana infantil confesaba a Cristina Núñez en el diario «Hoy«, en marzo de 2013, que con diez o doce años ya escribía obras de teatro para sus amigas y que representaban en los zaguanes de Caleros.

Una casa que, lamentablemente, se vendió en su día, lo que le costó a Teresa sangre, sudor y lágrimas, y que sigue escribiendo mucho sobre la Ciudad Histórico-Monumental de donde guarda inmensos, profundos recuerdos de cuando su paso por las carmelitas.

Hay que decir y dejar constancia, asimismo, para que se lea en todas partes, que la calle Caleros, tal como se va viendo, y como tratamos de ir dejando constancia, paulatinamente, es mucha y buena calle, con el sabor de la historia, con la hondura de sus gentes, desde muchas generaciones ha, con el hechizo que emana de su propio nombre en el callejero cacereño, Caleros, y que destaca, sobremanera, como una calle de un impresionante sabor escénico que nos llena a todos de profundidad cacereñista.

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El imán Brazim El Azifi en la mezquita de la calle Caleros

Una calle en la que en el año 2006 se abrió la primera mezquita, denominada Tuba, cuya traducción es clemencia, Más concretamente en el número 11, donde anteriormente se asentaban los miembros de Testigos de Jehová, como lugar de culto, de encuentro, de escuela coránica y de lengua árabe para los más pequeños. Una mezquita considerada como por los mismos como símbolo cultural y de identidad, y con Brazim El Azifi, natural de Kenitra, cerca de Rabat, como primer imán. O, lo que es lo mismo, primer guía espiritual.

Y una calle, también, de la que María Hurtado Pérez, que se declara CATOVI, o sea, Cacereña de Toda la Vida, escribía el 30 de julio de 2013, en la web «Asuntos de Familia«, un texto titulado «Diario de una madre de provincias«, en el que tras señalar que si personalmente creía alcanzar el summum del cacereñismo al irse a vivir a la calle Caleros, un día uno de sus hijos, con tan solo cinco años, le espetó: “Mamá, nosotros no vivimos en la ciudad”, porque para él «Cáceres es Cánovas, La Madrila, Los Fratres o Moctezuma pero la calle Caleros NO es Cáceres, para él este barrio es simplemente…la Plaza”.

La autora finaliza señalando que «Tal vez mi hijo tenga razón y la ciudad de verdad comience en Cánovas. Yo me quedo con la parte antigua, la vida de barrio de Caleros y sus casas«.

CALLE CALEROS POR PABLO DONCEL
Así pintó en su día nuestro querido amigo Pablo Doncel, 1935-2015) la calle Caleros con la Iglesia de Santiago al fondo en una bella perspectiva…

Mientras tanto se va tejiendo, también paulatinamente, poco a poco, pero sin descanso, ese proceso de revitalización y renovación generacional, social y convivencial de la calle Caleros, que arranca con el Plan Urban-Calerizo en el que se especifica que trata de «reactivar económica y socialmente las ciudades y los barrios en crisis con el fin de fomentar un desarrollo urbano innovador y sostenible», aumentando de día en día la población joven que se interesa por vivir en el área extramuros del Casco Histórico-Artístico. y los comercios, de diferente tipología, abren, poco a poco, cada día más, las puertas de la ilusión.

¿Es el florecer de la Calle Caleros?

Seguramente, sí. Y ojalá no nos equivoquemos. Una calle, en suma, que desborda el más hondo y profundo sabor y calado a lo largo de la historia de Cáceres, y que siempre se encuentra en el epicentro de la ciudad por la hondura de su tradición y de sus tradiciones, de sus vivencias y hechos y logros e inquietudes, tan arraigadas en el pulso existencial de la misma, mientras todo su vecindario, a una, como en Fuenteovejuna, sigue trabajando, de forma esmerada, por la mayor y mejor recuperación de la misma y de todo su entorno, en la esperanza, claro es, del mejor futuro para todos.

Una calle, sencillamente, y nada más y nada menos, llamada Caleros. Lo que supone y mucho, ya de por sí, en nuestra ciudad. Y , además, enclavada en uno de los lugares más emblemáticos y más significativos y señalados de una ciudad, Cáceres, que, como la de Roma, es eterna. ¡Pedazo de calle…!

NOTAS:

01.- La primera fotografía, con el rótulo de la Calle Caleros, firmada por Ñirre está captada del blog pueblosdeespana.

02.- La segunda, mostrando la profundidad de la calle Caleros está captada del periódico «Hoy«.

03.- La fotografía de la ermita del Vaquero está captada del blog caminodeemaus.

04.- Las de la Virgen de la Montaña en la calle Caleros, el día de la bajada de Virgen, correspondiente a este año, la de la placa que distingue a la Calle como Hermana Mayor de la Virgen y la de las jóvenes ataviadas con el traje típico están cedida por ese  gran cacereñeador y amigo que es Fernando Montes Macías.

05.- La fotografía de Franquete, Hijo Predilecto de Cáceres, está captada de la revista Nuestra Voz.

 

 

Licencia de Creative Commons
CALLE CALEROS, ¡PEDAZO DE CALLE…! by JUAN DE LA CRUZ GUTIÉRREZ GÓMEZ is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

5 comentarios

  1. Hacia tiempo que no pasaba por tu página web, pues me pareció que
    era pesado, pero los últimos posts son de buena calidad, así
    que supongo que voy a añadirte a mi lista de sitios web favoritos.

    Te lo mereces. Gracias.

  2. Jesús Sierra

    Hola Juan, ante todo mis felicitaciones por este magnífico artículo, y por todo tu blog. Navegando por la web, de casual a través de un enlace he dado con el, y ha sido una grata sorpresa. Yo tengo un blog desde hace unos años (http://norbacaesarina.blogspot.com.es/) donde he ido recogiendo historias, leyendas, y ensayos de Cáceres con mi toque personal. Y justo la semana pasa había empezado una nueva sección donde recoger los antiguos oficios de Cáceres, empezando con los Curtidores y el próximo lo iba dedicar a lo Caleros, pero leyendo tu artículo no se si podré añadir algo mas a tu gran trabajo. Bueno Juan, mis felicitaciones por este blog, que a partir de ahora seguiré con gran interés, un saludo Jesús.

    • Muchas gracias, amigo Jesús. Todo un placer escuchar (perdón, leer), ese comentario tan cariñoso de un historiador de enjundia. Y, la verdad, es que me honras con tus palabras. Seguiremos, pues, en el empeño de Cacereñear lo mejor posible, recorriendo las páginas de la vida, de la historia, de las sensibilidades, de los parajes, de las emociones de nuestra tierra.

      No obstante lo anterior señalarte que tu Blog es una delicia, con relatos muy amenos, historias muy documentadas y de un gran rigor. Por el que yo también deseo felicitarte de todo corazón y desearte todo tipo de suerte en ese empeño que llevas a cabo con los oficios. Será un placer leerlos y seguir el camino, ay, de Aquellos Tiempos.

      Finalmente señalarte que estoy plenamente seguro que con tus inquietudes, investigaciones y conocimientos podrás aportar bastante a mi capítulo sobre los Caleros, ahora que ando reuniendo más documentación. No obstante lo anterior también puedes ver en mi blog otro capítulo dedicado a las lavanderas, que figura en la sección CACERES AYER con el título de AQUELLAS SUFRIDAS LAVANDERAS.

      Un gran abrazo, Jesús.

  3. Fernando Montes Mcias

    Me ha emocionado mucho tu articulo, te dire tmbien que mi madre Teresa Macias Nevado «La Navera», vivio los primeros de su matrimonio, en esta calle de Caleros y me contaba cosas maravillosas vividas con sus vecinos, de esas navidades de antaño en que de casa en casa se visitabasn cantando villancisco, tocando la Zambomba, Panderetas, Almireces y lo que fuera menester para alegrar las noches.
    En cuanto lo que me pides, amigo Juan, te lo enviare en cuanto que pueda, pero yo no se mas que interpretar en mi cosas mas, que lo que veo de mi querido CACERES DEL ALMA.

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