FOLLETO TURISTICO DE CACERES DURANTE LA II REPUBLICA

Durante los tiempos de la II República (1931-1936) la Junta Provincial de Turismo editó un folleto y guía de Cáceres para facilitar la más completa información alrededor de los monumentos y las bellezas que se alzan, hacia los cielos, en la plaza y ciudad de Cáceres.

Con texto y fotografías de Tomás Martín Gil, una de esas glorias que figuran en la historia del periodismo de Cáceres, en el folleto se subraya que «visitar Cáceres como turista no es un placer difÍcil«.
Y dejando constancia expresa de los rincones, siempre evocadores, sugestivos y maravillosos que se dan cita en la ciudad y en los que, como señala textualmente el autor, «el placer de estudiar y gozar será más que satisfecho«.
Asimismo Tomás Martín Gil, una eminencia cacereña, deja constancia de que «cuando el turista quiera gozar por si mismo una provincia española digna de ser visitada por sus paisajes, sus ciudades y su raza, cuide de elegir la provincia de Cáceres«. ¡Qué extraordinario acierto…!
Al medio, claro es, toda una serie, aunque sea pequeña, pero a la vez inmensa, de invitaciones para el propio interés, entusiasmo e invitación al viajero y al turista, al visitante y al caminante. Como cuando Tomás Martín Gil señala: «Sobre un cerro, al pie de otro más elevado, la Montaña, se agrupa el caserío, pardo y oro, rojo y blanco«.
Extraordinaria imagen de Tomás Martín Gil en el Folleto de Turismo de la República.
Extraordinaria imagen de Tomás Martín Gil en el Folleto de Turismo de la República.

O cuando pinta un ejemplo, de relevante acuarela, en la Ciudad Histórico-Monumental cacerense: «Torres de aspecto típicamente medieval elevan sus piedras sobre la cumbre y dan la impresión de una urbe de otros tiempos«.

Quizás, acaso, cuando el escritor cacereño y cacereñista hace una referencia plena de rigor, al apuntar, entre tantos ejemplos, como los que se aprecian en el Casco Antiguo, el que, por ejemplo, la Casa del Sol o de los Solís es una «muestra acabada de la arquitectura urbano-guerrera de las mansiones cacereñas«.
O, tal vez, cuando deja constancia de que en el notabilísimo Palacio de los Golfines, que define como «el más adornado de todos los Palacios cacereños«, se conjuntan, pero sin perjudicarse en modo alguno, en su más que señalada y singular arquitectura, «los tres estilos que dominan en Cáceres: el mudéjar, el gótico y el renacimiento«.
También, claro es, faltaría más, todo un amplio puñado de referencias a toda la ciudad, en la inmensidad del recorrido histórico-monumental, que se da cita en la ciudad, que es, sencillamente, eterna, y que se conforma en Cáceres. Ahí quedan latentes una serie de ejemplos que se podrían multiplicar en su propia belleza y hermosura: El Arco de la Estrella, la Cuesta de Aldana, la Casa del Mono, la mansión  de los Becerra, la plazoleta del Instituto, la Torre de los Púlpitos, el Museo, el Aljibe…
Asimismo, la plaza de Santa María, uno de los corazones cacereños. Aquí Tomás Martín Gil hace un alto de relevancia especial y escribe: «Es esta plaza, a la que algún viajero califica de armas de la ciudad, uno de los maravillosos rincones que en la España vieja se conservan aún«. La misma cuenta, ya sabes, amigo lector, con una impresionante iglesia, la de Santa María, concatedral, y, también, tres palacios, tres: El Palacio de Mayoralgo, el Palacio del Obispo y el Palacio de los Ovando.
Un recorrido que se cuaja de las sensibilidades más variadas y diversas: Entre los monumentos de la historia, siempre numerosos e importantes, tanto en la capital como en todas las rutas, caminos y senderos que se ofrecen en toda la provincia, la más que ingente y rica diversidad de platos típicos de la gastronomía cacereña de siempre, y, además, tan suculenta, que se acompaña de una larga serie de buenos caldos, las tradiciones, que se enmarcan en un haz de tanta fecundidad y de una manifiesta y expresiva riqueza desde remotos tiempos, la hondura de sus manifestaciones folklóricas, los paisajes, infinitos y eternos, bellos y variopintos, que se pierden al otro lado de los sugestivos horizontes cacerenses entre tonalidades y gamas de los más señalados colores…
Gracias, ahora y siempre, querido y admirado don Tomás Martín Gil, por esta contribución a la expansión y conocimiento de la Ciudad Histórico-Monumental de Cáceres…!

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