En el recorrido del panorama económico-empresarial de Cáceres, y más concretamente de la calle Pintores, un icono en la historia de la ciudad, hay dos nombres, vinculados en el tiempo, en una misma dinámica. Hablamos de aquella tienda que comenzó siendo Gil Hoyos y acabó siendo Modas Pérez, que tantos y tantos recordamos, hoy, con suma nostalgia de aquel paisaje urbano y social.
Toda esta larga y emotiva historia arranca cuando a finales del siglo XIX el inquieto Ignacio Gil Hoyos, natural de la localidad cacereña de Hervás, (1862-1946) de profesión hasta entonces Guardia Civil, decide iniciar sus pasos como emprendedor en Cáceres.
Y, tras diversos estudios e iniciativas, decide abrir y poner en marcha una primera tienda, bajo el rótulo de su propio nombre y apellidos y la llamada de atención, como slogam de «Paños y Novedades. Sastrería y Ropas Hechas a Medida».
Eso sí, buscó, previamente, un lugar en el corazón de la ciudad. Esto es, en la calle Pintores y que ya, por aquel entonces, se denominaba Alfonso XIII.
Una iniciativa que denotaba un alto compromiso e iniciativa e empresarial siempre en aquellos complejos y difíciles tiempos. Pero Ignacio Gil Hoyos, hombre trabajador y luchador, tomó conciencia del riesgo de su aventura y apostó con decisión. Y ya, en el año 1903, hace ni más ni menos que 103 años, se anunciaba de este tenor y forma en el periódico cacereño «El Adarve«.
Asimismo el anuncio especifica que se trata del “Unico establecimiento en esta ciudad que puede ofrecer al público un gran surtido en géneros de todas clases y estaciones pertenecientes al ramo de pañería, tanto del Reino como del Extranjero”. Y añade: “Prontitud, elegancia y economía en cuantos encargos reciba”.
Aquella apertura de puertas de la tienda de Ignacio Gil Hoyos que se lleva a cabo lo hace en la capital con una extraordinaria ilusión. La misma se sitúa en los números 12 y 14, compartiendo parte de un mismo terreno con el prestigioso establecimiento denominado “Las Modas de París”, propiedad de Juan de la Riva Auveyxon, y con el del prestigioso fotógrafo Javier García Téllez, el gran Javier.
Ignacio Gil Hoyos fue, ante todo y sobre todo, una persona decidida, arriesgada, imaginativa, trabajadora y siempre muy esforzada en sacar adelante el negocio que había estudiado, durante mucho tiempo, con gran cuidado.
El mismo ya aparece, inclusive, como miembro voluntario de la Cámara de Comercio de Cáceres en marzo del año 1901.
Es de señalar, asimismo, que aquel dinámico Ignacio Gil Hoyos, de una cualificada conformación social se incrusta de pleno en la ciudad. Y mientras trabaja de forma esforzada por sacar su negocio adelante va estableciendo un amplio abanico de relaciones.
De este modo Ignacio Gil Hoyos se presentó a las elecciones municipales, que se llevaron a cabo en el mes de noviembre del año 1917, dentro de la Coalición Monárquica, de signo conservador, siendo elegido concejal del Ayuntamiento.
Ayuntamiento del que, asimismo, Ignacio Gil Hoyos también formó parte como concejal tras las elecciones celebradas el mes de marzo de 1930.
Como ejemplo aquí podemos ver la papeleta con su nombre, tal como aparecía publicada en el periódico cacereño «El Noticiero» correspondiente al 6 de noviembre de 1917.
Ignacio Gil Hoyos había matrimoniado en su día con Valeriana Congregado Cano, tía de Juan Rodríguez Congregado, que fuera cortador en la sastrería de Ignacio Gil Hoyos.
Ignacio Gil Hoyos y Valeriana Congregado Cano conformaron y establecieron su hogar en un lugar tan emblemático como eran las plantas segunda y tercera de la misma casa en la que se encontraba la tienda. Y como quiera que los mismos no tuvieron descendencia, a raíz del fallecimiento del cortador de la sastrería, Juan Rodríguez Congregado, sobrino de Valeriana, la esposa de Ignacio, en un honroso gesto decidieron acoger en su casa a su viuda, Julia Pulido Santillana, y a sus dos hijos, Tomás y Petra, que accedieron a vivir con ellos.
Sobre el domicilio, en una cuarta planta, se encontraba el taller de sastrería y donde también había una mesa de cortador, donde, en la cual, además, se planchaban prendas con unas planchas de carbón muy pesadas.
La tienda siempre destacó y llamó la atención por un escaparate en el que figuraba una petaca de piel, con somero repujado, de gran tamaño, rodeada de artículos de piel procedentes, en su mayoría, de la localidad de Ubrique. Y por allí, por aquel escaparate, se esparcían carteras, billeteras, pitilleras, pureras y petacas. De ahí que los cacereños de finales del siglo XIX y principios del XX comenzaran a denominar al establecimiento, de forma coloquial, como La Petacona.
La tienda de Ignacio Gil Hoyos, La Gran Petaca, que ocupaba el piso bajo, mostraba en la fachada una gran puerta de madera, sobre la que superponían dos hojas acristaladas, de gran peso, que se ponían y quitaban todos los días. También se conformaba de otro escaparate en el que se exponían artículos de sastrería y confecciones que se mostraban como una de las principales actividades del negocio.
En el interior de la tienda se disponía de dos amplios mostradores tras los cuales se presentaban trajes confeccionados, piezas de tela para realizar trajes a medida, pellizas, impermeables de campo y todo tipo de prendas. Y, por la parte trasera, se daba paso a un almacén y trastienda. Desde los primeros tiempos se materializó una acertada iniciativa de Ignacio Gil Hoyos. La de abrir las puertas a una tertulia de amigos, intelectuales y políticos.
Y, a su lado, también tenía Ignacio Gil Hoyos una habitación, que denominaban Trastienda, donde se agolpaban productos tan demandados en aquella época como borra de lana para colchones.
Al fallecer Ignacio Gil Hoyos se hizo cargo del negocio Crescencio Pérez Sánchez, de Ceclavín, (1909-1974), casado con Petra Rodríguez Pulido (1911-2002). pasando a denominarse el establecimiento como Viuda de Ignacio Gil Hoyos.
Crescencio Pérez Sánchez se había llegado hasta la capital cacereña muy joven, al fallecimiento de su padre, para trabajar en los almacenes de muebles, de Tomás Pérez, en la Plaza Mayor, propiedad de un tío suyo y padre de Juan Pérez y Amalia Pérez, dueños, a la sazón, del cine Norba. Dicho establecimiento estaba situado en la Plaza Mayor, trasladándose posteriormente, convertido en un gran almacén, a la calle Pintores.
Al pasar el tiempo Crescencio Pérez bautizó la tienda primero como Pérez y, posteriormente, como Pérez Moda Masculina.
Crescencio Pérez, un trabajador a carta cabal, con años de esfuerzo y sacrificio, se había ido forjando, prácticamente desde su llegada a Cáceres, en base a un espíritu tanto de formación en su trabajo como innovador. Adquiriendo, pues, una formación, entre el trabajo y sus inquietudes empresariales de un señalado relieve y digno de citar en el campo de la sensibilidad comercial.
Por lo que al hacerse cargo de la tienda procedió a imprimir una serie de cambios e innovaciones, acorde con los tiempos y con las modas. Lo que le llevó a configurarse como uno de esos escaparates de la renovación empresarial en el terreno de las ofertas y novedades más llamativas.
Al mismo tiempo Crescencio Pérez abrió al máximo las puertas de su espíritu coloquial y también logró crear un espacio de tertulia de cacereños inquietos de aquellos tiempos, donde se hablaba, a la par, de las comidillas de la actualidad y del pulso de la vida local, de la evolución de la ciudad, de la fuerza del eje viario-comercial entre la Plaza y la Cruz de los Caídos, con la Plazuela de San Juan y las calles San Pedro y San Antón, del expansionismo de los nuevos tiempos, cuando Cáceres se estiraba por los cuatro puntos cardinales…
Ya nos situamos, pues, en aquella sugestiva época de la calle Pintores de aquellos Tiempos donde se daban cita establecimientos como La Muñeca, de Rosendo Caso, luciendo aquel escaparate con una muñeca y ojos de cristal, el Hotel Iberia, con algunas habitaciones que daban a la calle Ríos Verdes, El Siglo, de Teodoro Ordiales, acumulando, siempre, tantas ilusiones en los ojos niños por su amplitud y diversidad de juguetes, Calzados Peña, cuando ya lo regentaba Casimiro Falcón, casado con Regina Peña, hija del propietario de la zapatería, el siempre mágico Café Viena, con restaurante, salón de baile para bodas y cita para el baile dominical, Modas Dioni, una ejemplar emprendedora, que ocupó el local en el que antes estaba la Relojería Santaolaria, el Jamec, café, restaurante y hotel, una cita con la tertulia y el escaparate de mayor curiosidad ciudadana, la ferretería de Hijos y Sobrinos de Gabino Díez, El Paraíso, con telas y confecciones para señoras, Tejidos Marcelino Galán y que posteriormente pasaría a alumbrar la Cafetería Lux, Almacenes Correa, de José Correa y su hijo, Sederías Oriente, Joyería Serrano y regentada por Simón Rodas… Y tantos y tantos comercios que dibujaban, con sus escaparates y sus luces, sus modelos y sus diseños, sus novedades, aquellos largos paseos, Pintores arriba, Pintores abajo de tantos y tantos cacereños.
Mientras tanto Crescencio Pérez Sánchez ina logrando llevar al establecimiento «Modas Pérez» a uno de los lugares más elevados de la especialidad empresarial, rivalizando, eso sí, con numerosas empresas en el área de la zona más comercial y, por tanto, competitiva del Cáceres de Aquellos Tiempos. lo que conseguiría en base a todo tipo de esfuerzos, iniciativas, cambios y combinaciones con las casas más fuertes de la época. Como es el caso de la exclusividad que lograra, en su día, con la conocida firma nacional de Boyman. Y donde figuraba, eso sí, al tiempo, el sello de su firma.
Es de señalar que Crescencio Pérez se casó con Petra Rodríguez Pulido, (1911-2002), sobrina de Ignacio Gil Hoyos, y con la que tuvo cuatro hijos. Juan Ignacio, (1936), ingeniero industrial, Tomás, (1939-1997), profesor mercantil, que se forjó en el establecimiento comercial de su padre, Isabel (1943-2013)), que también estuvo largo tiempo trabajando en la tienda, y Marina, (1947), licenciada en Farmacia.
Tras la jubilación de Crescencio Pérez Sánchez se hizo cargo del negocio su hijo Tomás Pérez Rodríguez.
Posteriormente va transcurriendo el tiempo. Y el duro vendaval de la crisis económica de finales de los años setenta se llevó por delante una larga, esforzada y siempre dinámica y competitiva historia industrial y empresarial del Cáceres de Aquellos Tiempos, mientras puedan para la posteridad en la historia de las páginas de la ciudad fotografías entrañables de aquella etapa.
Y así, pues, poco a poco, a lo largo del tiempo, se fueron gestando, paulatinamente, los pasos, entre Ignacio Gil Hoyos y Modas Pérez.
Una página en la historia de la vida local de Cáceres.
NOTA: En la primera fotografía, cuando se denominaba Casa Hoyos, podemos ver a su propietario, Ignacio Gil Hoyos, detrás del mostrador. El primero del grupo de tres, el de a gorra era Juan Rodriguez que murió muy joven. el pequeño de la chaqueta oscura es Tomás Rodriguez Pulido, que murió en la guerra. Y los demás, se supone, serían clientes de la tienda.
DEDICATORIA: «Este capítulo va dedicado, con todo mi cariño y agradecimiento, a los hermanos Marina y Juan Ignacio Pérez Rodríguez, hijos de Crescencio Pérez Sánchez, por todos los datos y ayuda que me han facilitado. Gracias a ello ha sido posible reconstruir un poco más parte de la historia de un establecimiento emblemático en la industria cacereña».
Juan de la Cruz, te agradezco mucho que hayas plasmado la historia de mi familia, con tanta rigurosidad, incluyendo datos qué ni yo conocía. Cómo en todo lo que escribes, has demostrado tu profesionalidad. Saludos.
Muchas gracias a tí, querida Marina, por la labor de ayuda que me habeis prestado. Y gracias al trabajo hemos podido reconstruir, en mi modesta opinión, una parte, significativa, de unos emprendedores y de una tienda emblemática en el Cáceres de Aquellos Tiempos. Lo que ha supuesto, de verdad, todo un placer. Un gran abrazo.
Muy agradecido por la atención prestada a la familia de Ignacio Gil Hoyos.
Muchas gracias a vosotros, a tu hermana Marina y a tí, por la extraordinaria ayuda que me habeis prestado para elaborar este capítulo de mi modesto Blog. En una empresa, la que va de Gil Hoyos a Pérez, que se muestra como un icono y un emblema de los esfuerzos e iniciativas y sacrificios empresariales del Cáceres de Aquellos Tiempos. Un gran abrazo.