LA SANGRÍA MIGRATORIA EXTREMEÑA

Más de seiscientos mil extremeños han emigrado desde los años sesenta, ante la carencia de expectativas en los pueblos de Extremadura y la llamada de los procesos industriales, con destino, fundamentalmente, a Cataluña, País Vasco y Madrid. La mayor tragedia histórico-social de la región extremeña. Un desafío que no se supo contener desde Extremadura. «LA SANGRÍA MIGRATORIA EXTREMEÑA» es el título de mi artículo que hoy, 22 de octubre, aparece publicado en el periódico regional extremeño «Hoy». 

Buena parte de los estudiosos sobre el fenómeno de la emigración extremeña coincidimos en señalar que la diáspora constituye el mayor drama histórico-social de nuestra región. Una emigración, arrancada fundamentalmente a partir de los años sesenta, que se fue llevando por delante una riada de más de seiscientos mil paisanos, ante la desatención al mundo agrícola y ganadero, principal fuente de vida en los pueblos extremeños, obligados a salir de sus municipios, de su campo, de su mundo, para emprender la cruda y larga travesía migratoria.

Un panorama en el que Extremadura se vio involucrada desde el comienzo de los planes desarrollistas que distanciaban de forma notoria a unas y otras provincias, regiones y gentes, de forma cruel para las más desatendidas, como resulta el caso extremeño, cuyos jóvenes, los brazos más fuertes y pilares del futuro, marchaban en legiones para posibilitar la mayor prosperidad a otros logares –¿dónde el principio de igualdad?– con sus angustias y adversidades en la distancia.

Extremadura, eminentemente agrícola y ganadera, sufría de privaciones y padecimientos, abandonos y marginaciones, al ver cómo sus expectativas de futuro, se encontraban obligadas a rendirse ante las injustas imposiciones desde los poderes centrales. Con la marcha de los jóvenes, la tragedia de los adioses, el desgarro y resquebrajamiento familiar, la despoblación y desertización de nuestros pueblos, el largo y casi eterno adiós, la decadencia paulatina de los municipios, envejeciendo y perdiendo a marchas forzadas una parte de su historia. El patrimonio moral adquirido por los emigrantes entre sus andanzas y ocupaciones, la riqueza costumbrista y tradicional, la desaparición de parte del patrimonio cultural, tornándose, por necesidad imperativa, en una aventura lejana, arriesgada y de mínimas esperanzas de retorno.

"Se vende"... Un triste letrero que abunda en los pueblos extremeños.
«Se vende»… Un triste letrero que abunda en los pueblos extremeños.

Los emigrantes, esforzados luchadores del siglo XX, trabajadores que mamaron de sus antepasados la cultura del esfuerzo y las penurias, el hambre y la adaptación a los cambios sociales, en casas de angustias y pensiones de mala muerte, sin tertulias vecinales, sin ganado callejero, sin charlas inveteradas, sin tutes subastados, sin ferias ganaderas, sin celebraciones populares, entre un rosario de sacrificios y esfuerzos, remitiendo unas escasas pesetas a las familias, como un cordón umbilical entre los emigrantes y el pueblo.

Atrás quedaban lejos, muy lejos, sus historias humanas, mientras los municipios extremeños se desangraban hasta una situación estremecedora. Ahí están las cifras y resultados de la emigración.

La tragedia migratoria que devoró a Extremadura. Y que continúa devorándola por esa enorme diferencia socioeconómica, industrial, entre unas y otras comunidades autónomas, que, para no engañarnos, se irían agigantando a extremos abismales. Y que, al disponer de más población, industrias y capacidad de vertebración gozan de muchas más ayudas, prerrogativas, vías de desarrollo, progreso y distanciamiento económico, industrial, tecnológico, humano, entre autonomías de primera y de segunda división.

Coge, lector, cualquier estadística de índices comparativos en la España de hoy, sigue la línea de las gráficas y detente en la variabilidad de la Extremadura de ayer, de hoy, y, si me apuras, de mañana.

¿Qué se hizo por los emigrantes desde las esferas oficiales de Extremadura? No nos engañemos. Poco. Una tierra con nuestros déficits y problemáticas, con nuestras carencias, con tantos desaires, con el conformismo habitual, disponía de pocas salidas. Pero, sobre todo se tejió una estructura que no fue capaz de hilvanar, apenas, unas escasas vías que no representaban las problemáticas de los emigrantes.

Se hizo, si no el silencio político total, cuasi. El maldito mutismo, indiferencia o pasotismo político que todo lo engulle vergonzosa, vertiginosamente.

Se daba paso, pues, al transformismo del silencio como una especie de inseguridad y de miedo a trabajar en nuevos proyectos desde los aterciopelados sillones políticos y jugarse el tipo por intereses de diferentes planteamientos.

Quisiera creer que el inteligente lector, me entiende.

¿Por qué?

Una emigración tan gigantesca, como la del pueblo extremeño, no es el fruto casual de unas circunstancias excepcionales. Sino que se basa en unas coordenadas que se van cumpliendo, lamentablemente, contra la buena voluntad popular de nuestras gentes. Tan arraigadas, por otra parte, en su identidad…

Al fondo de la inmensidad en el paisaje extremeño quedan desparramados pueblos y más pueblos, desangrados, con decenas de miles de paisanos, con nombres y apellidos que pasaron a levantar, porque el destino es así, el crecimiento de otras Comunidades Autónomas. Un ejemplo siempre, el de Extremadura, de bondad, entrega, nobleza…

Hoy, lamentablemente, la población de Extremadura se encuentra en niveles similares a los de los años veinte de la pasada centuria.

A ver si un día el árbol de la siembra, entre tantas desesperanzas, crece de modo generoso entre encinares, olivares, alcornocales extremeños, por cuyos senderos se pierden muchos esquemas de futuro, muchas generaciones y muchos anhelos, mientras nuestros pueblos continúan desangrándose.

NOTA: La primera fotografía ha sido cedida por Jimena Ruiz y está realizada en el municipio de Cabañas del Castillo, en la serranía de las Villuercas, a mediados de octubre 2022. Un municipio que en el año 1950 contaba con 1416 habitantes y hoy tiente, tan solo 416. Un ejemplo del gravísimo deterioro poblacional en los pueblos extremeños.

La segunda está captada del blog «Mi Sierra de Gata».

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.