LA SENSIBILIDAD DE LA REVISTA «ALCANTARA», DE SIEMPRE

Un día de 1945 se echó a la andadura de los más que complejos vericuetos de la cultura, más aún en aquellos tiempos, la revista «Alcántara». ¡Menudo empeño de unos esforzados y heroicos cacereños…! Y que costó, nunca mejor dicho, sangre, sudor y lágrimas. Y, también, claro es, mucho empeño y constancia.

Lo que hoy, con la vista en el paso del tiempo, debemos de agradecer. Aunque solo fuera como un acto de justicia, en pro de la revista «Alcántara«, en lo que representó en su día, y, asimismo, en el marco y el escenario de las referencias del libro de la historia de Cáceres.

El hecho evidente es que sus colaboradores lograron con numerosos esfuerzos y sacrificios, eso sí, sacarla adelante mientras arrimaban el hombro ilustres, unos, y anónimos, otros, luchadores de las dinámicas culturales en su largo abanico de caminos.

Todo un desfile de historias, de crónicas, de reportajes, de poesías, de cuentos, de relatos, de semblanzas, de investigaciones, de biografías, de ensayos, de estudios, de citas y repasos por los aconteceres de la vida cultural de Cáceres entre Conferencias, Congresos, Publicaciones, Seminarios, Conciertos, y todas aquellas sensibilidades que supusieran tomar nota y dejar constancia del pálpito de las inquietudes  culturales en Cáceres…

Y que nacieron en unas primeras largas caminatas por el Paseo de los Aburridos, Cánovas adelante, entre Tomás Martín Gil, Fernando Bravo y Bravo, José Canal Rosado y Jesús Delgado Valhondo, posteriormente en unas divertidas y afanosas tertulias, de más amplia participación, a caballo entre los inveterados salones del Hotel Alvarez, del Café Jamec, del Círculo de la Concordia, y, también, en aquella sede primigenia en la Avenida de la Montaña.

Ahí teneis, por ejemplo, para las páginas de la historia de Cáceres, el cuadro del equipo de la revista con Pedro Romero Mendoza, a la cabeza, en 1960, que estuvo veinte años al frente de la misma, que dejó constancia de un muy elevado concepto y capacidad de trabajo y compromiso por y en beneficio de la cultura extremeña,, sobre todo desde la portavocía de «Alcántara«.

Una fotografía de relieve histórico dentro de las semblanzas de la ciudad de Cáceres y en la que se puede apreciar todo un plantel cuajado de relevantes y esforzados de la cultura extremeña.

La dirección de la revista «Alcántara» ya señala en su aparición, el 15 de octubre de 1945, una advertencia del siguiente carácter informativo:

«El primer número de la revista «Alcántara» ha salido a la palestra literaria, hoy tan movida, de nuestra Patria. Nos complace sobremanera ofrecer nuestro modesto esfuerzo a la Prensa española, y en especial, a la extremeña. Pero todos deben pensar que no pretendemos ganar ningún campeonato. Unicamente servir de vehículo entre los amigos a las letras y de España y de Extremadura«.

Luego, más adelante, finaliza esa presentación del siguiente tenor: «Somos pobres, quizás demasiado pobres, pero ello no es traba ni vilipendio. Nuestras únicas riquezas son el entusiasmo y el fervor«.

Una primera etapa, bajo la dirección de Tomás Martín Gil, una personalidad tan rica en facultades creativas, investigadoras, periodísticas, con sabor a historia y a ciudad, a pueblo y a cultura, a Sensibilidad (mejor con mayúsculas), cuajada, como la de todo el equipo inicial en el compromiso de la revista «Alcántara«, de esfuerzo y empuje, de ánimos y de ilusiones, de afanes y de expectativas…

La revista fue dando, pues, sus primeros pasos, a caballo entre el mimo de sus creadores, el entusiasmo de la inicial legión de sus colaboradores, y, también, de la más que aplaudida aceptación por parte de sus lectores y seguidores que se iban incrementando poco a poco a la llamada de una revista cultural eminentemente consagrada a la divulgación de las más variadas fenomenologías y dinámicas de la parcela y el abanico cultural sacrosanto de Cáceres.

Aunque, lamentablemente, la temprana muerte de Tomás Martín Gil supuso un duro revés, creó un vacío temporal y posibilitó, asimismo, un replanteamiento que llevó a cabo desde la nueva dirección de la revista ese excepcional cacereño que es Pedro Romero Mendoza.

Todo un verdadero lujo, el del nombre de Pedro Romero Mendoza, para las letras cacereñas y extremeñas. Y de cuyas iniciativas hay que dejar constancia que don Pedro, fue, sencillamente, y nada más y nada menos, que uno de esos paladines que se dejaron el alma, y la vida, en el empeño. Un gesto que le honra. Y una figura de paso, con la que la ciudad de Cáceres se encuentra en deuda.

Como aquí podemos apreciar la fotografía de Tomás Martín Gil, primer director de la revista, un cacereño de una extraordinaria e inmensa sensibilidad, vivamente preocupado por las esencias de esa propia dinámica que emanaba de todos los movimientos dinamizadores de los vehículos culturales de la provincia de Cáceres.

Un nombre de un más que extraordinario relieve en las páginas de esos más que inquietos  movimientos culturales, cuajados de buena gente.

Tomas Martín Gil figura, como Pedro Romero Mendoza, y otros muchos cacereños, con su nombre y apellidos esculpidos en oro y en la exquisita brillantez que les distinguió siempre, a lo largo de sus desvelos, esfuerzos, iniciativas e imaginación que figura, con notoria distinción, en las páginas del libro de la historia, hechos, acontecimientos y logros en la ciudad de Cáceres.

Lo mismo que también lo fue, en este recorrido de la revista «Alcántara», Carlos Callejo Serrano, otra personalidad que solo vivía por y para Cáceres desde sus estudios, desde sus investigaciones, desde su bonhomía, desde su buen e incansable quehacer.

Carlos Callejo Serrano dejó, asimismo, una honda estela en la revista durante su etapa como tercer director de revista «Alcántara«, del Cáceres de Aquellos Tiempos, tras el inesperado fallecimiento de Pedro Romero Mendoza en un accidente automovilístico.

Personas inquietas, de relevancia intelectual, de entereza y sacrificio, de investigación y estudios, que fueron capaces de catapultar a Cáceres a una etapa de señalado relieve.

Todo un ejemplar grupo de investigadores, de historiadores, de periodistas, de escritores, de pomeas, de ensayistas, de fotógrafos, de pintores y a quienes debemos toda su esmerada entrega en beneficio tan solo de sacar adelante esa reflexión colectiva en pro de un pensamiento, una idea y una propuesta, firme, de que los caminos de la cultura se hacían indispensable para los esquemas de progreso y de futuro en Cáceres.

En esos apartados de la revista «Alcántara«, a lo largo de este modesto recuerdo, tiempo, a la vez, para dejar constancia del gran trabajo que nos legó, desde el apartado de la fotografía una personalidad como la de Javier García Téllez. Javier, de siempre, para todos los cacereños y con estudio, siempre, también, en la calle Pintores.

Un estudio por el que pasaron multitud de cacereños, de todo tipo y condición, con la inquietud, el esmero y el rigor de nuestro querido Javier, que hoy presta su nombre, afortunadamente, a un Instituto de la ciudad. Y cuyos habitantes, de siempre, asimismo, disfrutaron de esa muy meritoria colección de instantáneas que dejó, para el futuro, en las páginas de su archivo.

En este caso, concreto, apreciamos la fotografía que, sobre el Paseo de Cánovas, publicó el año 1966 en la revista «Alcántara«, cuando aún la dirigía esa eminencia que fue Pedro Romero Mendoza.

También en este recorrido por los recovecos de la revista «Alcántara» un tiempo para el apartado de los dibujos.

Una de cuyas primeras láminas fue, precisamente, la que figura a la izquierda de estas líneas. Y que nos muestra una particular visión, fechada en el año 1949, del joven pintor cacereño José Murillo, para enfocar directamente, con la perfección de sus trazos, el Palacio de los Golfines de Abajo y apreciado desde el final de la Cuesta de la Compañía, y, a la derecha, la reja, de bellísimo aire, a través de la cual se accedía al ya Instituto Nacional de Enseñanza Media «El Brocense«, de Cáceres.

Mientras tanto nombres como los que quedan atrás de este pequeño recorrido y los de Miguel Muñoz de San Pedro, Valeriano Gutiérrez Macías, Dionisio Acedo Iglesias, Miguel Angel Orti Belmonte, José Luis Cotallo, Emilio Herreros,Narciso Maderal Vaquero, Eugenio Frutos, Víctor Gerardo García del Camino, García Durán Muñoz, Eladia Montesino, Ventura Durán, Adolfo Maíllo, Juan Pablos Abril y otros muchos, se iban conformando, paso a paso, número a número de la revista «Alcántara«, página a a página, como señeros costaleros y nazarenos de ese desfile procesional, que se alumbraba, con las velas encendidas de pasión, de todos, por una aceleración de esas inquietudes que, afortunadamente cristalizaron en una publicación de relieve.

Es de dejar constancia que determinados nombres de esos esforzados prohombres de la cultura extremeña, que entre otros logros sacaron adelante la revista «Alcántara», cuentan con su nombre incrustado de pleno en el callejero cacereño. Como Tomás Martín Gil, como Pedro Romero Mendoza, como Miguel Muñoz de San Pedro, como Valeriano Gutiérrez Macías, como Carlos Callejo Serrano, como Fernando Bravo y Bravo, como Jesús Delgado Valhondo, como Luis Grande Baudesson…

Toda una serie de nombres, honradamente, ante los que hay que descubrirse por la tenacidad de sus inquietudes y por los logros que supieron cultivar, desde una dinámica estrictamente cultural, en el Cáceres de Aquellos Tiempos…

La revista «Alcantara» prosiguió, posteriormente, en los marchamos de sus derroteros, de sus vericuetos y caminos, otras etapas.

Una revista que aún hoy, afortunadamente, 72 años después del lanzamiento de aquel primer número, continúa su curso, ahora con la dirección de Salvador Calvo Muñoz, aunque con cita, tan solo, de carácter semestral, cuando en sus mejores tiempos tenía una cita mensual de esforzada aportación a la propia radiografía cultural de Cáceres y de Extremadura.

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