MI QUERIDO GABRIEL…

Gabriel Romero Ruiz (1930-1972), un comunicador de relieve en el Cáceres de Aquellos Tiempos.

Gabriel Romero: Radiofonista, trabajador, bohemio, poeta, periodista, autor de obras teatrales, danzarín de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, solista de gran voz… Siempre con el micrófono , con el bolígrafo, con un blog. Siempre, claro, Cáceres: Con, por y para Cáceres. Y que deja sus apellidos, junto al nombre de su hermano Enrique, en la nomenclatura del callejero de la ciudad.

De repente, por aquello del azar, me he encontrado en mi archivo con esta fotografía que me enviara hace unos meses Marcos. Su hijo.

Un día Gabriel Romero lanzó al aire de la inspiración un puñado de versos que esculpió en prensa uno de mis maestros en Radio Nacional de España. Hablamos de Tico Medina:

Quiero llenar mi corazón de tierra,

de tierra de secano, sin malicia.

Quiero llenar la boca y la palabra

de tórtola, de surcos y de encina.

«Radio Cáceres. La Voz de Extremadura«, Cáceres de arriba a abajo, las gentes, la canción, la ciudad apretujada en su alma, la tierra crecida en sus raices, el paisanaje surgido entre parrafadas de la pequeña capital de provincia, el ritmo y el pulso y las esencias de cada día en una rutina de intensidad por las vías de la línea periodística. Gabriel Romero era, sencillamente, información.

Genuino Gabriel, que me estimulaba a trabajar mañana, tarde y noche en aquellas, las ya lejanas prácticas de la carrera universitaria de Periodismo. Palmada a la espaldas, palmada amiga, añadía:

— ¡Pero échale, siempre, amor y alegría al trabajo…!

Luego añadía con la solemnidad de su humor:

— ¡Que ya sabes que eres Gutiérrez, hijo de don Valeriano…!

Con Polito y Fernando García Morales y Tomás Pérez y Roberto García del Río… Haciendo cada día, de su objetivo, más y mejor Cáceres, en beneficio de toda la ciudad, de todos los cacereños… Como buenos notarios de la actualidad a través del curso de los aconteceres por las calles y plazas de la pequeña capital de provincia.

¡Aquella «Radio Cáceres, La Voz de Extremadura«, de tanta intensidad… Y tantos comunicadores que conforman una parte manifiesta de las esencias del Cáceres, ay, de Aquellos Tiempos…

Suelto la mirada hacia el horizonte del ventanal. Y me fijo, casi sin darme cuenta, en el paisaje del transcurrir de la vida. Por sus estrechos y largos railes trasiegan los ciudadanos:

— Lento, si se quiere hasta traqueteando… Pero sin pausa alguna…

Cierro los ojos en las tinieblas. Y de nuevo, al abrir nuevamente los ojos, el tren, con amigos, compañeros y conocidos como pasajeros, circula.

… ¡Cómo marcha, ay, el tren de la vida…!

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