BAÑALES, GENUINO CRÍTICO TAURINO DE PRINCIPIOS DEL XX

Eusebio Rodríguez Bañales (Madrid, 1868-Cáceres, 1916) se configura como otro de esos personajes que se incrusta en las páginas de la historia de Cáceres.

Eusebio Rodríguez Bañales, crítico taurino del semanario cacereño «El Bloque».

Eusebio Rodríguez Bañales (1868-1916) era un joven madrileño que, tras sus estudios, comenzó a trabajar en el Servicio Agronómico de Madrid y que, apasionado de los toros, empezó a dejar constancia de sus conocimientos en semanarios taurinos madrileños como “El Enano” y “Tío Jindama», firmando junto a cualificados críticos.

Un buen día el amigo Bañales fue destinado como inspector de Pesas y Medidas a la Jefatura Agronómica de Cáceres. Entonces hizo el petate, como se dice coloquialmente, se instaló en una casa de la calle Margallo y comenzó a moverse en los ambientes sociales, populares y taurinos.

De este modo sus columnas, amenas, distraídas y rigurosas, sobre el panorama taurino comenzaron a aparecer en el periódico “El Noticiero”. Y, posteriormente, en el semanario “El Bloque”.

Ya en Cáceres nuestro personaje contraería matrimonio con Matilde Ramírez Belmonte, con la que tuvo dos hijos. Santiago, que llegaría a estar durante largo tiempo al frente de la Delegación de Hacienda de Cáceres, e Ignacia, que, con el paso del tiempo, se casaría con Antonio Alvarez Rivera, que fuera cocinero del madrileño hotel Palace, del cacereño hotel Nieto, que pondría en marcha la Casa de Comidas Alvarez, en el número 14 de la calle General Ezponda, y que, en 1936, abriría ni más ni menos que las puertas del hotel Alvarez. Toda una institución en la ciudad.

Eusebio Rodríguez Bañales gozó de un señalado prestigio en el panorama taurino de Cáceres y en “El Bloque” debutó con la crítica y reseña de las corridas de la feria del año 1908, en las que intervinieron Lagartijo, Corchaíto y Manolete. En la primera de ellas con ganado de Antonio Trespalacios y en la segunda con reses de Manuel Albarrán.

Curiosa cabecera de la sección taurina del semanario "El Bloque" para las críticas y crónicas de Eusebio Rodríguez Bañales.
Curiosa cabecera de la sección taurina del semanario «El Bloque» para las críticas y crónicas de Eusebio Rodríguez Bañales.

Como detalle expresivo de su pluma señalar que su crónica sobre ambas corridas en el coso cacereño finaliza del siguiente tenor: “¡Las cuadrillas infernales. ¡Vaya cantidad de toreros y vaya cantidad de ignorancia!”.

Por otra parte Eusebio Rodríguez Bañales también iba publicando, poco a poco, un amplio capítulo de anécdotas y curiosidades, como aquella de las corrida feriales del año 1897 con Mazzantini y Bombita como cartel. Lo anecdótico radica en que cuando «tocan a banderillas éstas no aparecen por ningún lado«. Y añade que hubo «momentos de sorpresa en el público que no se explica por qué no salen los peones a banderillas«. El crítico Bañales señala que las mismas, remitidas en caja desde Madrid, se encontraban en el Ayuntamiento, hasta donde tuvieron que ir a caballo para recogerlas. El curioso tiempo de espera del sorprendente despiste, media hora, lo entretuvo un espectador cantando por malagueñas.

Otra anécdota curiosa radica en la corrida de toros con motivo de la inauguración del ferrocarril Madrid-Lisboa, 8 de octubre de 1881, con la actuación de los diestros Frascuelo y Angel Pastor, en la que cayó agua a manta de Dios, como decimos por la tierra. De tal forma que la presidencia decidió suspender la corrida tras el tercio de banderillas del tercer toro. Una vez desalojada la plaza, la Guardia Civil disparó varios tiros al astado «hasta que un certero balazo le hizo rodar como una pelota«. Y ya de noche, como quiera que la lluvia persistía de un modo torrencial, el guarda de la Plaza de Toros, apellidado Alcántara, decidió darse una vuelta por el ruedo, alumbrado por un farol y abrir los desaguaderos para que corriera el agua para que no se inundara la plaza. Tras colocar el farol en un determinado lugar y mientras procedía a destapar los sumideros oyó un bufido junto al ruido de cristales rotos. El guarda, entonces, vio cómo el toro, que supuestamente estaba muerto, se había levantado y embistiendo contra el farol que llevaba el mismo librándose por los pelos de una cogida.

También es de subrayar cuando cuenta que allá por el año 1896 el aprendiz de picador Antonio Macías, «Navero» fundó una a modo de Escuela Taurina en Cáceres, con el matador Domingo Navarro. A este respecto escribe Bañales lo siguiente: «La escuela estaba situada en un corral que había en el sitio llamado Peña Redonda y en cuyo local se corrieron muy superiores juergas«. En la misma también impartieron clases los diestros conocidos como «Mateíto» y «Pechuga«.

Asimismo Eusebio Rodríguez Bañales firmó la publicación “Cáceres Taurino. Historial de la Plaza de Toros” y de la que en “El Bloque” se expone que “es un resumen del historial de la Plaza de Toros, ganaderías que han pastado en esta provincia y relación de todos los diestros que han toreado en ella corridas formales desde su inauguración, cogidas, toros célebres, sucesos notables y anécdotas taurinas”.

En la misma reseña de la publicación podemos leer: “En este folleto el autor afirma su bien ganado prestigio de crítico serio y el orden, la claridad en su exposición, el estilo fácil y ameno con que matiza sus descripciones hacen de este trabajo una guía utilísima donde el aficionado encontrará cuantos datos son necesarios `para conocer a fondo el historial de nuestro circo taurino”.

Finalmente se destaca que “Bañales es un aficionado que conoce como muy pocos en España, todos los resortes, todas las excelencias y todas las martingalas del arte bravo y gallardo del toreo”.

Su última información aparece en el periódico “El Bloque”, en fecha 22 de febrero de 1916, se titula “José Gómez “Gallito” en 1915”, y en la misma Bañales indica que el diestro había toreado la friolera de 102 corridas, había estoqueado 241 toros, había cortado la primera oreja en la Plaza de Toros de Sevilla, lidió reses de numerosas y variadas ganaderías, desde Murube hasta Miura pasando por Pablo Romero, alternó con diestros como Bienvenida, Vicente Pastor, Gallo o Belmonte, y hasta destaca los 40000 kilómetros que recorrió en ferrocarril el diestro, lo que se dice pronto, para hacer frente a sus compromisos.

Tras un elogio de las artes y cualidades del torero finaliza del siguiente tenor: “Al decir esto, se a lo que me expongo, a que por lo menos me llamen gallista. Me es igual; si decir lo que se siente con nobleza y valentía ocasiona eso, está bien, seré lo que quieras, pero los hechos son los hechos y éstos más elocuentes que nada”.

Su personalidad fue de tal calibre que en el año 1901 abandonó la publicación taurina «Tío Jindama«, en la que colaboraba asiduamente. El motivo: Ese año se corrieron en la Feria de Cáceres toros de la ganadería de Aleas de Colmenar y el representante de la misma, Amalio Martín, le indicó que debía hablar bien de los toros, ya que de lo contrario su reseña no se publicaría. Eusebio Rodríguez Bañales remitió la crónica correspondiente, señalando que «la corrida fue francamente mala en lo que al ganado respecta«. Y, tal como le expusiera el representante de la ganadería, su crítica no vio la luz de la publicación. Por lo que Eusebio Rodríguez Bañales no volvió a remitir sus colaboraciones a la revista.

Trabajador constante y exigente, que se recorría todos los municipios y pueblos de Cáceres, en los que se celebraban corridas y novilladas, entre las ferias de Plasencia, Trujillo, Valencia de Alcántara, etc, falleció a la temprana edad de 48 años de edad. Un momento, por cierto, en el que albergaba otros proyectos periodísticos taurinos.

En la información necrológica del semanario se señala que “Rodríguez Bañales era inteligentísimo en achaques de la torería y sus revistas y trabajos le habían conquistado un sitio preferente y un prestigio, pues la rectitud de sus juicios hacían muy estimables sus opiniones, reflejo de la verdad y apartado de todo convencionalismo y sobre todo del prejuicio y de la amistad. Bañales daba a cada uno lo suyo y lo mismo censuraba al fenómeno Belmonte cuando era acreedor a las censuras que elogiaba la faena del más modesto principiante”.

Asimismo se especifica concretamente que “las crónicas taurinas, anécdotas y episodios relacionados con el arte de Cúchares han sido leídos con deleite y agrado desde que hace muchos años empezó a colaborar en la prensa cacereña”.

 

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